Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola:
“Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”.
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.
Palabra del Señor
Comentario
La respuesta de Jesús a la pregunta del escriba y la respuesta del escriba a la respuesta de Jesús, sumadas por decir así, o sea, entendiéndolas juntas, nos ayudan muchísimo –el Evangelio del domingo, acordate–. Porque más allá de lo que dijimos ayer, más allá de que el escriba seguramente lo estaba probando a Jesús de algún modo, lo interesante es descubrir que este hombre pregunta por el primero de los mandamientos y Jesús le responde con dos, o sea, hace de dos mandamientos uno solo y además el más grande, y por otro lado, la respuesta del escriba a la respuesta de Jesús, además dice que eso, cumplir esos mandamientos, «vale más que todos los sacrificios y holocaustos». Si te mareas un poco sobre lo que estoy hablando, es bueno que repases el Evangelio del domingo, que vuelvas a leerlo o escucharlo, así aprendemos a desmenuzar juntos la Palabra de Dios y eso nos enriquece mucho más. Jesús, a pesar de que buscaban probarlo o hacerlo caer, siempre aprovechó esas oportunidades para amar, para enseñar y dejarnos un legado a todos.
Jesús nos ayuda a interpretar bien la ley de Dios, no solo con sus palabras, sino con su propia vida. Por eso no pudo separar lo que Dios quiere que esté unido, no pretendió separar lo que nosotros inconscientemente a veces separamos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Les pasaba a todos los judíos de la época, nos pasa también a nosotros, eso de pensar que por un lado amamos a Dios y por otro lado amamos a los demás. Sin embargo, la respuesta muestra que en realidad son una misma realidad –valga la redundancia– y por eso dice esto que parece algo extraño: «No hay otro mandamiento más grande que estos». Una mezcla de singular con plural, que por supuesto no es un error, sino que es con intención, con intención de enseñarnos algo. Se ama a Dios amando al prójimo también, se ama al prójimo por amor de Dios, por amor a Dios.
Pero en Algo del Evangelio de hoy detengámonos por un momento en la lógica de Dios que nos sacude un poco, a veces Él no es tan lógico como deseamos –o por lo menos no concuerda con nuestra lógica– y justamente no tenemos acá que caer en la afirmación «fácil» de decir: «Dios es ilógico, no lo entiendo»; sino todo lo contrario, Dios es más sabio que yo, Dios tiene una lógica distinta a mis pensamientos, y como no lo entiendo, lo acepto por humildad, sabiendo que Él sabe por supuesto más que yo. ¡Qué distinto pensar así!, ¿no? Esa es la primera lógica que tenemos que cambiar. El pensamiento de Dios es superior al nuestro, la sabiduría divina es infinitamente mayor, incalculable que la nuestra.
Y la «Buena Noticia» de Dios de hoy, o por lo menos una de las tantas que podemos sacar de la Palabra, es que Él hace lo que nadie haría –por lo menos sería muy raro de hacer–: dejar noventa y nueve ovejas para buscar una. Eso que parece muy normal en la parábola, en realidad es lo extraño. Nuestra lógica es muchas veces práctica, utilitarista y materialista; difícilmente arriesgaría a perder todo por una sola. Lo que parece obvio en realidad no es tan obvio, justamente Jesús cuenta esta parábola para mostrar que esa actitud no es tan obvia. Dios no es como nosotros, justamente para mostrarnos que el amor de Dios rompe toda lógica humana.
El amor de Dios es tan grande para con vos, para conmigo, que supera nuestros pensamientos. No es obvio ser tan bueno, la lógica de los hombres busca muchas veces lo obvio, Dios rompe todos los esquemas. Esa es la gran noticia de hoy, la parábola es sobre un Dios que recibe a los pecadores y come con ellos. ¡Qué noticia más linda! Quiere decir que nos recibe a nosotros, a vos y a mí, que vino a comer con nosotros, vino a recibirnos, a buscarnos; quiere decir que la crítica más dura de estos fariseos fue en realidad el elogio más grande que podrían haberle hecho a Jesús. Nuestro Señor vino, dejó todo para buscar a todos, porque todos de algún modo somos ovejas perdidas. Si estás alejado De Dios, dejate encontrar, dejate invitar a comer y dejate perdonar.
«Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por muchos buenos que no tienen necesidad de convertirse». Si te cae mal que Dios sea tan bueno, cambiá de mentalidad, Dios no es como pensás.
Bueno, y si Dios recibe a los pecadores como a vos y como a mí, si come con nosotros, ¿cómo no vamos a ser capaces nosotros de comer con gente que no nos cae tan bien o que diferimos en nuestra manera de pensar o que realmente están alejados? Tratemos de cambiar esa mentalidad para que así también cambien nuestras actitudes y nuestro corazón. Las palabras del Evangelio de hoy nos invitan a abrir las puertas del corazón y de la Iglesia, nuestra familia para que entren todos, especialmente los más alejados, los que se han perdido.