Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren».
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes».
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
Palabra del Señor
Comentario
Cada domingo acostumbramos a reunirnos en familia, para comer, para estar juntos y aunque el verdadero sentido del día del Señor se fue perdiendo en los últimos tiempos, gracias al cristianismo, gracias a nuestra fe en la resurrección de Jesús, el domingo es lo que es, un día que en general se reserva para el descanso, para estar con los más queridos. Pero al mismo tiempo… ¿Cuánta gente está sola hoy? ¿Cuántas personas viven el domingo como un día de soledad, un día en el que no saben bien que hacer? Parece que si no tenemos nada que “hacer” no podemos estar. ¿No será que el domingo para muchos está vacío porque sin querer y a veces queriendo hemos desplazado al dueño del día? Es como si alguien te invita a su casamiento, vos vas, pero ni siquiera saludás al anfitrión. Pasar un domingo sin tener, experimentar o buscar un acercamiento al dueño del día, es perderse la oportunidad de ser un mejor hijo, de ser un buen invitado. La misa del domingo, la misa de hoy que se celebra en miles y miles de lugares a lo ancho y a lo largo del mundo, es parte esencial del domingo, o por lo menos debería ser para aquellos que dicen creer en un Dios que se hizo hombre y eligió, antes de partir de este mundo, ese modo de quedarse con nosotros, eligió una cena y quedarse como alimento.
Providencialmente, Algo del Evangelio de hoy tiene que ver con esto. Pero no solo con la misa, sería una reducción si pensáramos así, si la predicación de hoy se limitara solo a la misa.
Hay de todo en el evangelio de hoy. Una invitación, una negación. Otra invitación, un rechazo y muchas cosas para hacer, excusas… negocios, ocupaciones. Incluso algunos actúan con violencia y maltratan a los servidores que van a invitarlos. ¿Cómo es posible? El rey los estaba invitando a unas bodas. ¿Hay algo más lindo que eso? Ayer tuve la gracia de celebrar un casamiento, y por supuesto los novios me habían invitado a la comida, pero no pude ir, no fue que no quise, realmente no pude. Pero me dejó pensando. ¡Cuántas ganas tienen los que se casan de que uno vaya a disfrutar de ese momento! Es parte de la fiesta, no es un aderezo. Me terminó de ayudar a entender lo que me dijo alguien al final de la misa, después que le conté que no iba a ir a la comida: “Cuando yo me case, resérvate el día para ir a la fiesta, suspendé todo” Me reí, pero ahora entiendo, que vayan los que uno quiere, es parte de la fiesta. ¿Te imaginás lo mismo, pero siendo Dios el que desea que participemos de las bodas de su Hijo, de Jesús, con toda la humanidad, con vos y conmigo?
Este domingo, otra vez Jesús enfrenta a los sacerdotes y ancianos desnudando la ceguera de su corazón. No terminan de reconocer el don. Ellos era los invitados principales (Pueblo de Israel) y ellos mismos elijen quedarse afuera de la fiesta. Evidentemente, “no sabían lo que hacían” por eso Jesús los terminará perdonando desde la cruz; “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”. Cuando no aceptamos la invitación de Dios, en realidad no sabemos lo que hacemos. Cuando no aceptamos, Dios no se queda quieto, invita a los que parecen que no se lo merecen… Los últimos serán los primeros… ¿te acordás?
Al mismo tiempo, para nosotros los cristianos, hay una advertencia. A un banquete, a una fiesta, no se puede ir de cualquier manera, hay maneras y maneras de ir. ¿Quién se atreve a ir a unas bodas vestido como si no fueran unas bodas? El Rey invita a todos, quiere que todos se salven, que todos disfruten de su amor, sin embargo, quiere y necesita que estemos preparados, bien vestidos, que demos “frutos” de caridad; sino nos puede pasar lo mismo que este invitado descuidado, “quedar afuera”, ser expulsado. “Allí habrá llanto y rechinar de dientes.”