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XXVI Martes durante el año

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Palabra del Señor

Comentario

“¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?” preguntó Jesús a los sacerdotes y ancianos en el evangelio del domingo. Una pregunta para niños hecha a grandes. Es bueno que Jesús nos haga preguntas obvias y fáciles de contestar, para que nos demos cuenta de que la madurez física no va siempre de la mano de la espiritual, o al revés, la madurez espiritual no siempre acompaña a la física. ¿Qué es lo que cuenta en definitiva? ¿Parecer o ser? ¿Parecer religioso o serlo? Al fin de cuentas… ¿Qué es ser religioso? Vivir la voluntad de Dios y para eso no hace falta aparentar nada. Muchas veces las personas nos dicen a los sacerdotes que nosotros estamos más cerca de Dios, que a nosotros nos escucha más. Sin embargo, el decirnos religiosos, el habernos consagrado no nos asegura la verdadera religiosidad, que se juega finalmente en las obras concretas de cada día, en amar como Dios Padre ama, en amar lo que Él ama, y no tanto a nosotros mismos.

Algo del Evangelio de hoy, nos muestra a un Jesús incomprendido y rechazado, por propios y ajenos. Generalmente es un aspecto de los evangelios que muchas veces pasamos de largo o no analizamos mucho, incluso nosotros los sacerdotes. Es mucho más agradable hablar de las cosas lindas de la vida de Jesús, es más fácil para uno y además es más atractivo. Pero… ¿qué hacemos con lo demás? ¿Por qué los escritores de los evangelios no quisieron ocultar esta especie de incomprensión “de fondo” que vivió Jesús, tanto con sus discípulos, como con los extraños? En realidad, el fondo de la cuestión debería ser preguntarnos esto ¿Conocemos al Jesús de los evangelios o al Jesús que me “contaron” en la catequesis de niños? ¿Conozco al Jesús real, como está descripto en los 4 evangelios y en todo el nuevo testamento o conozco al Jesús que me “armaron” para convencerme que todo era lindo o al que me “armé” según mis propios criterios y preferencias para estar más cómodo con mi fe? Creo que no está mal que nos hagamos estas preguntas en serio, creo que no está de más, que me anime a decirte estas cosas. San Pablo decía: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados” (1 Cor, 1, 22-24) Hoy podríamos decir que, por un lado algunos cristianos o creyentes buscan y predican a un Jesús “edulcorado”, solucionador de problemas, un Jesús que quite el sufrimiento mágicamente, un Jesús hecho a medida y de bolsillo, sin contradicciones y sin cruz. Por otro lado, los que no creen o creen en cosas extrañas, nos exigen que les presentemos a un Jesús o un Dios que dé respuesta a todos los misterios de la vida, un Dios idea, un Dios que resuelva los enigmas y el mal de este mundo, y como “aparentemente” esas respuestas no aparecen, terminan concluyendo que ese Dios no existe, por eso, pensando así, no hace falta un Dios teniendo a la sabiduría de este mundo que parece resolverlo todo.

Ni un extremo ni el otro. Nosotros predicamos a un Jesús vivo, que está vivo, cada vez más vivo, pero a un Jesús que con su vida nos enseñó a vivir. Con su vida de contradicción e incomprensión, nos dio luz para vivir y nos marcó el camino. No podemos quedarnos únicamente con que Jesús hoy está vivo y resucitado, no alcanza, tenemos que conocer cómo vivió y qué hizo. Si nos alcanzara con saber que Jesús está ahora vivo y resucitado, no hubiese sido necesario escribir los evangelios relatando tantos detalles.

Jesús hoy es rechazado por los samaritanos e incomprendido por Juan y Santiago, sus propios amigos, tanto que Él mismo los tuvo que reprender, los tuvo que retar, porque no entendían nada. “Se dio vuelta y los reprendió” Jesús estaba decidido a ir a Jerusalén a entregar su vida y sus discípulos le hablan de “mandar fuego” sobre otros. Él estaba siendo rechazado por muchos, el respondía con amor y sus amigos querían guerra, querían muerte. ¿Qué raro no? Queriendo liquidar a los que piensan distinto… ¿Te suena?

Así de ciegos andamos muchas veces por la vida. Así de incoherentes somos a veces los cristianos. Estaría bueno que Jesús nos mire y nos rete, no nos vendría mal. Los que seguimos a Jesús no tenemos que hacer otra cosa que buscar la paz. Ni siquiera para defender a Jesús tenemos que usar la violencia. Él nunca quiso eso, ni lo quiere. Acordate cuando Pedro le cortó la oreja al guardia para defender a su amigo, Jesús le pidió que guarde la espada.

Él es tan bueno que ni siquiera sus discípulos lo entendían. “Es demasiado bueno” decimos a veces de algunas personas, como diciendo es “demasiado tonto”. Parece que no es bueno ser tan bueno en este mundo, si sos bueno no te comprenden. Incluso se te burlan. Pero… ¿Qué preferís? ¿Qué preferimos? ¿Pasar por tontos y ser buenos o ser tontos y no ser buenos? Jesús es bueno, pero reta a sus discípulos para que entiendan que la violencia no es el camino jamás, no puede ser el camino. Si querés ser como Jesús, tenés que andar como Él andaba, sabiendo que no todos nos comprenden cuando queremos la paz, antes que la violencia.