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XXV Martes durante el año

Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte.» Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.»

Palabra del Señor

Comentario

Podríamos decir que no es muy divertido que nos digan -como el evangelio del domingo- que «muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros», cuando desde el fondo de nuestro corazón y desde todos lados se nos «bombardea» con que ser primero es lo mejor, es lo que debemos buscar en sí mismo. Por eso, es bueno seguir profundizando esas palabras de Jesús del evangelio del domingo durante estos días. Y para empezar es muy importante un detalle, que en el fondo no es “detalle”: Jesús dice dos veces la palabra «muchos», o sea, no dice todos. Esto me parece que nos ayuda a entender el sentido profundo de esta frase que se estrella contra la mentalidad del mundo y de nuestro corazón también, para no quedarnos en la superficie, en la periferia, como creyendo que Jesús está a favor de una cierta «injusticia» que da todo lo mismo. Da lo mismo el que se esfuerza como el que no o que, finalmente, da lo mismo intentar luchar día a día por servirlo que andar perdido en las plazas de la vida y «pegar» el manotazo de ahogado al final de la vida, en la última hora. Esas son nuestras pobres miradas, pero es justamente de donde nos quiere sacar el Señor. Él quiere ayudarnos a no mirar con nuestra mirada -valga la redundancia-, a no pensar como pensamos, a no equiparar la justicia humana con la divina, a no comparar el juicio final de nuestra vida con la virtud de la justicia que debemos vivir cada día. Una cosa es la «paga» que recibimos por un trabajo, la remuneración que merecemos al dar nuestro tiempo a un tercero, y otra cosa es la «paga» que Dios Padre nos tiene preparada al final de nuestra vida por haberlo amado y haberlo servido. No se pueden comparar o son tan incomparables que son muy distintas. El amor no es un premio. El denario que el Señor nos dará, la Vida eterna, es un regalo. El amor no se compra con nada, se recibe como don. El amor no se vende a cambio de otra cosa, se regala por el simple hecho de amar, de saber que amar da la verdadera felicidad.

Seguiremos pidiéndole a Jesús en estos días que nos ayude a comprender mejor todo esto que venimos escuchando.

La escena de Algo del Evangelio de hoy seguro que la habrás escuchado alguna vez. Es una escena breve, sencilla, cortita, que describe un momento muy concreto, pero lleno de significado. María va en busca de Jesús con sus parientes –no dice por qué- y no sabemos si, finalmente, fue recibida después de las palabras que dijo Jesús. Lo que sí sabemos es que con sus palabras no solo termina recibiendo a María en su corazón –como siempre lo hizo- sino que además lo agranda hacia muchos más, mucho más de lo imaginado.

Por eso hoy te propongo algo distinto: que nos pongámonos por un momento en el corazón de María. ¿Habrá escuchado María estas palabras de su hijo? ¿Habrá escuchado que su mismo hijo, el Hijo de Dios, estaba incluyendo a más madres en su corazón? Si lo escuchó, ¿qué habrá sentido?, ¿qué habrá pensado? Qué bueno poder hacer el esfuerzo de ponerse en el corazón de María, aunque nunca podremos hacerlo plenamente, porque ella es la más humilde y la más pura; la más despojada, pero la más amada. Ella con sus actitudes y silencios nos señala el verdadero camino del cristiano, el de escuchar y practicar lo escuchado. Algo que nos hace doler el alma muchas veces. No es sencillo vivir lo que escuchamos en el evangelio. No es fácil vivir todo lo que Jesús nos propone.

Si escuchó estas palabras, ¿qué habrá sentido? ¿Dolor? ¿Tristeza? ¿Paz, serenidad? ¿Alegría? Si no las escuchó en ese momento por la multitud, seguro que las escuchó en otro momento o se las transmitieron. Seguro que escuchó una y mil veces a su hijo con amor, de eso no podemos dudar. Ella es la única que siempre practicó lo que escuchó. Y seguro que ella siempre tuvo claro que su hijo no era solo suyo, sino que sería para todos. Esta escena de hoy podríamos decir que es una foto de lo que María siempre supo y estuvo dispuesta a hacer, compartir lo suyo con todos. En realidad, nunca se adueñó de lo que no era suyo, de lo regalado. Ese es uno de los secretos de María, el haber tenido todo, el haber tenido a Jesús en su vientre y en su corazón, pero al mismo tiempo no poseerlo para ella sola.

Por eso, no podemos imaginar que María se entristeció, ni que se puso celosa de su hijo, sino que tenía bien claro que él era hermano de todos los que querían escucharlo y los que estaban dispuestos a vivir como su Padre quería.

Amar no es poseer, amar es dar libertad. Así nos ama Dios Padre y así quiere que nos amemos entre nosotros. Así quiere que podamos amarlo a él, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo lo demás son desviaciones del amor. Todo lo demás se parece más a amor propio que amor de Dios. El amor posesivo que no incluye, sino que excluye a otros, el amor celoso, el amor que no acepta a los otros como son, en el fondo todavía no es amor o, por lo menos, no es reflejo del amor de Dios. Jesús quiere incluir a todos, aunque no todos quieren ser incluidos en él.

Él no excluyó a María al decir esto. Todo lo contrario, la incluyó para siempre, la guardó en su corazón, le dio el lugar que le correspondía. Pero, al mismo tiempo, abrió las puertas para que sean muchos más los hijos de su madre, los Hijos de Dios. Las puertas se abren no para que salgan unos y entren otros, sino para que entren todos, como decimos a veces: «Apretados, pero entramos todos».

Si escuchás y hacés lo que Jesús enseña, si lo escuchamos, nuestro corazón nos va a quedar chico para tantas personas. Tus hermanos y hermanas, tus madres, se multiplicarán. Ese es el secreto del evangelio, dar todo pensando y sabiendo que no tenemos nada y, de golpe, nos encontramos con todo. Dios nos da todo. Los que escuchamos día a día a Jesús en el evangelio nos sentimos hermanos sin vernos las caras. ¿No te pasa eso a vos? ¿Te parece poco?