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XXIX Miércoles durante el año

Jesús dijo a sus discípulos: “Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”.

Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”.

El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?

¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!

Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.

Pero aquel que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

Palabra del Señor

Comentario

Si tuviéramos tiempo, si nos hiciéramos el tiempo para detenernos, rezar y pensar cuantos SÍ le dimos a Jesús envueltos de nuestra propia debilidad, como lo hicieron los mismos discípulos, nos sorprenderíamos de la maravilla que hace su amor en nosotros. Esa debería ser la gran noticia del Evangelio que venimos desmenuzando desde el domingo, de la presencia de Jesús en nuestras vidas, que a pesar de nuestra debilidad nos sigue ayudando; que él nos toma, nos elige como somos, como estamos, para llevarnos a un lugar mejor, para que cambiemos, es verdad, pero para ayudarnos, no para juzgarnos.

Los discípulos, excepto Juan, según la Palabra de Dios y la tradición, terminaron dando la vida, terminaron muriendo literalmente por Jesús, terminaron perseguidos a causa del evangelio, terminaron recibiendo el bautismo y bebiendo el cáliz que Jesús bebió. De la misma manera empezó nuestro camino de seguimiento consciente y maduro del Señor. Algún día nos animamos a decirle que sí, nos animamos a decirle «podemos». Y a partir de ahí, empezó la aventura de lo cierto, pero también de lo incierto; la certeza de que vamos por el buen camino, de que vamos hacia buen puerto, pero con la incertidumbre de no saber lo que pasará mañana, de no saber qué es lo que nos pedirá, de no saber a qué nuevo servicio nos llamará algún día. ¡Qué lindo que es seguir así a Jesús!, con la certeza y la incertidumbre de estar siempre con él, a pesar de todo, a pesar de nuestras fragilidades, aun con nuestras pequeñas ambiciones, a pesar de lo que somos, con lo que somos, sin descartarlo, sino amándolo y sanándolo día a día con los sacramentos, con la oración, con su amor.

Con Algo del Evangelio de hoy simplemente te propongo algo sencillo, algunas preguntas para poder meditar, para hacer nuestro propio camino también.

La primera tiene que ver con el enfoque con el cual pensamos en esta venida del Señor de la que tanto habla la Palabra de Dios, podemos relacionarla con el día en que nos toque partir de este mundo –cuando nos llegue la muerte–, o bien con lo que llamamos «el fin del mundo», pero que en realidad esa será la llamada segunda venida del Señor.

¿Cómo la pensamos? ¿Como algo que nos da miedo, como un momento de temor, como un momento de incertidumbre; o la pensamos como un momento de alegría, como ese encuentro definitivo con Aquel que amamos? ¿Cómo la pensamos? Es importante pensarlo porque también ahí se juega en definitiva cómo vivimos hoy, cómo veremos ese momento, cómo lo viviremos. Hay que mirar esto de frente, no esquivarlo, porque en esa forma de mirar se juegan muchas cosas de nuestro día a día.

Por otro lado, si el Señor nos llamara hoy, ¿tendríamos temor o tendríamos esperanza? ¿Qué sentimiento o pensamiento se nos viene al corazón? Y si tenemos temor, ¿por qué tenemos temor? ¿A qué le tememos? ¿Le tememos a Jesús o tememos porque no estamos haciendo las cosas bien y no confiamos tanto en la Vida eterna? Nosotros tenemos que pensar que, si se nos dio mucho, no tiene que tomarse esto como una responsabilidad que nos ahogue y no nos deje avanzar; sino al contrario, debe ser más bien una alegría el saber que porque se nos dio mucho, el Señor nos pedirá mucho, pero como algo que es lógico, no es ilógico, no es algo tirado de los pelos –como se dice–, sino como una consecuencia de lo que él pretende de nosotros. Amor con amor se paga. Porque él nos dio todo y quiere exigirnos mucho para que ayudemos a otros también a encontrarse definitivamente con él.

Hagámonos estas preguntas para que nos ayuden a no ver ese momento del cual habla el Señor hoy en el Evangelio como un momento dramático, sino al contrario, como el momento culmen de nuestra vida, en el cual nos encontraremos con Aquel que nos dio la posibilidad de vivir esta linda vida, con Aquel que nos dio toda clase de dones y con Aquel que quiere que algún día podamos abrazarlo con todo lo que dimos en esta vida, con todo lo que pudimos amar y con todo lo que nos reservamos por temor y por no haber descubierto los grandes dones que teníamos.

Que las palabras de hoy nos ayuden a no andar con temor, sino a andar con la frente en alto, esperando la venida de Jesús a cada paso, en cada esquina, en cada persona, en cada detalle.