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XXIV Martes durante el año

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate».

El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo».

El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, continuamos en estos días queriendo andar un poco más «asombrados» por la vida, es lindo asombrarse un poco más, es necesario. Asombrarnos con la Palabra de Dios del día, pero al mismo tiempo intentar asombrarnos con las cosas que nos van pasando. No siempre el asombro tiene que ser para mal, al contrario, del mal ya estamos cansados, agotados. De hecho ya ni nos asombramos de ver muerte, injusticia, hambre, corrupción y tantas cosas más. El verdadero asombro es el asombro que descubre la bondad de las cosas, la bondad de las personas, la bondad de Dios escondida en un mundo que nos quiere anestesiar para que vivamos acostumbrados a lo que él pretende, en definitiva a nada, a la rutina de un mundo egoísta.

Es lindo ser hombres y mujeres «asombrados», que vean más de lo que ve el común de los mortales. Eso te propongo estos días. No sé lo que pasará mañana, ni vos ni yo lo sabemos. Tenemos este día. Es un regalo de Dios, tenemos que estar atentos para asombrarnos con lo que nos tiene preparado. El asombro es tan necesario para vivir en paz y alegría, que te diría que cuando vamos perdiendo esa capacidad innata del corazón que Dios nuestro Padre nos regaló, nos transformamos lentamente en todo lo contrario a lo que el Señor soñó para nosotros. En muertos vivos, en vivos sin alma, sin capacidad de ver la belleza de esta vida.

¿Qué te asombra de la Palabra de Dios de hoy? Si es necesario volvé a leerla o a escucharla. Si no hubo asombro, no habrá muchos frutos. En realidad, hoy es imposible no asombrarse. Hoy escuchamos una de esas páginas del Evangelio en donde el que no se asombra no tiene corazón. ¿Cómo no asombrarse ante esta escena en la que Jesús «intercepta» una procesión de muerte y la transforma en una procesión de vida? Jesús se mete en las «procesiones» de muerte que nos pasan por al lado o por el corazón para tocarlas y hacerlas revivir. ¿No te asombra eso? ¿No creemos que Jesús puede detener el «féretro» en el que llevamos el muerto que nos quitó la alegría que tanto nos llenaba la vida?

¿Qué te sorprende del Evangelio de hoy? Preguntate esto para poder sacar algún fruto. A mí me sorprende que Jesús le diga con tanta soltura a una mujer viuda que estaba llevando a enterrar a su hijo único: «No llores». Me asombra que Jesús pueda decir algo así en semejante situación. ¿Hay algo más humano y necesario en un momento así, como lo es el llanto? ¿Qué madre con corazón no lloraría en un momento así? ¿Jesús no tiene corazón y quiere sanar un corazón? Evidentemente no podemos pensar eso, pero hace bien preguntárselo. ¿Por qué Jesús dijo eso? Jesús… ¿Por qué le dijiste eso? Decinos por qué. Parece una ironía. El «no llores» de Jesús no es el «no llores» nuestro. Nosotros a veces no lloramos simplemente por orgullo, por «parecer» fuertes, para «sostener» a otros, supuestamente, para que no nos vean débiles, y es por eso que incluso nos han enseñado eso y transmitimos eso a nuestros hijos como un valor.

Jesús no pensó así, incluso Él lloró y no se tapó la cara para que no lo vean por vergüenza. El «no llores» de Jesús de la escena de hoy, es el «no llores» de la esperanza, es el «no llores» que Yo te consolaré, es el «no llores» de la confianza en la vida eterna, es el «no llores» de la fe, el «no llores» porque esto no es el final. Me animaría a decir que es el «no llores» del permitirse llorar sabiendo que ese llanto no tendrá la última palabra en nuestra vida. Es el «no llores» y dejate asombrar, que de lo peor siempre puede salir algo nuevo. Solo el que sabe y se deja asombrar puede llorar como lloró Jesús, sabiendo que el llanto es solo un paso a algo distinto algo mejor. Lloremos pero como lloró Jesús. Lloremos, pero dejemos que Jesús se meta en la procesión de «muerte» que hay en nuestra vida para que recobremos la alegría perdida.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre.