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XX Viernes durante el año

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»

Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.»

Palabra del Señor

Comentario

Me animo a decir que hay una cara del Evangelio que muchas veces no se ve, por diferentes motivos, pero no se ve. Es una lástima, pero creo que es así y no tenemos que callar nosotros, los que tratamos de anunciar el Evangelio. Lleva años en la vida dar pasos en ver, en un ver que, en realidad, es una imagen de la vida, no solo referido a la acción del ver, sino que se refiere a una «lectura», a una interpretación que se hace de la vida, de lo que pasa, de lo que nos dice Jesús. Por eso… ¿por qué, podríamos preguntarnos hoy, no se ve bien? Muchas veces no se ve porque es «más fácil» no ver en profundidad las cosas, ver en serio implica un esfuerzo y eso tiene una consecuencia: tener que cambiar. Otras veces no se ve porque no se tiene la capacidad, somos «cortos» de vista, miopes, somos ignorantes del ver y por eso el hombre anda por la vida «viendo» lo que se le antoja y no lo importante, y además lo más común es que lo que se le antoja pocas veces es lo más esencial de la vida. También están los que no quieren ver y, como se dice, «no hay peor ciego que el que no quiere ver», el que ve para otro lado para evadirse de la realidad, para «hacer la suya», para justificar sus ambigüedades, para tener algo que avale sus mentiras, su doblez de corazón, su hipocresía. Creo que es un tema lindo esto del «ver», algún día lo retomaremos en nuestros audios.

¿Qué parte del Evangelio, del anuncio de Jesús a veces no se ve? Creo que un tema olvidado en general, esos momentos del Evangelio donde vemos que Jesús sufrió rechazos, pruebas que tuvo que pasar y por eso, también podríamos decir, pruebas que pasamos nosotros. A Jesús lo pusieron a prueba muchísimas veces. En realidad, podríamos decir que su vida fue una gran «prueba». Dios se sometió a la prueba de este mundo que «no ve bien», de un mundo ciego de amor, ciego de verdad, ciego de belleza y, lo que es peor, convencido además de que «ve muy bien». Los fariseos muchas veces en el Evangelio pusieron a prueba a Jesús, como lo hace el mundo con el mismísimo Dios y con la Iglesia.

Un amigo que desde hace poco se había convenció de lo lindo que era seguir a Jesús, que se había convertido gracias a un regalo del cielo, me dijo algo así: «Amigo, desde que estoy siguiendo a Jesús, me estoy dando cuenta quienes son mis verdaderos amigos, me estoy quedando con menos amigos». Y es verdad, es así, basta que uno empiece a decir lo que piensa que rápidamente los que se autodenominan muy «abiertos» o que nos dicen que la libertad es lo más importante, empiezan a «crucificarnos» con sus comentarios y actitudes porque no pensamos como piensan ellos. Mi amigo me contestó: «Sí, la verdad que es así, pero prefiero estar con Jesús». «¡¡Ese es mi amigo!!», le dije, ¿no? Esos son los amigos de Jesús.

¡Qué alegría encontrar conversos que viven la fe a veces más convencidos que los que estamos desde hace tiempo en el camino! Debemos saber que, depende en el ambiente que nos movamos, si realmente nos jugamos por Jesús y la Iglesia, su Esposa, vamos a vivir el rechazo, la burla y la indiferencia de los que se jactan de no creer o de creer a su manera o incluso muchas veces de los miembros de la misma Iglesia, como les pasó a muchos santos, que no fueron comprendidos por sus superiores, por sacerdotes, por obispos o incluso por papas. No podemos dejar de «ver» estos momentos de la vida de Jesús. Si los ocultamos o no los queremos ver o preferimos ponerles edulcorante a estas escenas del Evangelio, vamos a la larga a sufrir más, porque nos armaremos un Evangelio a nuestro modo y cuando llegue la cruz, que siempre llegará, «saldremos corriendo», pensando que nos engañaron, que nos mintieron. Sin embargo, vemos que Jesús no engañó a nadie, ni a sus discípulos, ni a nosotros. Los evangelistas no engañaron a nadie, dejaron por escrito todo lo necesario para que conozcamos al verdadero Jesús.

Ahora, depende de nosotros «ver» toda la realidad y poder ver más allá, en realidad mirar después que vemos, porque, en definitiva, Jesús en el fondo ganó siempre, ayer, hoy y siempre triunfará. Él siempre «triunfó» en las discusiones a todos los que le quisieron discutieron, no por la fuerza o por la lógica en los argumentos, sino por la fuerza de su amor que terminó siempre triunfando y finalmente triunfó en la cruz, en la prueba, cuando lo pusieron a prueba hasta el final. Jesús no perdió nunca la calma, nunca perdió porque aprendió a «perder», valga la redundancia, a contestar y a callar, a vivir y a morir, a frenar o seguir de largo. En realidad, él nunca discutió, sino que mostró la verdad e incluso calló. «Quien quiera entender que entienda», dice Algo del Evangelio. No discutamos con un mundo o una persona que no quiere dialogar, solo mostremos la verdad que reluce por sí misma cuando la vivimos, pero que necesita tiempo, mucho tiempo. Tengamos paciencia, no nos enojemos. No nos enojemos con los que nos «ponen a prueba», es parte de la vida, es parte de vivir en la verdad. Cuanto más cerca de la verdad estemos, más nos confrontarán y nos «buscarán» para hacernos caer y «pisar la trampa».

Acordémonos que el único Evangelio que leerán algunos puede ser nuestra propia vida, que debe ser coherente, sencilla y verdadera. No nos olvidemos que muchos no desean creer en Dios, pero sí pueden creer en el amor, y en definitiva como Dios es amor, conocerán a Dios a través de nuestras obras. Por eso amar al hombre también es, de algún modo, amar a Dios y amando a Dios amaremos más a los hombres.