Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo.” Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?” Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña.”
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros.”
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada.”
El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.»
Palabra del Señor
Comentario
Es interesante cuando se lee o se escucha el evangelio estar atento a ciertos detalles. No es raro que en los detalles se encuentren a veces las cuestiones más profundas. No hay que pasarlos de largo. En esas palabras o actitudes de Jesús o de los personajes que interactúan con él, en los silencios, en las miradas no solo hablan las palabras de Jesús, sino que habla la escena completa. Habla cuando se relacionan mutuamente y se comprenden entre sí. Sé que es medio complejo lo que te digo, pero me imagino que lo irás experimentando. Por ejemplo, el domingo, la cananea, la mujer pagana, la mujer con esa fe tan grande, pide dos veces lo mismo, pero de distinta manera y, además, la segunda vez lo pide postrándose frente a Jesús. No es un detalle más, no es anecdótico eso. Eso dice muchas cosas.
Entre ellas su conciencia de que ese hombre no era un hombre cualquiera, lo llamó “Señor” por algo. No podemos decir que sabía “perfectamente” o teológicamente quién era Jesús, pero sí que percibía en él, sabía de él, aquello que era necesario para que le conceda lo que ella estaba necesitando: la curación de su hija. También en ese detalle se manifiesta la perseverancia de esta mujer, la tenacidad, la fortaleza, el olvido del “qué pensarán” los otros, su humildad y así podríamos seguir mucho más. No cualquiera pide como pidió esa mujer, esa madre llena de amor. Qué lindo poder seguir encontrando palabras de Dios dentro de las palabras escritas, palabras como “ocultas”, que hay que escarbar un poco, como el tesoro en el campo.
Tomando en cuenta todo esto que te acabo de decir, te propongo para hoy un camino diferente. Escuchá otra vez el audio e intentá prestar atención a ciertos detalles de la parábola que no pudiste percibir a simple vista, por decir así. Leelo otra vez si sos de leer. Pero escuchá, escuchá o lee despacio, no prestando atención tanto al todo, sino a los detalles.
Recordá que no podemos pretender que un sacerdote lo diga todo en un comentario, no pretender que en este audio yo pueda decirlo todo, sino también hacer el esfuerzo cada uno y hacernos algunas preguntas que nos pueden ayudar a cada uno para comprender qué es lo que Dios nos dice concretamente.
Los detalles dejo que los encuentres vos, pero yo dejo para todos algunas preguntas que nos animen también a hacer un camino con la Palabra. Jesús tampoco explicó todo. No pretendas eso, también intentó que los oyentes se pregunten.
Van algunas preguntas:
¿Qué reacción o sentimiento nos produce escuchar que este propietario –que sabemos que es Dios– se da el gusto de pagar lo mismo a todos habiendo trabajado cada uno diferente cantidad de horas? ¿Qué reacción o sentimiento nos produce en el corazón? Contestalo, contestalo vos por tu cuenta.
¿Pensamos que la justicia de Dios debe ser como la justicia humana? ¿Qué es la justicia, en definitiva? ¿Lo más justo no hubiese sido que los que trabajaron más hubiesen recibido más? ¿Qué es la justicia de Dios? ¿Tiene sentido esforzarse tanto si al final del camino, del día, de la vida recibiremos todos lo mismo?
Si al final de la vida Dios nos regala el cielo para todos los que trabajemos para él, ¿qué importa entonces haber sido invitado al principio, a la mitad o al final de nuestra vida? ¿Eso realmente te importa? ¿Importa? ¿No será que en realidad lo importante es aceptar su invitación?
Y una última pregunta: ¿Te enojaste alguna vez con Dios porque él sea tan bueno? ¿No tiene Dios el derecho de ser bueno, de hacer con su amor lo que él quiera? En definitiva, ¿no es eso el amor? ¿No hacés vos lo mismo con las cosas que son tuyas, no decidís vos a quién dárselas y a quién no?
Relacionándolo con el evangelio de ayer, solo puede comprender y aceptar esta forma de amar de Dios aquel que es pobre de corazón y de pensamiento y se despoja de su propia estructura mental para aceptar que el modo de ser, pensar y obrar de Dios es, en definitiva, mucho mejor que el nuestro.
Intentemos hoy ser detallistas con la palabra de Dios. No con Dios, con su palabra, con lo que nos dice, para poder comprender, un poco mejor, algo más de su inmenso corazón.