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XVIII Lunes durante el año

Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.

Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos.»

Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos.»

Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados.»

«Tráiganmelos aquí», les dijo.

Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.

Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Palabra del Señor

Comentario

Empezamos esta semana con ganas de encarar las cosas de nuestra vida, con ganas de que la Palabra de Dios nos ilumine; por eso hoy tomaremos un texto del salmo 118 donde seguimos aprendiendo qué nos dice la Palabra de Dios sobre ella misma, en realidad te invito a empezar esta semana de esa manera, a poner el corazón, a poder ver, a poder ver a Dios en todas las cosas. Dice el salmo 118 así: «Tu palabra es una lámpara para mis pasos y una luz en mi camino».

La Palabra de Dios ilumina –esta imagen es muy linda– ilumina nuestra manera de pensar, nuestros sentimientos, nuestros deseos; quiere iluminar. ¿Qué hace la luz natural en nuestra vida? En definitiva, nos permite ver lo que no podemos ver cuando esa luz no está; aunque nuestros ojos estén abiertos, cuando no hay luz, no podemos ver. Bueno… este ejemplo tan sencillo nos enseña que la Palabra de Dios nos permite ver lo que, por ignorancia, por incapacidad, por olvido, por preocupaciones, por nuestra ceguera, a veces no podemos ver; la Palabra de Dios quiere ser lámpara en nuestro camino, luz en nuestro sendero. Incluso Jesús mismo se presenta en el Evangelio de Juan como la luz del mundo: «Yo soy la Luz del mundo».

Pidamos entonces en este día que la Palabra de Dios nos pueda iluminar, que pueda iluminar nuestro camino, lo que vamos a hacer hoy; lo que hiciste también porque podés mirar para atrás y decir: ¿Cómo viví este día? Ojalá que hoy la Palabra actúe como lámpara para nuestros pasos. Por eso también podemos dejar que la Palabra ilumine lo que dijimos ayer, lo que estamos contemplando del Evangelio de Juan, en donde se nos invita a ver a Jesús también como nuestro alimento, nuestro alimento espiritual. Somos espíritu y cuerpo. Pero necesitamos fundamentalmente saciar nuestro hambre que a veces no nos deja estar en paz, nuestro hambre de amor. Es así que Jesús ayer, domingo, se nos presentaba como el Pan de Vida, se nos invitaba a poder buscarlo a él. ¿Por qué estamos trabajando? ¿Dónde estamos poniendo nuestro corazón? ¿Dónde estamos poniendo nuestras fuerzas?

De Algo del Evangelio de hoy quiero resaltar dos cosas que nos pueden ayudar a iluminar nuestra vida concretamente. Los discípulos ante esta actitud de Jesús, que al ver a la multitud se compadece y quiere darles de comer; y los discípulos de alguna manera se desentienden –vemos esa actitud–, se desentienden como cualquiera de nosotros por ahí lo haría, porque no pueden creer, no podemos creer ni entender cómo es que Jesús pretende darle de comer a tanta gente con tan poco. «Aquí no tenemos nada más que cinco panes y dos pescados»: esa es la actitud de los discípulos. Pero, por contraste, ¿cuál es la actitud de Jesús? Él dice: «Denles ustedes de comer». Como ya dijimos alguna vez, en definitiva, pretende que ellos se «se hagan cargo» también del problema. ¿Cuántas veces nosotros no nos hacemos cargo de las cosas que nos pasan alrededor, del hambre de este mundo, de las situaciones de miseria, que muchas veces vemos y nos topamos día a día por las calles? ¿Cuántas veces evitamos jugárnosla por las realidades que nos tocan vivir; las realidades de nuestros lugares, las realidades de injusticia, de falta de alimento, de nuestra propia familia, de alguna enfermedad?

Estamos esquivando a veces ese familiar enfermo que tenemos que ver, estamos esquivando hablar con nuestra mujer, con nuestros hijo, con nuestro marido, porque no queremos enfrentar las situaciones, estamos esquivando hablar con aquel que se merece nuestro oído. «No, no se puede, esto no se puede solucionar», podemos llegar a decir a veces. Y Jesús hoy nos invita y nos anima a hacernos cargo sabiendo que finalmente él es el que hará las cosas a través nuestro. Él no nos pide que tengamos una actitud de omnipotencia, sino que nos pide que nos entreguemos, una actitud de generosidad: «Dame lo que tenés, no pienses que es poco; y aunque sea poco dámelo, porque Yo voy a ser el que lo voy a hacer en definitiva, yo voy a ser fecundo, Yo voy a hacer que ese amor se derrame sobre los demás».

Hacé algo hoy, dejá que Jesús te diga: «Dame esos cinco panes y dos pescados que Yo los voy a multiplicar».

Por eso, podemos parafrasear algo que Jesús nos diga este día. Dale vos de comer; frenate hoy y dale vos de comer a ese que pasa siempre; frenate y hablá con quien tenés que hablar; pedí perdón al que tenés que pedir perdón; hacé algo, no esperes el milagro sin tu participación. Hoy Jesús nos enseña a que él nos quiere hacer participar de sus milagros, de esa maravillosa actitud de la compasión de Dios para con el mundo, porque el mayor milagro de Jesús, en definitiva, es derramar su amor sobre tantos que lo necesitan, a través de personas débiles como vos y yo.

En el fondo es también lo que intento hacer con estos audios y que intento hacerte parte; estamos de alguna manera multiplicando los panes, ¿cuál pan?, el pan de la Palabra de Dios, el pan de Jesús que quiere llegar a miles y miles. Por eso también vos sos parte de esta actitud de evangelizar, vos sos parte de la Iglesia. Ayúdanos, ayúdanos a transmitir este Evangelio a todo el mundo. Acordate que podés recibir los audios directamente en tu celular, en la web (www.algodelevangelio.org) y ahí ver las distintas formas de hacerlo llegar, o escribirnos un mail a algodelevangelio@gmail.com para contar tu testimonio, para ayudarnos a evangelizar.

Dios nos da su Palabra, nosotros tratamos de partirla y entregarla a otros, y vos tenés que ayudar también a repartirla a la multitud. Da la Palabra de Dios, multiplicá la Palabra de Dios a tantos que lo necesitan.

Dios quiere que hoy su Palabra nos ilumine el camino, ilumine nuestros pasos, para que podamos vivir un día en alegría, un día en paz junto a los que más queremos, y también en nuestro trabajo, en todo lo que tenemos que hacer. Que hoy una vez más su Palabra nos conmueva y nos cambie el corazón para animarnos a ser parte de este gran milagro del amor de Dios.