La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.» Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.»
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.
Palabra del Señor
Comentario
Un consejo para hoy y para siempre, para mí mismo y para vos, para los tuyos: ¡No le aflojes!, como se dice acá en Argentina. ¡Te lo pido por favor, no le aflojes! Muchas cosas podemos dejar de hacer en nuestra vida, muchísimas. Muchas cosas cambian, es verdad. Muchas cosas duelen; y cosas que cambian, y es bueno que así sean. Las que duelen nos gustaría que pasen rápido, pero hay algo que no debe cambiar nunca y debe permanecer siempre, aún en las dificultades más complicadas, y es… el seguir escuchando. “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo”. No dejes de escuchar la Palabra cada día. No importa cómo. Yo a veces, es verdad que exijo un poco. Te exijo un poco, pero no importa, a veces, cómo estés, con quién y por medio de quién. No importa si estás triste, alegre, deprimido, sin esperanza.
Al contrario, tirate en la cama y ponete a escuchar la Palabra de Dios. Lo importante, en principio, es escuchar. Aunque a veces, no podamos ahondar demasiado. Por eso, ¡no le aflojemos! ¡No le aflojemos! Terminemos esta semana diciéndonos otra vez al corazón: “¡Quiero seguir escuchando Señor! ¡Me hace tanto bien! Aunque a veces no entienda, aunque a veces no pueda cambiar, aunque a veces no comprenda. Me hace tanto bien. ¡No quiero, no puedo dejar de escuchar!” Digámosle hoy a Jesús: “¡No quiero dejar de escuchar! No quiero caer en la tentación, tan tentadora, de pensar que ya está, de aburrirme de tu amor, de tu corazón, de cansarme de Dios. No permitas eso”.
Si te dan ganas de aflojar, pensá en esos días en los que la palabra te cambió, te ayudó. Algunos días ayuda más, otros menos. Es verdad, depende, pero siempre ayuda. Esto es verdad y nos ayuda mucho a todos, porque estamos unidos por la misma palabra, la palabra que transmite una verdad.
La misma verdad que defendió Juan el Bautista hasta el final de su vida y por la que tuvo que morir decapitado. Sí, es verdad. Si escuchamos esta lectura de Algo del Evangelio de hoy parece una película. Esas que vimos tantas veces, pero esto pasó en la realidad. Pidieron la cabeza de Juan llevada en una bandeja. Toda una imagen de lo que es capaz de hacer el ser humano, cuando el odio y la envidia anidan en su corazón, cuando se olvida la verdad, como tantas cosas que escuchamos día a día.
En Algo del Evangelio de hoy no hay muchas palabras de Juan, no habla directamente. Simplemente decían que decía él: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”. Decía la verdad, eso que algunos les molesta. ¿Cómo le molesta a tanta gente escuchar la verdad, incluso dentro de la Iglesia? Hay gente que se escandaliza porque uno dice las cosas que dice “en Jesús”, incluso hasta te pueden tildar de imprudente, porque la verdad divide. Sí, es verdad, la verdad genera grieta, como se dice hoy, pero es la misma verdad que proclamó Jesús, la misma verdad que proclamó Juan el Bautista. No tengamos miedo a decir la verdad, con amor, pero decir la verdad. Juan el Bautista lo hizo.
Pero sí, el evangelio está lleno de palabras de otros. Volviendo a lo anterior, pero podríamos decir que sí el evangelio está lleno de palabras de otros; palabras de mentiras, cobardías, engaños, vendettas, falsos juramentos, hipocresía, vanidad. Todo para terminar, finalmente, matando a la verdad, para acallarla, aunque no pudieron. Así es la historia de este mundo que vive con tanta hipocresía, que odia la verdad y le gusta vivir en las sombras, en las tinieblas, desde siempre y, más todavía, desde la llegada a este mundo de la Verdad, con mayúscula, que es Jesús. Así actúa la cobardía en nuestro corazón cuando no nos animamos a jugarnos por la verdad por miedo o por bronca, incluso matamos algunas verdades de los otros o matamos a otros con nuestras supuestas verdades.
El martirio de San Juan el Bautista es espejo que, por contraste, muestra la debilidad de este mundo y de nuestros corazones que les cuesta muchísimo reconocer y jugarse por la verdad, incluso hasta derramar la sangre. ¡Cómo cuesta encontrar personas que se jueguen por la verdad! ¡Cómo cuesta incluso dentro de nuestras familias, de la Iglesia! ¡Cómo cuesta encontrar cristianos que realmente estén dispuestos a morir por la verdad, que no tengan miedo de hablar y defender a Jesús! Reina hoy la dictadura del relativismo. Reina hoy una dictadura distinta a la que el mismo relativismo le encanta señalar, la dictadura del relativismo. No podés decir lo que pensás, porque te crucifican. Da tristeza cuando los cristianos somos cobardes y no nos animamos a defender y a hablar de Jesús, a dar la vida por él como él la dio por nosotros.
A veces defendemos muchas verdades, pero son muy chiquitas, son intrascendentes, son superficiales. Y no defendemos la única Verdad por la cual vale la pena vivir y morir. Cuando tomamos conciencia de que alguien nos amó hasta el extremo y dio la vida por nosotros, vamos entendiendo que nuestra vida no tiene sentido si no vamos por el mismo camino; que no vale la pena sufrir por bagatelas, sino únicamente por el amor de Jesús, por amor. Esto Juan el Bautista lo entendió perfectamente y, por eso, terminó con su cabeza en una bandeja, pero lo que es mejor, terminó siendo recordado por todos nosotros.
¿Qué preferimos realmente? ¿Preferimos vivir acomodados y ser recordados como personas mediocres que no aportaron nada al Reino de Dios? ¿Preferimos vivir acomodados en nuestra comodidad? ¿No es más lindo vivir y morir por la verdad, por Jesús, dejando algo más grande en este mundo, sabiendo que en cualquier momento podemos dejar de estar? ¿Dejar algo que perdure para siempre? No alcanza con ser buenos, de esos hay muchos, sino que hay que vivir como Juan el Bautista, preparando el camino para que Jesús viva en los corazones de aquellos que andan necesitados de verdad y amor.