Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor
Comentario
Es interesante ir aprendiendo lo que la palabra de Dios dice sobre sí misma, que, en definitiva, en cierta manera, es lo que Dios dice sobre sí mismo, sobre lo que él quiere decirnos. Si Dios es el que habla por medio de su palabra escrita, entonces quiere decir que Dios nos habla de sí mismo a nosotros y también nos habla de nosotros, a nosotros. Parece un trabalenguas, pero es así. Pero entonces, quiere decir, y en esto quiero que prestemos atención, que la palabra escrita, es solo un medio, un instrumento por el cual Dios nos dice cómo es él y cómo somos nosotros. Y, podríamos agregar, y cómo quiere que seamos nosotros.
Sintetizo esto que quiero decir: una cosa es hablar de la palabra de Dios escrita, la que encontramos en la Biblia y por eso podríamos llamarla mejor… Sagrada Escritura, y otra cosa es hablar de la Palabra de Dios con mayúscula que, para tu sorpresa y la mía, alguna vez cuando lo aprendí, es “mucho más que la Biblia”. Porque la Palabra de Dios, con mayúscula, en realidad, no es una cosa escrita, no es una transmisión oral, sino que es Jesús. Jesús es la palabra de Dios. ¿Comprendemos esto? Como decía el Evangelio del Domingo: “¿Comprenden esto?”. Jesús es la Palabra de Dios para todos, para todos los hombres. Es todo lo que Dios nos quiso y nos seguirá diciendo. Y Jesús habla más allá de la Biblia, aunque, por supuesto, que la Biblia es el lugar privilegiado, es el mejor de todos, por decirlo así.
Por eso, cuando digo que aprendamos qué nos dice la palabra de Dios sobre sí misma, me refiero a la Sagrada Escritura. Qué nos dice la escritura sobre lo que es la misma escritura y lo que hace en nuestra vida. Por supuesto que lo podemos aplicar a Jesús, porque Jesús también habla de sí mismo para que conozcamos su corazón y el del Padre. ¿Comprendemos esto? Espero que sí.
La carta a los hebreos dice así: “La Palabra de Dios es viva y eficaz y es más cortante que cualquier espada de doble filo”.
Sí. La palabra de Dios es viva, pero también es eficaz, o también podríamos decir que es eficaz porque está viva, porque es viva. Solo lo que está vivo puede dar vida y esa es su eficacia, la vida. La palabra de Dios escrita es eficaz, quiere decir que dice lo que hace y hace lo que dice. No se comporta como nos pasa a nosotros, que muchas veces no vivimos lo que decimos. Es eficaz en nuestra vida cuando la escuchamos con constancia. Siempre termina dando fruto y esa es la maravilla. Lo que te está pasando a vos ahora, está dando fruto y produce en nosotros lo que nos va diciendo. Como que va trabajando interiormente, silenciosamente, con el tiempo, con paciencia, es verdad, si se escucha con amor.
Es lindo saber eso. Es lindo creer en esto. Creé. Creamos en esto. Son innumerables las personas. Te lo digo en serio y es para dar gloria a Dios, que me dicen que, gracias a escuchar la palabra de Dios todos los días, su vida se transformó, pero se transformó en serio. Si todavía no creés que sea eficaz, es porque todavía no pudiste experimentar esta realidad, no pudiste escuchar con un corazón abierto y dispuesto. No le dedicaste tanto tiempo. No nos rindamos. No bajes los brazos. No nos cansemos. Todos estamos en la lucha en todo tiempo, en todo momento. Todos estamos en este camino. Todos tenemos que caminar escuchando. Tenemos que volver a empezar siempre.
Algo del Evangelio de hoy nos enseña algo muy lindo: el interés de los discípulos por saber más, por comprender. No creyeron que “se las sabían todas”. No creyeron que habían comprendido. ¿Te acordás que el mismo Jesús dice que la mayor dificultad por la cual la palabra de Dios no da fruto en nuestra vida es por la falta de comprensión o sea por la ignorancia? Somos ignorantes en las “cosas de Dios” y por lo tanto en sus palabras. ¿Lo sabíamos? A veces nos convencemos de que las parábolas de Dios, incluso en la catequesis se enseñan así, son una especie de lindos “cuentitos” para niños y creemos que las comprendemos fácilmente, pero la mayoría de las veces nuestra comprensión es superficial.
Se queda ahí arriba nomás, sin tocar fondo, y si no toca fondo, si no toca el corazón, no echa raíz, no termina de ser eficaz. Señor: «Explicanos la parábola de la cizaña en el campo.» Qué lindo poder decirle eso hoy a Jesús, pero con todas las palabras. “Explicanos algo más de lo que creemos que ya sabemos. Ayudanos a comprender que en realidad no comprendemos nada. Ayudanos a no darnos el lujo de decir que “ya está”, ya no necesitamos explicaciones, ya no necesitamos hacernos más preguntas” Dichoso aquel que pregunta siempre porque siempre se da cuenta de que jamás puede saberlo todo. Dichoso aquel que al escuchar la palabra de Dios de cada día le dice a Jesús, con humildad y sencillez, “Jesús, ¿me explicás mejor lo que dijiste? ¿Me explicás lo mismo, pero bajado a mi tierra-corazón, a mi pobre comprensión? ¿Me lo explicás para que pueda vivirlo en mi vida? Dichoso el que cada día se toma el trabajo de escuchar a Jesús y pedirle que sea él mismo el que le explique y no solo el sacerdote de turno, aunque nos puede salir bien, pero… sino que sea él.
Dichoso el que no considera a la palabra de Dios algo más en su vida ni la compara con cualquier escrito, sino aquel que toma conciencia de que es “viva y eficaz”, que da vida y cambia la vida y, de golpe, se va dando cuenta que no hay palabras más lindas que las palabras que salen de la boca de Dios. Dichoso aquel que dedica más tiempo en su día para escuchar a Dios y no tanto en escuchar palabras de la televisión, de las novelas, de las series, de las “malas-noticias”, de los chismes, de las calumnias, de los juicios apresurados, de los que se las “saben todas” y se creen los mesías de este mundo, de un mundo que únicamente y lo salva Jesús.
Hoy seamos dichosos oyentes de la palabra de Dios. Hoy seamos humildes “preguntones” y démonos el lujo de preguntarle a Jesús todo lo que necesitamos. Hoy reconozcamos nuestra ignorancia y volvamos a escuchar o leer la palabra para descubrir algo nuevo, algo que no sabíamos.