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XVII Domingo durante el año

Jesús dijo a la multitud:

«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.

Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

«¿Comprendieron todo esto?»

«Sí», le respondieron.

Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».

Palabra del Señor

Comentario

El domingo es el día del Señor, no solo porque es un día para dedicar un poquito más de tiempo a estar concretamente con el Señor; y esto podemos entenderlo cómo dedicar un poco más de tiempo a la oración, por supuesto ir a Misa a dar gracias y ofrecer nuestra vida, disfrutar un poco más del silencio o de una buena lectura; sino también, porque es un día para estar con los que el Señor nos pone al lado ya que también en ellos se manifiesta su presencia.

Por eso, es que el domingo es bueno aprovechar para hacer lo que muchas veces no hacemos por las corridas de cada día, por el trabajo, por las obsesiones que tenemos, por los afanes, por las preocupaciones, por las tristezas, por los enojos; que hacen que sin querer nos aislemos y nos perdamos de tantas cosas que tenemos y no alcanzamos a apreciar.

El día del Señor es un día para estar más con nuestra familia, para estar un poco más con nuestros hijos; pero no con la televisión de por medio, no con más ruido; sino para estar en serio, para descansar un poco más, para escucharse mutuamente, para preguntarse cómo está cada uno, para ver cómo fue la semana, para animarse para la que viene. Es un día para estar; para estar con el Señor presente en nuestros hermanos, en nuestros seres queridos; para rezar también por ellos y con ellos.

En Algo del Evangelio de hoy, continuamos escuchando parábolas del Reino de los cielos; ¿te acordás de los domingos anteriores? La parábola del sembrador; la parábola del trigo y la cizaña; y hoy las parábolas de la perla, del tesoro escondido y de la red que se tira al mar. Diferentes explicaciones de lo que es el Reino de los cielos; de lo que es el Reino de Dios, de lo que es el Reino del Padre y nosotros sus hijos, junto con nuestro hermano mayor; con Jesús, que nos ha venido a enseñar a ser hijos de Dios. Estás parábolas completan de alguna manera la explicación de lo que muchas veces no llegamos a comprender de una sola vez. Hoy animémonos a dar un paso más; hoy el Señor nos habla otra vez al corazón, de modo sencillo pero para que también preguntemos.

Las parábolas de hoy; especialmente la del tesoro y de la perla, nos muestran el valor y la belleza del Reino de Dios; el valor y la belleza de encontrarse continuamente a lo largo de nuestra vida y cada día, con Jesús.

Jesús es el tesoro, Jesús es la perla; nosotros somos los que encontramos el tesoro o que nos dejamos encontrar por Él, nosotros somos los que buscamos la perla. Vos y yo somos aquellos que necesitamos tener un verdadero tesoro en la vida; vos y yo somos aquellos que necesitamos encontrar cosas lindas, cosas que nos hagan bien, cosas bellas. Todo ser humano es creado para valorar la verdad y la belleza de esta vida. Y ese es el Reino de Dios: encontrarse con Jesús, que es encontrarse con la verdad más profunda y que da la mayor alegría en este mundo. Encontrarse con Jesús ayuda a ver la belleza y la grandeza de esta vida que nos ha regalado Dios.

Por eso encontrar el tesoro nos llena de alegría; ¿Te llena de alegría? Encontrar la perla nos anima a vender todo; cuando uno encuentra lo que realmente vale la pena, todo lo demás vale poco, vale también, pero muy poco en comparación con lo mejor.

Llevemos esta imagen del tesoro y de la perla a nuestra vida sencilla y cotidiana de cada día, porque no hay que “vender” todos los bienes para jugarse por Jesús; pero sí hay que vender aquello de lo que nos hemos adueñado y que tenemos ahí retenido, y finalmente no nos deja amar con alegría.

¿Qué nos pasa que a veces arrastramos la fe, qué nos pasa que somos cristianos y parece que queremos negociar con todo, queremos quedar bien con unos y con otros?

El que encuentra el tesoro o el que se deja encontrar por Jesús; deja, vende lo que tiene para poder quedarse con Él. Vende su egoísmo –lo deja de lado–, vende su orgullo, su pereza, vende su lujuria, su avaricia; vende todo, para encontrar la alegría del amor que nos da el seguirlo. El que encuentra la perla fina, realmente se da cuenta de que no hay nada más lindo, nada más bello que estar con Jesús y que eso no nos quita nada, sino que da todo.

Que este domingo sea un día lindo, para seguir encontrando el tesoro y la perla más linda de nuestra vida, a Jesús, estando un poco más con Él, solos o con los que más queremos.