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XVI Miércoles durante el año

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.

Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»

Palabra del Señor

Comentario

Si seguimos en detalle el relato del Evangelio del domingo, en realidad nos daremos cuenta que finalmente los discípulos y Jesús no pudieron descansar como tanto lo deseaban. Tenían que descansar porque no tenían tiempo ni para comer, pero no pudieron, porque Jesús les había propuesto ir a un lugar desierto, pero, cuando llegaron a la otra orilla, los esperaban una multitud que se había dado cuenta que eran ellos y, además, llegaron antes. El llamado mar de Galilea, que en realidad es un lago, es muy extenso, por eso debemos suponer que por lo menos descansaron mientras navegaban a ese lugar desierto. Seguramente en la barca le contaron muchas cosas, todo lo que habían hecho y enseñado, disfrutaron del paisaje, de las palabras de Jesús, pero el detalle importante del relato es que no lograron lo que pretendían. ¿Y entonces? Todo lo que venimos hablando de la necesidad del descanso… ¿Qué hacemos? La necesidad y la invitación de Jesús sigue siendo importante para nosotros como enseñanza, pero al mismo tiempo es lindo, interesante, ver cómo Jesús es capaz de renunciar a su descanso, a su deseo con sus amigos, cuando se conmovía su corazón ante la necesidad de los que lo buscaban y «andaban como ovejas sin pastor».

No siempre podemos lograr lo que queremos, lo que deseamos, a veces la realidad se nos impone. Nosotros planeamos, proyectamos, pero la realidad siempre es más compleja de lo que creemos y pretendemos. Por eso, siempre hay que estar dispuesto a cambiar lo que habíamos pensado o planeado, cuando hay una necesidad real que podemos atender, la caridad del amor. No somos Jesús, pero podemos vivir como él. Podemos intentar día a día imitar sus actitudes, sus deseos, sus pensamientos, su compasión ante los que más sufren.

Nuestro corazón puede vivir muchas ambigüedades, puede desear por momentos dar todo y en otros momentos ser capaz de escaparse para no ver a nadie. Por supuesto que todos debemos tender a ser fieles a lo que Jesús nos propone y a desterrar el egoísmo de nuestro corazón. Eso es lo que lograron los discípulos, los grandes santos; por eso, es un camino que solo se consigue con la gracia y el amor de Dios, que nos va purificando, en la medida que nos dejamos amar y salimos a amar a los demás, mientras navegamos por esta vida, junto a Jesús.

Hablándonos en parábolas, Jesús nos enseña esto sin decirlo, con su modo de enseñar. Nos enseña que la realidad no se define con una frase, con una sola parábola, con una imagen, sino que con muchas frases y muchas parábolas uno puede acercarse un poco más a la verdad, pero que jamás podemos atraparla del todo. La Verdad finalmente se vive, se descubre en las experiencias también, no solo con palabras. Al hablarnos del Reino de Dios en parábolas, Jesús nos enseña a ser humildes, a ir entendiendo poco a poco y, al mismo tiempo, saber que jamás lo entenderemos todo. Cuando queremos atrapar la verdad, aferrarnos a ella, cuando creemos que sabemos todo de Dios, de la vida, de nuestra fe, de la vida espiritual, de lo que nos pasa, por saber cosas, saber «frases»; es cuando en realidad sabemos muy poco.

Algo del Evangelio de hoy nos introduce en el misterio del crecimiento del Reino de Dios en nuestra tierra-corazón. Podríamos decir que los sembradores salen a sembrar. Uno es el Sembrador con mayúscula y otro con minúscula. Uno siembra con generosidad para todos y para que demos frutos, el otro siembra por ahí, vos y yo, mezquinamente, no confiando tanto en la bondad de los corazones. Tu vida y la mía es un poco de todo, es compleja. ¡Aceptémoslo! Tenemos todos los terrenos en el corazón, una mezcla; no somos a veces ni uno o el otro únicamente, somos mezcla. Algunas palabras de Dios prenden fácil, germinan y otras las desperdiciamos. Con algunos temas nos entusiasmamos más que con otros, y con otros ni siquiera nos sale escuchar. En nuestro corazón, además, hay cizaña sembrada por el «enemigo» o por personas que se disfrazan de «enemigos», y nosotros mismos nos transformamos en tierra fértil para esa cizaña cuando no rechazamos el mal de nuestro corazón y somos nuestros propios «enemigos».

¿Qué podemos hacer? Podemos ser tierra fértil cada día un poco más, tenemos que ser tierra de la buena, de la que recibe la Palabra, la que le da un buen espacio de crecimiento, le quita las espinas, la abona y sabe esperar para ver el fruto. La dinámica de la Palabra de Dios en nuestra vida es como la de la «semilla y la tierra», es esa relación constante y que finalmente no termina, no terminará sino hasta la muerte. Es un trabajo de todos los días. La semilla tiene todo su potencial para crecer y nosotros todo para hacerla crecer. La semilla está todos los días disponible, la estás escuchando ahora con estos audios y todos los días cuando también lees la Palabra por tu cuenta. Tu respuesta es hoy, la nuestra es hoy, no mañana esperando a ver qué pasa. Nuestra respuesta no es a futuro, es ahora. Podemos dar mucho más fruto de lo que damos. Podemos hacer algo más para amar, para perdonar, para ayudar, para hacer crecer a Jesús en nuestro corazón. Podemos mucho más, no seamos mezquinos, no midamos tanto, dejemos que el amor de Dios nos transforme en serio y no nos conformemos con la mediocridad, que a veces nos agobia. «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!», como dice Jesús hoy en el Evangelio.