Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú.»
Palabra del Señor
Comentario
El Sembrador con mayúscula, el verdadero sembrador de las semillas que dan fruto y vida a este mundo, a tu corazón y al mío, a este mundo “lleno de nada y harto de todo”, como dice un himno tan lindo, es Jesús. ¡Qué lindo que es saber esto! ¿Lo sabías? Todo ser humano quiere dejar algo en esta tierra. Es casi, te diría, natural, porque fuimos creados para amar y el amor nunca es en vano. No solo para el que cree, para todos, pero más para el que cree. Y nunca quiere quedarse solo, aquel que ama. Por eso nunca perdamos las ganas de “sembrar” y de crecer al mismo tiempo. Es señal de que algo está muriendo en nosotros, cuando no se nos van estas ganas, y no es justamente el cuerpo, sino se nos va muriendo el corazón.
Una vez escuchaba un político que decía que su anhelo más grande es que algún día sus hijos puedan ver una calle con su nombre después de morir, que lo reconozcan por todo lo que hizo por su municipio. Me río un poco, pero mejor me guardo algunos comentarios. Pero para mí es triste. Es triste que la cosecha de la siembra de toda una vida es simplemente el nombre de una calle. Sin embargo, a veces, los hombres desean eso. Algo muy pobre. En el fondo, el que desea eso tiene un corazón chiquito. ¿Solo una calle querés? Para el que cree, para los hijos de Dios, deseamos cosas más grandes.
Jesús siembra en nuestras vidas para algo mucho más grande, no para dejar “cosas” materiales o nuestros nombres grabados por ahí, sino para frutos de amor y para que nuestros nombres, en realidad, queden grabados en miles de corazones, de donde nunca se borrarán. Hay personas que para que no se las olvide necesitan que sus nombres queden grabados en un cartel, incluso algunos que se hacen mausoleos gigantes en los cementerios. Pero los más recordados, sin necesidad de carteles, son los que aman en serio y dan su vida por los demás. No los que dan cosas o simplemente hacen “lo que tienen que hacer”, se conforman con lo que tienen que hacer. Por eso, los santos son recordados por generaciones y generaciones. Porque amaron y fueron tierra fértil al amor de Jesús, porque no desaprovecharon la gracia de Dios, sino que recibieron las semillas de la palabra de Dios y dieron frutos verdaderos. Algunos mucho, otros no tanto, otros poquito, según su capacidad. Ese es otro tema que vamos a seguir en estos días.
En Algo del Evangelio de hoy resulta raro y difícil escuchar de labios de Jesús un reproche, un reto, un enojo. Sin embargo, en el evangelio los hay y muchos y no lo podemos ocultar y callar. Jesús lo hizo y sería de necios esquivar estas palabras. ¿Qué hago como predicador? También se puede preguntar un sacerdote. ¿Me pongo a hablar de otra cosa haciéndome el distraído? Y no, la verdad que prefiero hablar de lo que Jesús nos dice hoy a todos. Por eso es tan importante que no hagamos reflexiones solamente de la palabra, sino que comentemos la palabra y la leamos para realmente escuchar lo que dice. Esto es para todos. Porque no hay peor cosa que escuchar el evangelio y andar pensando que se refiere a otros, andar buscando a quién le cae bien lo que dice Jesús. ¿Te pasó alguna vez? No estés pensando a quién mandarle este audio mientras lo escuchás, que a veces también nos pasa, sino mejor pensá qué te quiere decir Jesús a vos en concreto, y después sí, mándaselo a alguien.
¿A quién le gusta ser corregido, a quién le alegra ser corregido? Solo al que alcanzó una sabiduría y santidad que le permiten descubrir en todo, la voluntad de Dios. Nosotros, simples cristianos que andamos luchando día a día por la santidad, no podemos decir lo mismo, a veces. Me parece. Nos cuesta mucho ser corregidos y mucho más por Jesús, no solo porque toda corrección molesta, sino porque muchas veces tenemos una imagen desdibujada de nuestro maestro, una especie a veces de “bonachón” sin fuerza que habló solo de un amor abstracto y de paz, olvidándonos de las otras dimensiones del amor, que es el NO, la corrección, la lucha interior y exterior, el sufrimiento a causa del amor y de su palabra y tantas cosas más. Jesús ama plenamente y por eso nos quiere enseñar a amar plenamente.
Ayer nos exigía un amor por encima de nuestra familia. Jesús nos ama incondicionalmente y por eso tiene todo “el derecho”, por decirlo así, de entristecerse y reprocharnos nuestra falta de amor. Como lo hizo con estas ciudades, Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, que nos representan a todos nosotros, que vivimos llenos de dones, que hemos recibido tantas gracias y milagros en nuestra vida. ¿Estás seguro de que el reproche de Jesús no es como una caricia al alma? ¿No pensás que el reproche de Jesús se puede trasformar en una palabra al oído llena de paciencia, una palabra de ánimo para que de una vez por todas amemos y hagamos lo que él desea de nosotros? ¿Alguna vez no le reprochaste a tus hijos su falta de amor? Es normal. ¿Alguna vez, como hijo, no te diste cuenta de que amaste muy poco a tus padres en comparación con lo que ellos te amaron? Si sos adulto, ¿no te pasó alguna vez que se te cayó la cara de vergüenza al ver todo el amor que tantos seres queridos te dieron y darte cuenta lo poco que los habías correspondido? A mí sí, muchas veces. Jesús nos ama infinitamente más de lo que podemos imaginar. Qué lindo que es pensar que nos puede reprochar con amor y dolor. No nos demos el lujo de enojarnos. ¡Pobre Jesús! Tanto amor hacia nosotros y tan poco correspondido. ¡Pobre Jesús! ¡Si por lo menos hoy, vos y yo, hiciéramos algo más para demostrarle nuestro amor, aunque parezca poco! ¡Si por lo menos en este día hiciéramos lo posible para no ofendernos o entristecernos por una corrección de amor! ¡Si por lo menos hoy aprendiéramos de las correcciones que nos ayudan a crecer!
Dejemos que las semillas de amor que Jesús sembró en nuestras almas, den fruto de una vez por todas. Dejemos de desaprovechar tanto amor que recibimos. Dejemos de ahogarnos con las cosas de este mundo que nos agobian. No permitamos que el maligno nos robe más la alegría, la esperanza y la paz.