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XIX Lunes durante el año

Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará». Y ellos quedaron muy apenados.

Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?». «Sí, lo paga», respondió.

Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?». Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».

Palabra del Señor

Comentario

Todo lo que el Padre Dios hace por nosotros es por atracción… Su trabajo podríamos decir que es atraernos. Él desea atraernos, no «traernos». Esta es la idea central del Evangelio de Juan que escuchamos ayer y es la esencia del cristianismo que muchas veces hemos olvidado o que muchas veces la Iglesia, nosotros, sus miembros, nos hemos encargado de ir desdibujando por no comprender la verdad del mensaje de Jesús, por haberlo recibido mal o haberlo transmitido mal. ¿En qué momento de la historia fuimos transformando la fe en una «obligación», cuando en realidad el Padre envió a su Hijo para atraernos por amor? ¿En qué momento de nuestra historia personal nos dimos cuenta que cuando se trata de amar, es imposible obligar quitando la libertad? En realidad, deberíamos aclarar que la palabra «obligar», esa que hoy da tanta alergia, cayó en desuso o se usa muy mal, justamente por su mal uso. El mal uso de ciertas palabras o el haberlas cargado de un sentido que hizo perder su sentido original, valga la redundancia, nos aleja de la verdad. Con nuestra fe en algunas cuestiones pasó lo mismo y pasa muchas veces esto. Volviendo a la palabra, si entendemos la «obligación» como una acción sin libertad, deberíamos aclarar con mucha fuerza que Dios jamás nos obligó a nada, y por supuesto nosotros no podemos hacer lo mismo con los demás, la fe no puede imponerse, no es una «obligación». Ahora, si entendemos que la «obligación» viene del verbo «ligar» y que el ligarse, el aliarse a alguien por amor, por decisión propia, es un acto pleno de libertad, deberíamos decir que Dios Padre envió a su Hijo para atraernos por amor y que nosotros podemos ligarnos a él también por amor, por una cierta «ob-ligación». Seguiremos con esto en estos días.

Yendo a Algo del Evangelio de hoy, claramente podríamos decir que tiene dos partes bien claras, una cortita en la que simplemente se dice que los discípulos «quedaron muy apenados» ante el anuncio de la pasión, del sufrimiento de su amigo, y la segunda en donde Jesús le enseña a Pedro que aunque muchas cosas «por justicia humana» no nos corresponden o podríamos obviarlas, por caridad y para no escandalizar, es bueno que las hagamos.

Los discípulos no terminaban de comprender, como nos hubiese pasado a nosotros y como nos pasa tantas veces. Las cosas se comprenden generalmente con el tiempo y a veces al final, aun cuando creamos que ya las sabemos desde el principio. Ellos solo comprendieron a Jesús plenamente y lo conocieron verdaderamente cuando recibieron el Espíritu Santo, después de la resurrección, mientras tanto, sus ojos y sus corazones no terminaban de ver. Cuando creemos que ya comprendemos todo, es cuando en realidad nos falta la mayor parte del camino. Lo mismo nos pasa con la Palabra de Dios, jamás terminamos de entender todo lo que Dios nos dice cada día y enseña y solo cuando vivimos las cosas o nos pasan, decimos: «¡Ah! Ahora entiendo».

Vamos con la segunda parte. ¿Te pusiste a pensar en esto alguna vez? Que muchas veces en la vida tenemos que aplicar esto del Evangelio, este principio, por un bien más grande. ¿Te pusiste a pensar que por más que nuestro Reino no sea de este mundo, tenemos que vivir en este mundo y podemos contribuir a que este mundo le vaya lo mejor posible? Si nos atáramos a la literalidad de lo que somos, que somos hijos de Dios y siendo él nuestro verdadero «rey», solo a él deberíamos «pagarle» nuestro tributo, darle lo que le corresponde. Estaríamos exentos. « Sin embargo, para no escandalizar», dice Jesús, para no ser obstáculo a que otros crean, tenemos que sujetarnos a las leyes humanas de este mundo, por supuesto mientras no vayan en contra de la ley de Dios y no nos conduzcan al pecado. San Pablo, el gran apóstol, lo decía de otra manera: «Todo te es lícito, pero no todo te es conveniente».

Muchas cosas son lícitas que las hagamos, podemos hacerlas e incluso que no las hagamos, y no estaría mal; sin embargo, nosotros, los hijos de Dios, miramos más allá, debemos mirar más allá de lo que hacemos y lo que este mundo nos exige.

Pero nuestra mirada no se agota en nuestra forma de pensar, en juicios personales, sino que también en lo que podemos provocar al actuar, en el modo en el que elegimos actuar. Diría el refrán: «No solo hay que ser, sino parecer». Digamos que es un refrán que puede llevar a pensar que tenemos que aparentar ser hipócritas, pero me refiero a lo profundo. No solo hay que pensar y actuar según lo que uno cree conveniente o justo, sino que también deberíamos evitar que nuestras actitudes alejen a los demás de Jesús, que pudieran herir conciencias débiles. Que no se alejen de Jesús, ahí está lo importante; no que me quieran o no me quieran, o que me quieran un poco más o menos, sino que no se alejen del enviado del Padre, de Jesús. Jesús nos enseña eso, y eso no quiere decir que pretende que estemos pendientes continuamente de lo que opinan los demás, pero sí que aprendamos a actuar con libertad también mirando más allá de nosotros y de lo que producen nuestros actos.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.