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XIV Sábado durante el año

Jesús dijo a sus apóstoles:

«El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.»

Palabra del Señor

Comentario

Ya al final de la semana, después de haber transitado con paciencia todos estos días, en donde justamente intentamos reflexionar sobre el tema de la paciencia que nos propone Jesús, ese tema que nos toca el corazón a todos. Porque decíamos que, de alguna manera, somos propensos a perder la paciencia. Porque no queremos sufrir y, de alguna manera, toda espera nos genera una inquietud, una ansiedad, una búsqueda de alcanzar aquello que deseamos. Por eso es bueno también que en este sábado nos tomemos un tiempito para poder ver, con paciencia, qué palabras de Jesús, qué escenas, qué milagros, qué acciones de Jesús nos tocaron de alguna manera el corazón y nos hicieron llegar a aquello que seguramente en algún momento esperábamos. A veces también perdemos la paciencia porque no tenemos capacidad de mirar para atrás o capacidad de reflexionar y darnos cuenta que muchas cosas que esperamos, en realidad, ya las tenemos. Ya las tenemos. Muchas veces tenemos todo lo que podríamos tener y no nos damos cuenta. Muchas veces tenemos todo el amor de Dios frente a nosotros o en nuestro corazón y no terminamos de darnos cuenta. Señor, concédenos la gracia, en este día, de no perder la memoria y de volver a pasar por el corazón aquellas maravillas que vos hacés continuamente y nosotros por nuestra ceguera, por nuestra ansiedad, por nuestra incapacidad de ver lo bueno, nos olvidamos.

Por eso, desde Algo del Evangelio de hoy, es lindo que podamos reconocernos como lo que somos: discípulos, servidores; discípulos del maestro y servidores del dueño de nuestra vida, que es Jesús. Y por eso nos tiene que bastar ser eso, lo que somos, simples servidores y discípulos, y no pretender más de lo que nuestro corazón puede soportar. Como dice el salmo, ¿te acordás?: «Como un niño en brazos de su madre, no pretendo grandezas que superen mi capacidad». Señor, concédenos hoy también esa gracia de conformarnos con lo que somos y, si todavía no nos damos cuenta de lo que somos, danos esa luz, esa sabiduría para reconocer todo lo que nos diste y todo lo que podemos hacer si estamos unidos a su amor.

Y otra vez aparece también hoy el tema de no temer. «No temer a los que matan el cuerpo». Qué oportuno este Evangelio en este tiempo que estamos viviendo, en tiempos de «turbulencias» que, en realidad, de algún modo, siempre estuvieron presentes en el mundo, en la humanidad, en nuestros países, en nuestras comunidades. Siempre hay «turbulencias». Siempre hay problemas que nos pueden llevar a temer, a temer porque, en el fondo, no ponemos nuestro corazón en donde deberíamos ponerlo; a temer porque, en realidad, estamos por ahí perdiendo la fe o porque nuestra fe no está puesta en donde debería estar. ¿Acaso Dios no «tiene contado todos nuestros cabellos»? ¿Acaso no «valemos más que todos los pájaros» y que todas las criaturas de este mundo? ¿Acaso no valemos como lo que somos, como Hijos de Dios? Que esta Palabra de Jesús, que esta invitación a la confianza nos ayude a perder todos los temores que, a veces, nos paralizan; que nos ayuden a estar como en pleno día, a no temer hablar de Jesús también, a no temer aquellas cosas que nos puedan decir y nos puedan a veces quitar la paz. Proclamemos desde lo alto de las casas, desde lo más profundo de nuestro corazón, que Jesús es nuestro Señor, que Jesús es nuestro Maestro y que toda nuestra vida está en sus manos; que la vida de nuestros seres queridos, la vida de cada ser humano, está en las manos de Jesús, que se las ha entregado al Padre. Padre, volvenos a renovar en la confianza, en la certeza absoluta, de que tu paternidad es la que nos engendra cada día.

Que las palabras del Evangelio, que intentamos meditar cada día, hoy nos devuelvan la paz si la hemos perdido. Que este audio sencillo, que intentamos hacer cada día, también sea consuelo para aquellos que están sufriendo. Por eso, animate a compartirlo. Animate a recibirlo. Acordate que podés ver desde nuestra página, www.algodelevangelio.org, los distintos modos de recibir la Palabra de Dios en tu celular o en tu computadora. Animate a ser servidor y apóstol de Jesús porque eso es lo que nos dará la verdadera alegría.