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XIII Lunes durante el año

Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.

Entonces se aproximó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.»

Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»

Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre.»

Pero Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.»

Palabra del Señor

Comentario

Podemos pedirle al Señor en este lunes, en este nuevo comienzo, que su Palabra dé sentido y dirección a nuestra vida, y que sepamos mirar para adelante, mirar este día que tenemos por delante. No sabemos lo que pasará mañana. No importa tanto lo que pasó ayer, porque sabemos que hoy Dios Padre nos presenta una nueva oportunidad para amar, una nueva oportunidad para apostar otra vez por lo que hacemos cada día, para hacerlo mejor, para hacerlo bien, para hacerlo con amor.

El Evangelio de ayer, del domingo, fue una maravilla, un deleite para seguir degustando, aunque no nos alcance la semana. Voy a tratar de despuntar algunos detalles para que nos siga ayudando.

Ante la verdadera necesidad, en los momentos donde parece que nadie nos puede ayudar, en esos momentos donde –como decimos– «se toca fondo», es ahí donde Jesús le encanta aparecer, aunque sepamos que él está y estará siempre. En estos momentos su presencia es especial. Algo de eso se vislumbraba en la escena de ayer con estos dos milagros de la vida encadenados, el de la mujer y el de la niña de doce años. Finalmente, la Palabra nos enseña que solo es Jesús el que nos devuelve la dignidad y la vida, la sanación y la vida del corazón enfermo y moribundo. El mundo y sus promesas nos pueden pintar un mundo de espejitos de colores, pero cuando las «papas queman», como se dice, será Jesús el que nos ayude, el que nos salve, el que nos dé la paz del corazón que vos y yo tanto anhelamos y necesitamos. Eso nunca lo olvides. Tanto la mujer excluida por su enfermedad como Jairo, este hombre importante de ese tiempo, ambos acuden a Jesús, al único que podía darles lo que necesitaban y mucho más. Seguiremos con esto en estos días.

De Algo del Evangelio de hoy, lo primero que me sale decir es que el Señor nos llama a la libertad. Él quiere que salga de nuestro corazón el deseo de seguirlo; no es una exigencia vacía, impositiva, es una exigencia que debería brotar de un corazón atraído y enamorado. Por eso, si no tenemos en cuenta esto de las llamadas «exigencias evangélicas», las exigencias para seguir a Jesús parecen totalmente descabelladas, exageradas. ¡Cómo es posible que el Señor exija tanto! Bueno, el Señor, en realidad, exige al que quiere, al que se anima más; él nos invita, y lo dice así: «¿Querés? ¿Querés seguirme? Bueno, sí querés, seguime, Yo te cuento cómo es. Si querés, seguime, y te cuento que los zorros y las aves tienen sus lugares; pero Yo como Dios hecho hombre vine al mundo y fui rechazado, no me tuvieron en cuenta, no me comprendieron, no tengo un lugar donde cobijarme, humanamente hablando».

Esto es como si nos dijera también algo así: «Bueno, si querés seguirme, no pienses que seguirme a mí será una posición especial, con unas comodidades distintas, tanto afectivas como materiales; seguirme a mí es estar un poco a la intemperie, es estar a veces bajo el sol, bajo la lluvia de las cosas que nos pasan en este mundo y no todo es como nosotros a veces queremos, como deseamos». Pero, al mismo tiempo, esa entrega es la que nos dará la felicidad en la medida que aceptamos esta exigencia de Jesús, pero si lo hacemos con libertad, eso es lo fundamental (la libertad, la libre elección), sino nada tiene sentido. Me animo a decir que, por no comprender de fondo esto, muchas veces equivocamos el camino de la evangelización, y hay tantos cristianos que en realidad no quieren serlo, incluso rechazan el serlo, porque sienten que muchas cosas les fueron impuestas desde afuera y no las asimilaron.

«Señor, te quiero seguir a donde vayas». «Bueno, nos dice Jesús, Yo te cuento un poco cómo es: “No pensemos que la vida cristiana es todo como nosotros creemos”». También hoy Jesús dice esta frase que parece tan dura: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Pero podríamos preguntarnos: «¿Y él hoy a qué se refiere con esto?». Se refiere, en realidad, a que no tenemos que dilatar su llamado una vez que lo descubrimos y aceptamos.

Si nos decidimos a seguir a Jesús, si nos decidimos a amarlo, a llevar una vida de oración, a fortalecer nuestra vida espiritual, a tener un apostolado, a hacer el bien, a hacer silenciosamente todo lo posible para amar a Jesús y a los demás, especialmente a los que más sufren, entonces no tenemos que tardar, no tenemos que decir: «Bueno, tengo que hacer algunas cosas antes». Ese es el sentido de la frase: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Este hombre, en el fondo, pretendía volver a su casa y vivir con su padre hasta que muriera. ¡No! El Señor le dice: «Vení conmigo, vení conmigo porque, si me amás a mí, vas a amar mejor todas tus realidades: tu familia, tus amigos, tu trabajo, todo».

Si el Señor está primero en nuestra vida, «todo lo demás vendrá por añadidura». Si el Señor está primero, todo lo demás se ordena y se acomoda. Si el Señor está primero en tu vida, vas a amar de manera más pura y más sana todas tus realidades, todo lo que él mismo te dio y no te pide que las rechaces.

Ojalá que la Palabra de este día nos ayude a animarnos a seguir al Señor, si es que queremos, si queremos. El Señor nos dice: «Si querés seguirme, seguime». Nunca te olvides que la vida cristiana es una vida de libertad, no de obligación ni de imposición, sino de libertad que brota de un corazón enamorado.