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XII Miércoles durante el año

Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.

Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

Palabra del Señor

Comentario

El miedo es parte de nuestras vidas, el temor es casi parte de nuestra existencia, nos guste o no, nos moleste un poco más o no. Por eso no hay que tenerle miedo a preguntarse el porqué de nuestros miedos. Sería una locura y una mentira decir que seguir a Jesús implica que nos libre de nuestros miedos más profundos y humanos como por arte de magia, aunque sí podemos decir que estando con Jesús vamos aprendiendo a enfrentarlos y a superarlos. Esa es una regla muy importante. Hay que mirar de frente los problemas, mostrarles el rostro, como decía san Ignacio, y no escaparle, solo así se solucionan. Y por otro lado, podríamos decir que Jesús nos enseña a tenerle miedo a lo que realmente vale la pena y a dejar de lado y no tenerle miedo a lo que a veces nos paraliza pero, en el fondo, no debería ser así.

¿Alguien alguna vez te dijo que alcanzar una meta es fácil? ¿Qué padre le dice a su hijo cuando empieza una carrera, una profesión, que va a ser todo sin dificultades, sin miedos? ¿Qué madre le dice a su hija, cuando se va a casar y a formar una familia, que todo va a ser color de rosas, que no tendrá en un momento miedo antes de dar el paso? ¿Quién te dijo alguna vez que subir una montaña es fácil? Bueno, estamos subiendo la montaña de la santidad de la mano de las palabras de Jesús. ¿Quién tiene cara para andar diciendo por ahí que la vida es fácil? Es linda, puede ser linda, pero no es fácil. Si esto que te planteo es medio absurdo en los diferentes ámbitos de la vida, más absurdo y fuera de la realidad cuando hablamos de la fe, del seguimiento de Jesús. Jesús nunca dijo que sería fácil, sin miedos, sin dificultades. Sí nos pide que no tengamos miedo antes cosas ridículas y pasajeras. Sí nos pide que pongamos nuestra confianza en él, y que eso nos librará de los miedos que nos fabricamos por confiar en nuestras fuerzas o en ídolos humanos. Sí nos enseña que la mayoría de nuestros miedos e inseguridades son por poner la mirada en nosotros y en las cosas y no tanto en él. El que sabe mirar siempre a Jesús, irá perdiendo los miedos innecesarios.

Después de esto me animo a preguntarte y a preguntarme: ¿Quién anda diciendo por ahí que el seguir a Jesús es un «pare de sufrir», un «te solucionaré todos los problemas»? Yo no puedo mentirte, ni yo puedo experimentarlo así. No predico, no grabo estos audios con el Evangelio para que me digan: «¡Qué bien, padre! ¡Qué lindo lo que haces, qué lindo lo que decís!». No lo hago para decir cosas lindas. Predico porque lo dijo Jesús y porque nos pidió que lo hagamos en su nombre. Tan simple y a veces difícil como eso.

Creo que si en alguna época de la Iglesia nos hemos excedido en presentar un Jesús solo desde el sufrimiento, y la renuncia, hoy parece que nos fuimos para el otro lado, nos da miedo hablar de las dificultades, de lo que implica seguirlo, del sacrificio, del no, de la renuncia, de la entrega. ¿Quiénes son los falsos profetas entonces, interpretando de Algo del Evangelio de hoy? Los que no predican a Jesús tal como es, tanto para un lado como para el otro. Los que se predican así mismos y más que lograr que sigan a Jesús, logran que los sigan a ellos y por eso la gente se fanatiza y juzga al sacerdote por su afecto, lo juzga por si le gustó lo que dijo o no y no por si es fiel o no al Evangelio de Jesús.

¿Quiénes son los falsos profetas? Los que anuncian, por supuesto, cosas falsas, pero que a veces al oído le suenan lindas. Tan sencillo como eso. No es para escandalizarse y asustarse. Los hubo siempre y los habrá. Dentro de nuestra Iglesia y fuera de la Iglesia, incluso hay falsos profetas llenos de buenas intenciones. Se puede anunciar el Evangelio con muy buenas intenciones, pero anunciarlo mal. No pasa por la intención, sino por la fidelidad al mensaje. Puedo ser muy bueno, pero no predicar la verdad. Por supuesto que es bueno tener buenas intenciones, pero nuestro discernimiento no pasa por ahí, la intención del corazón de cada predicador no podemos conocerla. ¿Entones cómo lo conocemos? «Por sus frutos los reconocerán». ¿Cuáles frutos? Frutos de santidad, no de marketing ni de cantidades, ni de números. Hubo y hay muchos hombres malos en la historia que fueron aclamados por miles. No son frutos mundanos, con criterios ni lógicas del mundo, para eso dejemos a las «agencias de publicidad y a las encuestadoras», no es democracia, por mayoría. Nosotros no medimos las cosas por la cantidad, sino por los frutos de santidad. ¿Entonces quién mide esos frutos? Bueno, algo podemos vislumbrar, algo, pero no todo.

El que los mide es el Padre que está en los cielos y ve en lo secreto. Un profeta, un cristiano, que podemos ser vos y yo, cualquiera, hace falta ser sacerdote, es profeta en serio, si su vida es para gloria del Padre, ¿te acordás de los Evangelios pasados?, y, además, si logra que los que lo escuchan y vean, den gloria al Padre y no a él mismo. No importa cuánto seguidores tengas, no importa cuántos te quieran, sino cuántos corazones gracias a tu vida, amarán más a Jesús y al Padre. No importa si hace o no hace lo que le gusta a la gente, aunque jamás debe despreciar a la gente, sino si hace lo que le gusta al Padre.

Vos y yo somos profetas. Todo cristiano es profeta, verdadero o falso, eso depende de nosotros. Bueno, «cuidémonos de los falsos profetas», «cuidémonos de ser falsos profetas». Hay muchos. Nunca te fanatices con nadie, no es sano. Los hay dentro y fuera de la Iglesia. Tampoco critiquemos a nadie, solo Dios juzga. Pero no seamos ingenuos, no juzguemos por las apariencias, sino por los frutos de santidad. Miremos los santos y analicemos qué es lo que hicieron. Nuestro único desvelo y sana obsesión de nuestra vida, debe ser solo por Jesús, por su Palabra, por él en la Eucaristía y por amar a todos, especialmente a los más débiles.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.