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XII Domingo durante el año

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?». Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Palabra del Señor

Comentario

Un domingo más, un día más del Señor, como se llama este día en el que tratamos de experimentar una vez más el poder de la Palabra de Jesús, el poder de su presencia en nuestras vidas, el poder también que tiene él en la Eucaristía, porque él sigue estando con nosotros hasta el fin de los tiempos, como nos lo prometió antes de partir. Por eso cada Evangelio, cada escena que escuchamos, debe ser para nosotros un experimentar que eso sigue pasando; que esta escena, por ejemplo, de hoy que escuchamos con tanta simbología, con tantas cosas para decirnos, no es algo del pasado, no es algo que solamente les pasó a los discípulos, sino que es algo que nos está pasando a nosotros, es algo que le está pasando a la Iglesia, es algo que le sigue pasando a la humanidad.

La Iglesia está simbolizada especialmente hoy en este Evangelio en la barca, que anda así por el mundo, donde también se desatan fuertes vendavales y las olas entran en la barca y nos hacen pensar que se va a hundir. ¿Cuántas veces nos pasó esto? ¿Cuántas veces pensamos que la barca de la Iglesia se va a hundir cuando vemos tantos problemas, tantas voces disonantes, tantas divisiones, dificultades que tiene hasta el mismo sucesor de Pedro para llevarla adelante, con tantos que se le ponen en contra? Bueno, ¿cuántas veces pensamos que el vendaval de este mundo puede hundir la barca? Sin embargo, una vez más y como siempre, y como será hasta el fin de los tiempos, Jesús está en la popa, Jesús va en ella. Sí, es verdad, a veces «durmiendo sobre el cabezal», como dice Algo del Evangelio de hoy. Pero por eso esta escena nos quiere enseñar que la barca de la Iglesia cuando está con Jesús –y no puede ser de otra manera–, nunca se va a hundir, jamás va a perecer.

Pueden sobrepasarnos las olas, nos podemos mojar, podemos gritar de miedo, podemos asustarnos, podemos decirle al Señor: «¿No te importa que nos ahoguemos? ¿No te das cuenta todo lo malo que está pasando? ¡Hace algo!». Bueno, puede pasar todo eso, pero sin embargo tenemos que confiar que nunca se va a hundir. Nuestra fe en realidad es eso, es confiar en la presencia del Señor, aunque parezca que no está. Nuestra fe también debe convivir y convive con la duda. ¿Cuántas veces vos y yo dudamos? ¿No pensás que es parte de la fe también el dudar? La duda finalmente es la que nos permite afirmarnos una vez más en la gran certeza que sostiene a nuestra fe, que es la presencia de Jesús pase lo que pase. Por eso, si en este momento estás con esa actitud de duda, de tristeza, incluso de enojo ante Dios porque parece ser que no hace lo que vos crees que tiene que hacer, volvé a afirmarte en esta verdad.

Él está, está en la popa. Es verdad, a veces está durmiendo, y podríamos pensar que duerme para probarnos, para que no dudemos o para que, si estamos dudando, nos demos cuenta otra vez, una y mil veces más, que él está y que cuando él se despierta, cuando él con su palabra increpe al viento y al mar como símbolo de las fuerzas de este mundo que quiere arrollar la bondad y el amor, cuando él se despierta y dice «silencio y callate», todo vuelve a una gran calma.

Bueno, vos y yo también necesitamos en este domingo que las palabras de Jesús nos den calma y paz. Señor, hablale, hablale a mi corazón, hablale al corazón de tantos que están dudando y no se dan cuenta que vos estás y que nos decís al corazón: «¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué tenés miedo? ¿Cómo no tienen fe? ¿No tenés fe todavía, después de todo lo que viviste al lado mío, después de ver tantos milagros, después de experimentar mi presencia? ¿Por qué? ¿Por qué todavía dudas». Lo mismo le pasó a los discípulos. Después de ver tantos milagros, tantas situaciones donde el Maestro mostró su poder, todavía dudaban. Bueno, nosotros a veces también dudamos y estamos como quietos, paralizados, atemorizados, porque no terminamos de creer.

Señor, increpá hoy el vendaval de mi corazón y el de tantos cristianos que todavía dudan y no pueden creer que vos sos el dueño de la historia, que vos con tu Palabra podés frenar cualquier mal que nos sobrevenga, que vos con tu Palabra nos mostrás que siempre estás y estarás hasta el final y aunque parezca una paradoja a veces el Señor se tiene que dormir para que volvamos a escuchar su voz y nos demos cuenta que él es el único salvador de nuestras vidas.

Que este domingo, día tuyo, Señor, día en el que le dedicamos especialmente a escucharte con más atención, nos ayudes a afirmar una vez más nuestra fe en tu presencia inconmovible.