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XI Lunes durante el año

Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, buen lunes. Te propongo transitar juntos esta semana, seguir escuchando la Ley de los Hijos de Dios que Jesús nos dejó en su «Sermón de la Montaña», desde la montaña; esa Ley que tiene que ser superior, mejor, superar a la de los escribas y fariseos, ser mucho mejor que la de los que creen que por cumplir están salvados, por estar con la conciencia tranquila o estar agradando a Dios, ya está, no hacer falta nada más. Un hijo que ama quiere más, un hijo no calcula tanto, un hijo se entrega de corazón.

«¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?», nos preguntaba Jesús en el Evangelio de ayer, domingo, como animándonos a buscar, a pensar y repensar para no quedarnos en la superficie de las cosas. No alcanza con escuchar un poco, y por eso Jesús «a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo», porque no terminaban de comprender, como nos pasa también a nosotros. Me interesante esto, en la medida de lo posible, de retomar Algo del Evangelio de cada domingo para ir desmenuzándolo durante la semana, como podamos, con el poco tiempo que tenemos. Nunca alcanza, pero todo ayuda.

¡Señor, nosotros también somos duros e ignorantes de corazón, como los discípulos que te acompañaban! Nosotros también decimos que entendemos, pero nunca terminamos de comprender todo. Por eso necesitamos que nos expliques todo, otra vez, una vez más. Tus parábolas son sencillas, agradables a los oídos, pero no por eso queremos dejar de profundizarlas. En tus parábolas usas comparaciones sencillas, de la vida cotidiana, pero llenas de sabiduría. Son una fuente inagotable de enseñanzas y luz para nuestro camino. ¡Señor, te necesitamos, necesitamos que nos des tu Espíritu Santo para seguir comprendiendo, para poder también llevar a nuestra vida lo que hoy nos decís! ¡No queremos ser oyentes olvidadizos! ¡Por favor, Señor, danos tu gracia y tu luz!

Como tantos hombres a lo largo de la historia que escucharon estas palabras de Algo del Evangelio de hoy, seguramente te sorprenderás, te asustarás de algún modo o bien te enojarás, porque puede parecerte una locura semejante pedido de Jesús, o te parece incluso injusto e ilógico que nos pida tanto. Vuelvo a decirte lo que alguna vez dije: para comprender hay que creer, para aceptar hay que amar las palabras de Jesús y para comprender y aceptarlas hay que salir de uno mismo, hay que esforzarse un poco para no creérsela, para no considerar que nosotros tenemos la verdad y ya no hace falta nada más. Se necesita humildad, y para ser humilde, hay salir del yo, hay que vencer ese gigante interior que es el ego.

«Yo les digo. Yo les digo», nos dice Jesús. Podríamos decir que nos dice: «Yo les digo que el mal no se soluciona con otro mal, que el fuego no se apaga con alcohol, que lo mojado no se seca con agua. Yo les digo que el mal solo puede ser vencido con el bien. Yo les digo que la mejor arma para destruir y afrontar el mal es el amor y la verdad», ¿y cuál es la verdad? La verdad es que el amor es el remedio al dolor, es el remedio al odio, es la respuesta a la mentira, es la solución a la ira, a la violencia, a la insensatez, a la corrupción, al engaño, a la tristeza, a la hipocresía y así podríamos seguir nombrando todos los males de este mundo que hoy nos rodean por todos lados.

No existe otro camino para nosotros. Como cristianos, no podemos pregonar otro camino que este, aunque haya días que tengamos ganas de devolver con mal algunas cosas, al mal que a veces nos hacen, pero no, no es el camino. Presentar la otra mejilla, dar el manto, acompañar más de la cuenta: no es ser tontos, no es dejarse aplastar por el mal; todo lo contrario, es ser inteligentes y triunfar de otra manera, es responder con bien. No es ser tontos y dejar que el mal triunfe dejándome pegar, dejándome que la injusticia gane la pulseada. ¡No! Eso no es el mensaje cristiano, no es de Hijos de Dios. «Poner la otra mejilla» es, en realidad, responder con un bien y que justamente eso nos exponga incluso a recibir otro mal por la bronca que le genera al otro que yo le haga un bien aun cuando él me hace mal. ¡Probalo!, te aseguro que ese es el triunfo. El que ama se expone, el que ama se expone a sufrir por amor, no por masoquismo.

¿Qué es lo que pretendemos hacer cuando respondemos a un mal con otro mal? Ganar, en definitiva. Queremos hacer justicia por mano propia y lo hacemos a nuestra manera, creyendo que de ese modo lo solucionaremos. Pero tenemos que entender que no hay otra manera de vencer al mal que con el bien, no existe otro camino posible, por más que nos empeñemos en buscar otros caminos y que nos tiente usar las mismas armas que usan los que nos odian.

Probá vivir estas palabras llenas de sabiduría de hoy, en lo sencillo de tu vida. Respondé con una sonrisa alegre al saludo amargo del lunes por la mañana, ese saludo de tu compañero o tu jefe del trabajo. Respondé dejando el asiento a otro, aunque a vos no te lo hayan dado. Respondé dando más de lo que te pidieron y es estrictamente necesario, aunque no parezca necesario. Respondé llamando al que te quiere y vos estás esperando que te llame por la dureza del corazón. Respondé con una bendición al que está a favor de la muerte y no comprende el valor de la vida. Hay miles de formas de probar, hay cientos de oportunidades en este día para vivir de verdad el Evangelio de Jesús. ¡Probá!, no te vas a arrepentir, vas a salir ganando, y en el fondo, es lo que siempre queremos.