Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.
Él les preguntó: “¿Sobre qué estaban discutiendo?”. Uno de ellos le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron”.
“Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo”. Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que está así?”. “Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. ¡Si puedes…!”, respondió Jesús. “Todo es posible para el que cree”.
Inmediatamente el padre del niño exclamó: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”.
Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más”.
El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: “Está muerto”. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”.
Él les respondió: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración”.
Palabra del Señor
Comentario
Comenzamos un nuevo tiempo o momento litúrgico en la Iglesia, en realidad, retomamos el tiempo que se interrumpió con la cuaresma y la pascua, el tiempo común u ordinario. Volvemos a escuchar el evangelio de san Marcos. Por otro lado, no te olvides que con estos audios intentamos que la Palabra de Dios llegue a todos los lugares y personas posibles. Mi intención, mi deseo, es que escuches a Dios a través de estos audios, y por eso necesitamos tu ayuda, que nos ayudes a difundirlos por las redes, buscanos como Algo del Evangelio y además, si querés recibirlos en tu propio celular podes visitar nuestra web www.algodelevangelio.org o bien escribiendo un correo electrónico a algodelevangelio@gmail.com . No me escuches a mí, escuchalo a Él. No te quedes en mí, no importa tanto eso, lo que importa es lo que Él nos dice a todos los que escuchamos.
El apóstol San Pablo dice algo muy lindo “La palabra de Dios no está presa…” Él, desde la cárcel, sostenía a sus hermanos en la fe, los sostenía con sus palabras y con su vida, sabiendo que, por más que estaba preso, por más que lo matasen, no se podía encadenar a la palabra de Dios. Nada puede detener la predicación de la Iglesia, la tuya y la mía, nada puede frenar que la palabra de Dios “vuele por los aires” de este mundo tecnológico y como una flecha, se clave en algún corazón deseoso de Dios. No importa lo que dice el mundo, no importa que nos quieran callar, que nos quieran destruir, que nos quieran imponer su modo de pensar… “la palabra de Dios no está presa…” y depende de vos y de mí que siga haciendo “de las suyas”, enamorando más corazones. Nosotros podemos estar presos, incluso de nosotros mismos, pero la palabra no, y eso nos asegura el triunfo de Dios en medio de las aparentes derrotas.
Algo del Evangelio de hoy es una maravilla, imposible de comentar en dos minutos. Me da pena solo tomar algo, pero bueno, no se puede tanto en tan pocos minutos. Jesús aparece en medio de una discusión: Escribas vs. Discípulos. Una especie de partido de futbol, unos contra otros. Mientras tanto, la “pelota” va de acá para allá, el problema, está en otro lado y no lo solucionan. El niño está endemoniado, el niño tiene un problema desde su infancia, y mientras tanto, los otros discuten. Las discusiones, en general, no solucionan los problemas. Los agrandan cuando se pierde el foco de lo esencial. Eso les había pasado, se estaban mirando a ellos mismos.
Por otro lado, el padre del niño, no tiene suficiente fe, pero lo lindo es que es sincero, se da cuenta y lo reconoce. Su forma de hablar es la de un hombre con poca fe, pero con mucha sinceridad: “Si puedes…” ¿Cómo si puedes? El que verdaderamente cree, jamás duda de que Dios puede lograr algo, aunque pueda pensar que si será o no lo que Dios quiere. Por eso, este hombre terminó diciendo con todo su corazón: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”. Creo… pero ayudame. ¿Es lindo no? “Creo…pero ayudame, ayudame a creer más, a creer que siempre podés. Lo que pasa es que tenés que querer, tiene que ser tu voluntad, no la mía”. Dios puede todo, pero no siempre quiere lo mismo que nosotros y es bueno reconocerlo para aceptarlo con humildad.
Por eso necesitamos de la oración para “ganarle” a estos demonios que nos atormentan y atormentan a otros, y no nos dejan confiar en Él. Necesitamos hablar con nuestro Padre. Necesitamos escuchar su Palabra, no podemos vivir sin escucharlo, la fe se atrofia. En el fondo, no podemos “echar” de otros y de nosotros, las cosas que nos hacen mal porque andamos discutiendo, porque perdemos el tiempo en cosas que no hacen a la fe, sino a nuestros egos, y mientras tanto se va perdiendo la fe, se va debilitando nuestra fe.
Hay cosas en la vida, te diría que casi todo, que se solucionan con más fe y la fe se alimenta con más oración. Así de simple.