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V Sábado de Pascua

Jesús dijo a sus discípulos:

«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.

Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»

Palabra del Señor

Comentario

Llegamos al final de otra semana pascual. Otra semana más en la que en este tiempo tan lindo de la Iglesia hasta la Fiesta de Pentecostés seguimos intentando que la Palabra de Dios nos impregne el corazón, dé forma nuestro corazón, lo conforme según el corazón de Jesús resucitado. Por eso es un tiempo para seguir redescubriendo la presencia de Cristo en nuestras vidas. ¿Dónde está Jesús ahora en tu vida y en la mía? ¿Dónde lo estamos encontrando? Nosotros creemos en un Jesús vivo y resucitado que sigue obrando en este mundo, que está sentado a la derecha del Padre, pero que intercede por nosotros. Y por medio de su Espíritu Santo, obra continuamente en los corazones de aquellos que creen, en los corazones de aquellos que Dios quiere que crean, o sea, de aquellos que los está atrayendo hacia él porque nadie puede ir al Padre si no es por medio Jesús.

Tantas historias de conversiones, de personas que se acercan a la Iglesia movidas por la gracia de Dios que sigue obrando oculta y silenciosamente en este mundo rodeado de dolor y de injusticias, de tantas dificultades, de tantos dolores, de tantas personas que sufren y sufren a lo largo de su vida distintas situaciones. Es difícil a veces, es verdad. Pero… no perdamos la esperanza. Jesús está obrando, está resucitado y para eso escuchamos la Palabra de Dios, para darnos cuenta que él está siempre, que somos nosotros los que tenemos que disponernos, que abrir nuestras almas de par en par porque él está siempre golpeando las puertas de nuestros corazones. Él quiere hacer nueva todas las cosas. Quiere hacer nuevo tu corazón y el mío, siempre.

Por eso en este sábado aprovechemos para frenar un poco más para mirar para atrás y preguntarnos esto: ¿Estamos descubriendo a Jesús resucitado en nuestra vida cotidiana, en la liturgia, en la oración personal, en una comunidad, en un servicio, en nuestra familia, en nuestro trabajo? ¿Tenemos ganas de estar con él, de ir al cielo? ¿Levantaste la mano diciendo: Yo también quiero ir al cielo, yo también me doy cuenta que esta vida solamente es un camino al cielo y que tenemos que transitarlo en la paz de Jesús, aprendiendo a amar y a hacer lo que él nos enseña? El que puede vivir así ya empieza a vivir el cielo en la tierra y, en definitiva, cuando le toque irse de este mundo será solamente una transición, un paso a algo mucho mejor, a algo para lo cual se vino preparando durante mucho tiempo.

Algo del Evangelio de hoy, vemos también, por un lado, como la otra cara, que el mundo nos puede odiar. Sí, es verdad, Jesús está siempre con nosotros, pero el mundo nos puede odiar. Jesús le dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí». ¡Qué misterio!, este del odio hacia Jesús. ¿Por qué el mundo de ese tiempo, por qué tantas personas de ese tiempo odiaron tanto a Jesús? ¿Por qué lo llevaron a la muerte? ¿Por qué buscaron hacerle el mal? ¿Por qué el bien no puede a veces triunfar en este mundo? ¿Por qué hay un rechazo tan radical? ¿Por qué el mundo a vos y a mí a veces nos odian por hacer el bien? ¿Por qué en tu familia, también en la mía a veces no nos comprenden? ¿Por qué el mundo que nos rodea o la mentalidad del mundo que se olvida de Dios le molesta tanto el amor, la verdad, el bien y la belleza? Bueno, es difícil poder responderlo así nomás, medio rápido, pero no podemos olvidar que hay alguien que busca hacer el mal, que hay alguien que busca hacer que los hombres no sigan el camino de Dios.

Y ese alguien es aquel que pedimos en cada Padrenuestro que el Señor nos libre: «Líbranos del malo». ¿Sabías que en realidad en la traducción del Padrenuestro debería decir «líbranos del malo»? O sea, hace referencia al mal espíritu, a ese ángel o a ese ejército de ángeles que renegaron del amor del Padre y prefirieron hacer la suya, como decimos. Quiso ser como Dios y no pudo.
Ese es Satanás, el príncipe de este mundo, el «padre de la mentira» que siembra cizaña en los corazones de tantos hombres y hace que, en definitiva, contradigan al bien supremo, que es el mismísimo Dios que es Padre. Por eso si te persiguen, si nos odian, si nos critican, si no nos entienden, no nos preocupemos. A Jesús le pasó lo mismo. Tenemos que hacer lo mismo que él.

Nosotros tenemos que dedicarnos a hacer el bien hasta el final. Tenemos que dedicarnos a hacer el bien pase lo que pase, sabiendo que nosotros no somos más grandes que nuestro Señor, sino todo lo contrario. Como somos sus servidores, a nosotros también nos perseguirán, incluso te digo algo que puede sonar duro, pero que, si lo vemos con los ojos de la fe, es así. A veces si nos rechazan o nos odian aquellos que no pueden soportar el bien, es un signo de que estamos en el buen camino. Si el mundo nos quiere demasiado, si el mundo nos aplaude mucho, incluso a la misma Iglesia, es señal de que por ahí no estamos haciendo las cosas como las haría Jesús.

Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.