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V Sábado de Cuaresma

Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación.»

Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?»

No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.

A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.

Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: « ¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?» Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

Palabra del Señor

Comentario

¿Estás dispuesto a morir por alguien en tu vida? ¿Por quién darías la vida si hoy te la ofrecieran, si hoy tuvieras esa oportunidad? ¿Sabías que alguien la dio por vos alguna vez y que alguien la está dando hoy, también de alguna manera? Creo que es lindo pensar en esto. En realidad, estamos vivos porque alguien dio o da la vida por nosotros también, continuamente. Nadie se la da así mismo y es una actitud muy soberbia el pensar que «nadie nos regaló nada», como dicen por ahí, y que todo lo que tenemos o somos lo hemos alcanzado por nosotros mismos. Por eso, Jesús nos propone morir como lo hizo él, porque solo muriendo a nosotros mismos, daremos vida a otros, les compartiremos nuestra propia vida, como alguien nos la comparte continuamente.

Se acerca la Pascua de los cristianos, la tuya y la mía; se acerca la Semana Santa. Hoy, a partir de las misas de la tarde, comenzaremos la semana más importante del año para los que creemos en Jesús. Con el Domingo de Ramos empezamos a transitar la recta final, por decirlo de algún modo, de la vida de Jesús y del camino que venimos haciendo hace casi cuarenta días. La propuesta del camino fue la misma para todos, estés donde estés, sea la vida de fe que estés llevando, sea que estés cerca o alejado, con fervor o con pocas ganas. No importa. Fue la misma propuesta para todos, pero el camino seguramente fue distinto. Cada uno dio pasos diferentes, cada uno comprendió a su manera, a cada uno Jesús le mostró cosas distintas, y eso es lo lindo y misterioso de la Palabra de Dios. Somos nosotros los que tenemos que interiorizar lo que se nos va sembrando en el corazón día a día con la escucha. «Algunos siembran, Dios hace crecer», dice san Pablo; nosotros removemos y abonamos la tierra para ayudar, para acelerar el crecimiento.

¿Pusiste algo de tu parte en este tiempo? ¿Hiciste el esfuerzo para escuchar, para poder crecer? ¿Hiciste el esfuerzo por luchar? Espero que sí, espero que empieces esta Semana Santa con un corazón más grande, con más ganas, con deseos de que no sea una semana más, una semana de vacaciones, una semana cualquiera. Se puede, se puede vivirla de un modo distinto, de otra manera. Las celebraciones serán las mismas, como cada año; la historia es la de siempre, el final ya lo conocemos. Pero no será lo mismo si nuestros corazones están abiertos, no serán los mismos efectos en nuestra vida espiritual.

Algo del Evangelio de hoy muestra la trama interna de la entrega, de la decisión de matar a Jesús aun viendo que lo que hacía era bueno. Deciden matarlo una vez que se enteran que había resucitado a Lázaro. ¡Qué locura! ¡Parece una película de terror, pero fue verdad! «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?», así dice la Palabra. Y sí, la verdad es que la maldad del hombre es incomprensible. ¿Vos comprendés algo? A veces no comprendemos cómo es posible que invocando un bien se haga el mal con tanta soltura. Es preferible matar a uno a que mueran algunos más. En este mundo, en el tuyo y el mío, a veces es preferible hacer muchas cosas y no jugarse por la verdad; es preferible callar una verdad para no exponer a los mentirosos que manejan los hilos del mundo. Algunos prefieren decir que se juegan por los pobres, y viven exageradamente holgados y tranquilos. Otros tiran misiles, pero hablan de paz. Muchísimos deciden subirse «al tren» de la deshonestidad alegando que «todos los hacen».

¿Y vos y yo, nosotros, qué hacemos? ¿Cómo actuamos? ¿Cómo vivimos nuestra decisión de amar la verdad y el amor? ¿Nos subimos a la masa del «no jugarnos por nada» y respetar lo que todos hacen? Hoy se nos pueden reír en la cara por defender la verdad, el amor, incluso la vida de los inocentes, pero no importa, ¡no aflojemos! Es un ejemplo nomás, de miles que podríamos poner, seguro vos mismo tenés más. Solo un ejemplo de miles de situaciones en donde muchos deciden «matar al bien» y donde otros prefieren callar y ser cómplices.

Nosotros, mientras tanto, no tenemos que aflojar y tenemos que entrar a esta Semana Santa con deseos de honrar a Jesús con la vida y no solo con los labios; con deseos de acompañar a Jesús no solo de lejos, como quien no quiere la cosa, sino de enamorarnos de su coherencia hasta el fin, de su amor sincero que no se escapó en los momentos más duros y difíciles, dando la vida, por amor a vos, por amor a mí, por amor a todos los hombres.