Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Palabra del Señor
Comentario
Buen día, buen miércoles. Prestemos atención, hoy es Miércoles de Ceniza. Una Cuaresma más que comienza con este día tan lindo y tan importante que se nos regala para seguir creciendo en la fe, para seguir caminando, para no bajar los brazos, para darnos cuenta que todavía tenemos mucho por recorrer, que todavía podemos seguir creciendo en la fe y convertirnos, que podemos dejar de mirar la paja en el ojo ajeno y descubrir la viga que tenemos en el nuestro. Y eso implica también mucho trabajo, mucha humildad.
Bueno, buen comienzo de Cuaresma. Es un tiempo con tantos regalos, con tantas gracias, que te animo a partir de hoy a que te propongas a recorrerlo con el corazón. Dejá de lado tantas recetas que andan dando vueltas por ahí que nos dicen «Bueno, tenés que hacer esto» o «Tenés que hacer lo otro»; ahora, en la Cuaresma, «Tenés que pensar esto, planificar lo que viene». Yo te diría que, todo lo contrario.
A partir de la Palabra de Dios de hoy, de Algo del Evangelio, podríamos decir que la Cuaresma en realidad es un dejarse llevar por la gracia que nos va atrayendo y nos va transformando desde adentro, en la medida que nos disponemos, por supuesto. Por supuesto que hay que disponerse, por supuesto que tenemos que amar, rezar y, de algún modo, ayunar y privarnos de algo para que su gracia nos transforme. Pero de nada servirá, de nada va a servir que hagamos mil cosas, mil recetas que nos proponen por ahí, si realmente no lo hacemos y no descubrimos lo que Jesús nos dice en la Palabra de Dios de hoy: «Tengan cuidado». Tenemos que tener cuidado porque si amamos para ser vistos, en el fondo no estamos amando, porque estamos buscando una recompensa.
Si damos limosna simplemente para calmar nuestra conciencia que nos grita que algo tenemos que hacer, tampoco estamos amando al modo de Dios, que ama sin buscar ser aplaudido. Si rezamos simplemente para cumplir, si cumplimos con nuestros propósitos de hacer tantos rosarios o tantas horas de lo que sea, de adoración o de silencio, pero solo lo hacemos para ser vistos, o incluso somos capaces de pregonarlo por ahí; finalmente, eso no será algo que le agrade a Dios. Si ayunamos y nos privamos de algo, si dejamos ciertas cosas, pero andamos tristes y no disfrutamos de la vida, de la gracia, de la vida de ser hijos de Dios, e incluso nos gustaría que se den cuenta de todo lo que hacemos; en el fondo, lo que estamos haciendo es buscarnos a nosotros mismos.
Por eso en esta Cuaresma te propongo y me propongo que volvamos a darnos cuenta que lo único que interesa es que nuestro Padre, que ve en lo secreto, nos recompense. Lo único que nos debe mover para amar, para rezar más o mejor y para privarnos de aquellas cosas que no nos dejan acercarnos a él; lo único que nos debe interesar es que nuestro Padre lo sepa. Y en realidad la gran noticia es que nuestro Padre siempre lo sabe, siempre sabe de nuestros esfuerzos, de nuestros trabajos, de nuestros sacrificios y también sabe de nuestros egoísmos, de nuestras vanidades, de nuestras búsquedas personales.
Por eso, ¿para qué buscar la recompensa en los demás? ¿Para qué buscar incluso la recompensa a nuestra propia conciencia que nos aplaude y nos dice casi vanidosamente: «¡Qué bueno que sos!»? No, busquemos la purificación verdadera, el camino de la fe silencioso, que lo único que le interesa es que el Padre del cielo le dé lo que realmente necesita a nuestro corazón, le dé a nuestro corazón lo que necesita, que en el fondo y simplemente es el amor del Padre, el saber que somos hijos.
Que tengamos una buena Cuaresma, que la vivamos realmente desde la Palabra de Dios, como la Iglesia nos enseña. Dejá de lado las recetas y disponete a escuchar al Espíritu que también, como a Jesús, nos conduce a vos y a mí al desierto para que podamos vivir no solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.