• www.algodelevangelio.org
  • hola@algodelevangelio.org

Memoria San Bernabé Apóstol

Jesús dijo a sus apóstoles:

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.”

No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.

Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.

Palabra del Señor

Comentario

Aún cuando San Bernabé no fue uno de los doce elegidos, directamente por Jesús, fijate que es considerado Apóstol por la Iglesia, por los primeros padres de la Iglesia, incluso por San Lucas y los Hechos de los Apóstoles, a causa de la misión especial que le confió el Espíritu Santo y de su gran tarea apostólica junto a San Pablo. Y por eso, aunque hoy no es una fiesta del grado de un apóstol, se celebra este santo, de una manera especial, por considerarlo fundamental en los comienzos de la Iglesia. Él fue luz y sal para nuestra Iglesia.

La palabra “apóstol” recordá que significa enviado, por lo tanto, sirve también, siempre para nosotros, para vos y para mí. Podemos decir, de modos distintos, que todos somos enviados por Jesús. Todos los cristianos somos, de un modo u otro, según su condición, según su carisma, apóstoles de Jesús, para ayudar a que otros también se sientan amados y llamados. Llamados a ser luz y sal, a vivir las Bienaventuranzas.

Por eso, cuando escuchemos la palabra “apóstoles”, no solo tenemos que pensar en los “grandes”, en esos “grandes” elegidos por Jesús, sino que es para todos. No lo olvides. Para los más desconocidos, para, como decía alguna vez el Papa Francisco: “Los santos de la puerta de al lado”, los comunes, los de todos los días, los que están a tu lado y por ahí ni te das cuenta. Los enviados desconocidos, como vos y yo, los “apóstoles” que se fraguan en la vida cotidiana, sin “propaganda”, sin que nadie los aplauda, sin que nadie les ponga muchos “likes”, sin tener tantos seguidores. Son los enviados que se caen todos los días por sus debilidades, pero que quieren seguir, que se dan cuenta que hay otro camino mejor que este que nos plantea el mundo, el de Jesús. Y aunque el “maligno” nos llene de propuestas, aparentemente, lindas y atractivas, esas que todos quieren elegir, seguimos intentando ser fieles en medio de los “lobos”. Por eso, cuando escuchemos la palabra apóstoles no miremos para otro lado, no miremos al pasado, mejor aprendamos del pasado y de los apóstoles en serio, de los santos, para reconocer y darnos cuenta, que Jesús quiere hacernos formar parte de esa misma historia, llamándonos a trabajar por él y con él, en el mejor trabajo que podamos imaginar en este mundo: el de ser seguidores y servidores de Jesús. El trabajo que da la mayor y mejor remuneración, la Vida Eterna que empieza aquí en la tierra y continuará junto a él y todos los santos en el Cielo.

Pero vayamos a Algo del evangelio de hoy en donde, de alguna manera, Jesús nos da entre comillas, las “instrucciones” para ser un verdadero apóstol, como él quiere. Sería imposible analizar en detalle, todo lo que Jesús nos pide o nos recomienda, a lo que nos envía, pero sí podemos tomar algo o por lo menos rezar con lo esencial. Todos los apóstoles experimentaron de alguna manera, esto que Jesús les pidió, cada uno a su modo, pero tarde o temprano, pudieron vivirlo a lo largo de sus vidas. Hay una frase que parece ser como el sustento de todo, el cimiento de la palabra de hoy, lo que sostiene toda la misión y el modo de ser apóstol. ¿Se te ocurre cuál? Pensala, a ver, antes de que yo la diga. ¡Pensala! ¿Te imaginás cuál es?… Bueno, yo creo que es esta: “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”. La clave del enviado, del apóstol, del cristiano, es reconocer la gratuidad del amor de Jesús. Nadie es cristiano, únicamente, por decisión propia, sino que lo es, fundamentalmente, porque fue elegido, tomado, “apartado” del mundo para una misión especial. Apartado no porque nos vayamos a otro lado, sino, porque interiormente, tenemos una parte del corazón o todo el corazón dedicado a la misión.

Somos cristianos maduros, por decirlo así, obviamente, cuando hacemos propia y consciente esta decisión gratuita, sin mérito alguno. Pero, para poder elegir, previamente fuimos elegidos, por pura iniciativa de Dios Padre, por medio de su Hijo, en el Espíritu Santo. Por eso, cuando creas que las cosas dependen de vos, cuando te creas cristiano “por mérito propio”, porque los demás te aplauden o seas muy bueno, dejás de serlo (de “modo figurado” lo estoy diciendo) en el momento de pensar así o de actuar como si no fueras elegido. La elección es gratuita, no hay grises, no fue por acciones previas nuestras, no fue por nuestras obras, sino que fue por puro amor, sin que nos hayan preguntado mucho, al contrario, su elección nos sacó de un camino distinto. Y esto no nos hace esclavos, sino todo lo contrario, nos hace libres. Nos hace aptos para elegir bien y mejor, para elegir siempre el amor, siempre la gratuidad, siempre la entrega, siempre la santidad.

Solo el que descubre la gratuidad, puede vivir dando gratuitamente. Solo el que se siente amado, elegido y enviado, no se pone en el centro de la evangelización y puede obrar como Jesús nos pide obrar y hacer lo que él haría en nuestro lugar. Solo el que descubre que debe dar gratuitamente, se da cuenta que, para llevar el amor de Jesús, en el fondo, no necesita llevar nada, no le hace falta nada, porque ya tiene todo: a Jesús en su corazón. Por eso, Jesús nos recomienda no llevar nada o llevar solo lo indispensable, porque no hace falta. Cuantas más cosas necesitamos para hablar del amor y para dar amor, en el fondo, es porque no descubrimos lo que es el amor. En este mundo donde todo parece ser negociable, donde todo se compra y se vende, parece ser imposible amar sin dar algo, parece imposible dar amor sin algo material. Sin embargo, Jesús nos insiste una y mil veces, no lleven esto y lo otro, no se preocupen. No se preocupen.

Cuánto nos falta esto Señor, para comprender mejor tu mensaje. Cuánto nos hace falta en la Iglesia, hoy, darnos cuenta de que no hace falta demasiada “alharaca” para hablar de vos. O, a veces, lo comprendemos y rápidamente lo olvidamos. Nos adueñamos de lo que nos diste gratuitamente porque nos gusta que nos miren. Pasa en la Iglesia, pasa en nuestras comunidades, pasa en nuestros corazones. Nos pasa siempre, es el gran peligro… haber recibido gratuitamente, pero intentar dar pretendiendo recibir algo a cambio, buscar nuestra propia gloria. Te acordás lo del evangelio: que vean tus obras, para que los demás den Gloria al Padre. No pienses, necesariamente, en dinero. Eso sería nuestra peor corrupción, incluso pasa, sino que me refiero a cuando reclamamos al dar y lo hacemos de mil maneras diferentes. Reclamamos amor dando amor, reclamamos atención dando atención, reclamamos tiempo cuando damos tiempo, reclamamos que nos miren, cuando evangelizamos. Por eso, volvamos a escuchar estas lindas palabras y terminemos así nuestra reflexión de hoy… “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”. San Bernabé ¡ruega por nosotros!