Warning: file_get_contents(): SSL operation failed with code 1. OpenSSL Error messages: error:14094438:SSL routines:ssl3_read_bytes:tlsv1 alert internal error in /www/algodelevangelio.org/htdocs/web/wp-content/plugins/lifeline2-plugin/includes/Functions.php on line 730

Warning: file_get_contents(): Failed to enable crypto in /www/algodelevangelio.org/htdocs/web/wp-content/plugins/lifeline2-plugin/includes/Functions.php on line 730

Warning: file_get_contents(https://www.algodelevangelio.org/web/wp-content/themes/lifeline2/assets/css/color.css): Failed to open stream: operation failed in /www/algodelevangelio.org/htdocs/web/wp-content/plugins/lifeline2-plugin/includes/Functions.php on line 730
  • www.algodelevangelio.org
  • hola@algodelevangelio.org

IV Viernes durante el año

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: « ¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.

La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor

Comentario

Decíamos ayer que caminar con un objetivo, con una meta, nos mantiene firmes en el camino. Habrás experimentado alguna vez que cuando no sabés para dónde ir o cuando estás con alguien que está medio perdido, o emprendiste un viaje y esa persona no sabe bien a dónde tiene que llegar, todo comienza a ser incertidumbre. Claramente, tener una meta, un objetivo, nos ayuda a dar pasos firmes en la vida. Por eso en el camino de la fe vale siempre la pena volver una y mil veces a la esencia de nuestra fe, o sea, hacia donde vamos, hacia donde estamos caminando. Porque cuando perdemos el rumbo, perdemos la paz. Cuando perdemos esa certeza interior de que inexorablemente estamos caminando hacia la mejor meta que podemos imaginar, es cuando todo empieza a derrumbarse. Por eso, quiero decir hoy con mucha fuerza esto que también tengo en el corazón: el caminar con un objetivo, con una meta, con un horizonte, nos da muchísimas cosas a lo largo del camino. Solo cuando nos ponemos a caminar, solo cuando salimos de nosotros mismos, es cuando empezamos a ver la verdadera vida que Dios nos dio. El que está sentado sin querer hacer nada, el que no quiere salir de sí mismo, finalmente se queda solo.

Señor, enséñanos a caminar como vos caminaste. Enséñanos a levantarnos, a no quedarnos detenidos, tirados por ahí. Necesitamos caminar, porque aunque nos cansemos cuando caminamos, nos llenamos de gozo al descubrir todos los dones que vos querés darnos.

En Algo del Evangelio de hoy, se ve a lo que puede llegar el ser humano, a lo que puede llegar muchas veces nuestra insensatez y la cobardía de un corazón que traiciona lo más preciado, por «quedar bien», por no jugarse, por estar pendiente de la mirada ajena, por lo que pensarán los demás. Herodes, de algún modo, hoy representa todo esto, fue todo eso y mucho más.

Pero Herodes, o ese modo de ser, también habita en nuestro corazón cuando matamos lo que nos molesta, cuando «le cortamos la cabeza» a aquellos que antes admirábamos –como él admiraba a Juan el Bautista, pero no fue capaz de jugársela en el momento en el que más lo necesitaba–, cuando somos capaces de traicionar lo que más nos hacía felices hace un momento nada más y por miedo, y falta de amor, terminamos trayendo en la bandeja la cabeza de ese amor que matamos por cobardes. Sí, suena duro, pero muchas veces somos capaces de hacer eso.

Herodes es la personificación de la debilidad humana, de todo corazón, de todo ser humano que a veces subido al pedestal del poder sea donde nos toque estar, vive una vida de «fantasía» envalentonado por ese poder y es incapaz de buscar el bien ajeno, sino que lo único que le interesa es mantenerse en ese lugar de privilegio.

Somos así nosotros también –por más sencillos que seamos–, cuando cuidamos nuestro rancho a costa de todo, cuando callamos alguna verdad profunda que nos puede incomodar o puede incomodar a los demás y lo hacemos solo por miedo. Ser veraz y sinceros muchas veces puede costar la vida, cuesta la vida que nos quieren vender, pero la que nos quiere vender este mundo; pero al mismo tiempo nos da una vida que nadie nos puede quitar: la vida de los hijos de Dios, la paz del corazón cuando hacemos lo que tenemos que hacer.

Por eso Jesús dirá en otra parte del Evangelio: «No teman a los que matan el cuerpo, sino a los que matan el alma», no hay que temer a los que nos pueden matar el cuerpo, a los que nos pueden quitar esta vida terrenal.

Juan el Bautista murió dignamente y por eso nadie lo olvidará, y aunque haya sido fruto su muerte de un juego, de un juramento barato de este hombre viciado por el poder, por la seducción del baile de una niña, por un rato de vanidad; Juan el Bautista murió por la verdad, pero no por una frase que era verdad o por una frase que era una regla moral; Juan el Bautista murió por una verdad que él mismo vivía, disfrutaba, porque la verdad es vida y la verdad es camino, la verdad es Jesucristo. Jesús lo dijo así: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida», y vivir congruentes con esta verdad no solo nos hace morir dignamente, sino que nos hace vivir dignamente, sin vendernos, sin dejarnos sobornar por dinero, por prestigio, por fama, por un aplauso barato, por un afecto pasajero que algún día se acabará.

Bueno, ¿cuántos cristianos hoy mueren diariamente por ser veraces, por amar a una persona que es Verdad, que es Camino y que es Vida? ¿Nosotros, vos y yo morimos por la Verdad, somos capaces de entregar nuestra cabeza por amor a la Verdad que es Jesús?

Ojalá que hoy podamos dar un paso más en esta verdad, ojalá que hoy nos animemos a no callar la verdad que nos hace libres, la verdad que nos hace vivir como verdaderos hijos de Dios.