Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor
Comentario
La Palabra de Dios es luz y vida cuando vamos aprendiendo a escucharla y a guardarla en el corazón. ¿Probaste alguna vez guardar una palabra en tu corazón durante el día y repetirla interiormente sin que nadie se dé cuenta, donde «solo tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará»? ¿Hiciste el intento de quedarte con Algo del Evangelio de cada día y que se transforme como luz para que lo que debés emprender en el día, esté iluminado por ella? Solo cuando incorporamos verdaderamente el alimento cotidiano de la Palabra de Dios a nuestras vidas, ella misma va iluminando y mostrándonos caminos nuevos o bien nos hace rectificar el que estamos llevando.
Quiero seguir animándote y animarme a mí mismo a continuar haciendo el esfuerzo diario por escuchar a Jesús en sus evangelios, luchando por escuchar y amar más, para ser instrumentos de la Palabra de Dios en un mundo que está invadido por las tinieblas y que necesita mucho de él. No te olvides que si querés recibir los evangelios en audio en tu celular, podés ingresar a nuestra web www.algodelevangelio.org para ver los tantos medios que tenemos para recibirlo, especialmente por la aplicación de Telegram. Si nos buscás en nuestro canal, nos vas a encontrar como @algodelevangelio, en realidad en todas las redes. Ayúdanos, ayúdanos a seguir evangelizando, a seguir llevando la Palabra de Dios a tantas personas.
Pero vamos a Algo del Evangelio de hoy. ¿Quién dijo que ser cristiano es trabajar y trabajar, y no descansar nunca, es hacer muchas cosas? ¿Quién dijo que ser cristiano es solamente vivir como volcados hacia afuera, haciendo cosas por los demás, sin discernimiento y no tener tiempo para descansar un poco, para estar con Jesús?
Creo que, como lo pinta esta escena tan linda, ser cristiano, en definitiva, al fin de cuentas, al final del camino, es andar con Jesús, es caminar con él, es disfrutar de su presencia. Por eso y en ese caminar, como en cualquier otro camino de la vida, hay un poco de todo, incluso momentos en que él nos puede decir que es necesario frenar para tomar un poco de aire y nos puede decir: «Vení, vengan, apártense un poco. Vayamos a un lugar desierto a descansar, porque el corazón a veces de tanto entregarse necesita un poco de respiro». Él mismo lo buscó, Jesús mismo necesitó descansar físicamente y espiritualmente de tanto agobio de tanta gente que se acercaba para escucharlo, para ser sanada. Necesitaba también escuchar a sus amigos, a los que él había elegido, a los Apóstoles. Necesitaba hablarles, animarlos, empujarlos, levantarlos. Necesitaba apartarse para estar con sus amigos porque ni siquiera tenían tiempo para comer, ni siquiera tenían tiempo para conversar, seguramente, también podríamos pensarlo. Porque el reunirse a comer para nosotros es también reunirnos a escucharnos, a dialogar, a saber, lo que está pasando el de al lado, nuestro hijo, nuestra hija, tu marido, tu mujer, para saber cómo le fue en ese día.
Jesús también necesita apartarnos un poco para estar con nosotros, en realidad somos nosotros los que necesitamos que Jesús nos «aparte», de alguna manera, porque si fuera por nosotros, a veces seguiríamos y seguiríamos sin parar hasta que algún día todo el corazón explota y ya no sabe para dónde ir. Sabemos, por Algo del Evangelio de hoy, que finalmente Jesús no pudo tener ese momento de descanso, porque la gente lo vio, los persiguió y no le dio respiro, y, además, terminó compadeciéndose de todos y les siguió enseñando un largo rato. Pero es bueno que de la escena de hoy nos quedemos con la intención de Jesús. Él quiso eso, aunque al final no pudo lograrlo, como tantas veces nos pasa en la vida. Él quiere también hoy que aprendamos a apartarnos de nuestras tareas. Él quiere que sepamos dejar un poco de lado nuestras cosas que nos agobian, nuestras tareas incluso de caridad, de servicio que hacemos, cosa que él mismo nos pidió. Pero él quiere que también nos apartemos para escucharlo, para reclinar nuestra cabeza en su corazón.
Y no es descansar por descansar, no es dormir por dormir, no es tirarse en la cama por tirarse en la cama, nada más; es aprender a apoyar nuestra cabeza en su corazón como lo hizo el discípulo amado en la última cena.
¡Cuántas veces descansamos mucho y después todo sigue igual! Por ahí ahora alguno de nosotros volvió de vacaciones en donde descansó un poco, en donde cambiamos la rutina, ¿pero no nos pasa que a veces puede quedar todo igual? ¿Por qué? Porque en el fondo no supimos descansar con Jesús, porque descansamos solos, porque hicimos la misma vida que veníamos haciendo, pero en otro lado, en otro lugar, cambiamos de lugar, pero no el corazón.
Es necesario que aprendamos a descansar con Jesús, lo grita el corazón de cada uno de nosotros, lo necesita. Solo cuando descansamos con él cinco, diez o los minutos que podamos cada día, solo cuando nos sale bien de adentro estar con él porque escuchamos su invitación: «Vení, vení a descansar». Solo así tenemos resto, como se dice, tenemos alegría suficiente para sobrellevar todo, tenemos ánimo grande para escuchar a nuestros hijos, a los compañeros, a los vecinos, a los que tenemos alrededor. Solo así no nos molesta y no nos aturde la presencia –a veces agobiante– de los demás, de las personas que nos rodean y nos reclaman.
Pidámosle hoy a Jesús que nos diga al oído una vez más: «Vení a un lugar desierto, hacete un tiempo, vení a descansar conmigo». Ser cristiano, en definitiva, ser amigo de Jesús, es trabajar con él, pero también es saber descansar con él. Que hoy el Señor nos regale esa gracia a todos los que escuchamos su Palabra.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.