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II Viernes durante el año

Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

Palabra del Señor

Comentario

Jesús no mira las apariencias, sino el corazón. Esta es la idea, verdad que nos está acompañando estos días. Podríamos decir, como si fuese un alivio: ¡Menos mal que Jesús no mira las apariencias, menos mal que Jesús mira el corazón! Fijémonos en la lista de los doce apóstoles: el primero es Pedro, el que lo negó tres veces, como sabemos, y el último es Judas, el que lo traicionó, el que lo entregó. ¿Vos pensás que, si a Jesús le hubiese interesado las apariencias, habría elegido a estos doce hombres sencillos y desconocidos para la época, y tan débiles? ¿Vos pensás que, si Jesús se fijara en las apariencias, nos hubiese elegido a nosotros, a vos y a mí, que estás escuchando? ¿Vos pensás que estás escuchando este audio por casualidad o pensás que lo estás escuchando porque a vos se te ocurrió, porque brotó solo de tu corazón? Lo estamos escuchando por providencia divina, porque Jesús nos busca y nos busca, porque él nos propone, nos invita y nosotros respondemos. Vos y yo, y los cientos que estamos escuchando este audio, estamos en esto cada día porque él quiso y nosotros dijimos que sí. Es una elección de él y es una aceptación de nuestra parte. Se necesitan las dos partes: Jesús que llama y nosotros que aceptamos o Jesús que nos busca y nosotros que nos dejamos encontrar. Ahora…en este ida y vuelta, es verdad que podemos estar escuchando como alguien que simplemente cumple una obligación, como alguien que únicamente quiere sentirse bien, como alguien que quiere escuchar verdaderamente a Dios, como alguien que quiere conocer más a Jesús. No sé, hay muchos modos de escuchar. Lo importante es que volvamos a tomar conciencia de que Jesús nos llamó a nosotros porque quiso, porque nos ama, porque se le ocurrió que fuéramos nosotros, de la misma manera que eligió a los doce ese día.

Jesús no miró nuestra apariencia al elegirnos, o sea, lo que se ve de nosotros, lo que incluso nosotros vemos de nosotros mismos. No miró lo que hicimos y dejamos de hacer, no miró nuestros logros y nuestros éxitos, no miró todo el dinero que ganamos en nuestra vida, no miró nuestros pecados y las veces que lo ofendimos, no miró las veces que traicionamos a los más queridos, no miró las veces que dejamos de creer y rezar, no miró los momentos en los cuales nos enojamos con él por puro capricho, no miró los días que nos alejamos y derrochamos toda la fe que recibimos desde niños, no miró todos los desastres que hicimos antes de convertirnos, no miró nuestras incoherencias, esas que nadie ve y llevamos ocultas. Imaginémonos si Jesús las tuviera en cuenta. En realidad sí, miró todo eso, pero no lo tuvo en cuenta o, mejor dicho, lo tuvo en cuenta pero para abrazarlo y perdonarlo y empezar a ayudarnos a perdonarnos nosotros mismos.

Él al elegir a los apóstoles, a vos y a mí, no pidió un currículum de perfección o una historia clínica de pureza moral. Jesús llamó a los que quiso. Jesús me llamó y te llamó para escuchar su Palabra, para darnos un alimento distinto, para que estemos con él y para que aprendamos a darlo a los demás. Si nos hubiese pedido antecedentes de nuestra vida, nadie podría haber sido llamado. El haber sido bautizados es el primer gran llamado gratuito de Jesús hacia nosotros, pero ese llamado se renueva cada día cuando escuchamos lo que él nos dice y nos animamos a seguirlo, como los discípulos.

Hagamos hoy el intento y animémonos a mandarle este audio a alguien que creamos que necesita ser llamado por Jesús. Jesús necesita de nosotros para seguir llamando. No tengamos prejuicios. El que menos pensás, por ahí es el que más lo necesita. El que más alejado parece estar es, por ahí es el que más necesita escuchar. El que más cerca cree estar, por ahí es el que debe volver a descubrir que alguna vez fue llamado. Nadie queda afuera del llamado de Jesús. Él no quita nada, al contrario, da todo.

Si Pedro y Judas fueron apóstoles y Pedro lo negó y, finalmente, fue perdonado, ¿por qué nosotros nos vamos a quedar afuera? Incluso Jesús les dio muchas oportunidades a Judas para que se convierta, simplemente él no quiso escucharlo. Nosotros sigamos escuchando la dulce voz de nuestro Buen Pastor.