«¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.»
Palabra del Señor
Comentario
El Adviento también es tiempo de conversión, de cambios, de disponerse a que Jesús nos vuelva a cambiar el corazón. No podemos solos, es imposible, pero para Dios y junto con Él, nada es imposible. Me da tristeza cuando escucho corazones desanimados porque se resignan a cambiar, a confiar en la misericordia de Dios. Piden perdón a Jesús por sus pecados, está bien, se arrepienten, pero salen desanimados de la confesión o de una charla, porque se dicen así mismos: “No puedo cambiar, siempre me pasa lo mismo, siempre tropiezo con la misma piedra”. Intento hacerles ver que es imposible que sea siempre lo mismo, que no hayamos dado un paso, incluso pecando, que siempre se avanza cuando se es humilde y uno pretende ser transformado por la gracia de Dios. Sin embargo, algunos no se convencen todavía, salen pesimistas… ¿Por qué? Porque en el fondo siguen mirando sus miserias, pero desde su perspectiva, desde la culpa, desde el ego que no deja entrar la maravilla de la misericordia y la maravilla del perdón y la transformación. Es verdad, nos puede llevar años de años aceptar esta verdad de la palabra de Dios. Ningún corazón bueno en el fondo quiere pecar, pero debe aceptar la debilidad y la imposibilidad de la perfección humana que a veces pretende, sino que tiene que caminar reconociendo su pequeñez y la posibilidad de caer mil veces en el mismo pozo, pero siempre sabiendo, que estará la mano de Jesús para levantarlo.
De Algo del Evangelio de hoy, te diría que me encanta usar esta parábola para animar a los que vuelven a la confesión, a la Iglesia, a pedir perdón después de mucho tiempo, después de haberse alejado por diferentes motivos. Muchas veces hay personas que vuelven avergonzadas y con miedo a mirar a los ojos a Jesús, con miedo a levantar la cabeza por no terminar de descubrir tanto amor, y simplemente le repito las palabras de hoy: “Hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” Les digo hoy, hay alegría en el cielo, hay más alegría ahora porque vos estés acá, porque vos hayas vuelto, que por todos los que están ahora ahí rezando y no tienen necesidad de perdón. El sacerdote experimenta la misma alegría o por lo menos comparable, de algún modo, como lo expresa Jesús en el evangelio. Hay mucha más alegría en el alma de un sacerdote cuando alguien vuelve realmente de corazón a Dios, que por los que muchas veces, sin darse cuenta, se creen que no necesitan nada de qué arrepentirse y de por qué cambiar.
Si miramos en detalle, parece un poco absurda la comparación de Jesús, porque… ¿Cómo comparar el amor de Dios por los hombres (que serían las ovejas) con el amor de un hombre por su oveja? Para nosotros hoy en día, por lo menos para la mayoría que no vive en el campo, los que vivimos en la ciudad, por ahí no nos dice nada el hecho de lo que significa perder una oveja. Además, no vivimos de las ovejas, no le tenemos mucho afecto, por lo menos en general. Pero no importa, no es el punto. Por eso te propongo que pienses en un animal que querés mucho, tu perro, lo más común en tanta gente, incluso a veces con un amor desmedido o desordenado, tu gato, un caballo, no sé, pensá en un animal que quieras mucho. ¿Qué hacés si se pierde tu perro o tu gato? ¿Qué hiciste cuando se te perdió alguna vez? ¿Cuánta gente, mueve cielo y tierra cuando pierde una mascota, un animal, cuanta gente quiere más un animal que a las personas? Esto es de todos los días. Una vez, mientras manejaba, vi a un hombre que se le había escapado el perro y lo andaba persiguiendo, fue capaz de cruzar la avenida casi sin mirar con tal de rescatar a su perro que corría peligro de ser atropellado.
Si el hombre es capaz de hacer eso por un animal e incluso podríamos pensar en el hecho de que alguien pierda un hijo o una hija, ¿Qué no hace una madre y un padre por recuperar a unos de sus hijos sanos y salvos cuando por algún motivo se perdieron o desaparecieron? ¡Cuánto más Dios, cuánto más el corazón de Jesús tiene derecho a sentir y a actuar por el hombre, su creatura más amada, de una manera mucho más grande de la que podemos imaginar!! Dios Padre tiene derecho a mucho más, tiene el derecho y la alegría de hacer fiesta cuando algún hijo o hija vuelve a su hogar.
Lamentablemente a veces hay personas que se enojan con la bondad inmensa del corazón de Jesús. A veces algunos se enojan con la misericordia de Dios que es infinita y quiere que todos los hombres se salven. A veces hay personas, incluso cristianos que van a la Iglesia, y les gustaría un Dios que se rija por la “meritocracia”, decretada incluso por los hombres. Les gustaría ser ellos quienes decidan sobre quien merece y quien no merece el perdón y la cercanía de Dios. Bueno, gracias a Dios, valga la redundancia, Dios no es así. Hoy, en algo del evangelio, Jesús nos deja con la “boca abierta” de admiración por tanto amor. “Imaginate, nos diría Jesús, que, si el hombre se alegra por eso, por un animal, imaginate lo que me alegro Yo cuando alguien vuelve a Mí reconociéndose necesitado y arrepentido, cuando alguien se deja rescatar y cargar sobre mis hombros para traerlo una vez más a mi Corazón que late de amor por todos y por cada uno en particular”.
Recemos para que hoy seamos muchas las ovejas cargadas en los hombros de nuestro Buen Jesús, recemos para que hoy sean muchos los que descubran el Amor inmenso de un Dios que nos busca siempre, aunque los demás nos abandonen. Recemos para que nosotros volvamos a experimentar que, en el fondo, todos fuimos buscados como ovejas perdidas alguna vez, todos somos ese hijo perdido, rescatado, cargado y amado infinitamente. Recemos para que hoy haya mucha alegría y fiesta en el cielo, por tantos que, escuchando esta palabra, se sientan encontrados.