Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?»
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»
Palabra del Señor
Comentario
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Lo primero que podemos ver, de Algo del Evangelio de hoy, que es algo muy humano pero también es una actitud religiosa (de muchos religiosos o personas de fe), es la actitud infantil y llena de inseguridad de los fariseos. ¿Qué hacen los fariseos? Están mirando lo que hacen los discípulos de Jesús, y como no hacen lo que ellos hacen, van a preguntarle por qué no hacen lo que ellos hacen. Que en el fondo lo que están diciendo es: «no están haciendo lo que hay que hacer y nosotros sí lo hacemos».
Es la actitud infantil e insegura. Si uno está seguro de lo que hay que hacer y lo que está haciendo es lo que hay que hacer, ¿por qué entonces preocuparnos porque otros no lo hagan?
Esta actitud de los fariseos, aunque es una actitud religiosa de aquellos que se aferran a la ley y se olvidan de las personas, en el fondo también se traslada a muchas actitudes cotidianas que podemos tener.
Aquellos que están mirando de reojo continuamente por qué los otros no hacen lo que tienen que hacer, en el fondo demuestran inseguridad, es no estar contentos y convencidos de lo que uno está haciendo, porque siempre ponemos la norma afuera y no brota finalmente del corazón. Y por eso la respuesta de Jesús sobre el porqué no ayunan sus discípulos nos ayuda a descubrir algo mucho más profundo y a responder dos preguntas: ¿para qué se ayuna? y ¿cómo se ayuna?
El para qué se ayuna está también explícito en la respuesta de Jesús, porque como estaban con él no necesitaban ayunar; tenían que ayunar cuando Jesús ya no esté más físicamente con ellos. Entonces ¿para qué se ayuna? Para descubrir a ese alguien que está oculto. Se ayuna para encontrarse con Jesús, que es el Esposo de nuestra vida, como simbolizaba el Evangelio de ayer, domingo, con el milagro en las bodas de Caná; es el Esposo que nos fue quitado y tenemos que encontrarlo porque físicamente no lo vemos. No se ayuna para alcanzar algo «personal», para aumentar el ego, ni solamente para adelgazar, ¡no!; se ayuna para encontrarse con una Persona.
El ayuno capacita nuestro espíritu para estar más atentos a la presencia de Jesús. El ayuno, al privarnos de algo —que incluso es lícito–, al dejar algo de lado, al sentir un poco de hambre en algunos momentos, nos ayuda a sentir el hambre más profundo, a sentir la necesidad no del hambre a nivel físico, sino del hambre espiritual que tenemos y a veces está adormecido.
Pero lo segundo entonces, y también tan importante, es: ¿cómo se debe ayunar? Jesús no dice que hay que ayunar por ayunar, se ayuna de una manera nueva y no a la antigua. Eso significa «a vino nuevo, odres nuevos», o sea, recipientes nuevos; en el fondo, corazones nuevos.
Al vino nuevo del Evangelio de Jesús, de la buena noticia, hay que quitarle el Antiguo Testamento y poner un corazón nuevo, ese es el odre nuevo, el recipiente nuevo de tu corazón y del mío. No podemos seguir ayunando al estilo del Antiguo Testamento, a «cumplir por cumplir», a cumplir una norma exterior. O por ahí tendríamos que empezar a preguntarnos: ¿ayunamos alguna vez?, ¿ayunamos realmente? Obviamente que con el estilo de vida consumista en el que vivimos, parece que «privarse» de algo es de masoquistas, y el ayuno por supuesto no está muy de «moda» en la Iglesia. Incluso hay sacerdotes –yo los he escuchado– que dicen que no hay que ayunar, que eso ya pasó, que eso ya no va más, que hay que reemplazarlo por cualquier otra cosa; sin embargo, ¿qué hacemos con esta página del Evangelio? Yo me preguntaría y les preguntaría: ¿qué hacemos con esta página del Evangelio?
El ayuno es una práctica milenaria en la Iglesia y también en muchísimas otras religiones. Eso significa que es un bien para el hombre.
El Esposo nos fue quitado. Jesús ya no está físicamente entre nosotros, y como no está físicamente, tenemos que entrenar nuestro espíritu para poder percibirlo. Si no ayunamos de cosas, si no ayunamos por supuesto de actitudes, de nuestro egoísmo, de nuestra manera de ser, a veces muy cerrada, muy encajonada en lo que pensamos; si no ayunamos de comida y de tantas cosas que estamos llenos, si no ayunamos de las redes sociales, de la computadora, del celular, ¿cómo nuestro espíritu va a poder percibir la presencia de Jesús, tan sutil pero tan real en nuestra vida?
Bueno, espero que estas palabras de Algo del Evangelio de hoy nos ayuden, nos ayuden a darnos cuenta del porqué del ayuno y cómo hay que ayunar…