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II Lunes durante el año

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?»

Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»

Palabra del Señor

Comentario

Los lunes siempre son una buena oportunidad para animarnos, si empezamos cansados, porque a veces cuesta arrancar, cuesta volver a empezar la semana. Por eso, hoy levantémonos juntos el ánimo si no andamos bien, levantémonos el ánimo porque a veces estamos cansados. Levantale el ánimo a alguien que conozcas. Dejemos que Jesús nos vuelva a llenar de alegría y paz si algo nos la quitó. Una buena forma de alegrar el corazón propio es alegrar el corazón de los demás. Por eso, te invito a convertirte en apóstol de la Palabra de Dios. Ayudemos a Jesús a que sus palabras lleguen a otros.

No te olvides de enviar este audio a un grupo, si a veces te olvidas; no tengas vergüenza, no creas que sos molesto, aunque a veces parezca. Son millones de personas que necesitan palabras de consuelo y ánimo, palabras que llenen el alma de cosas lindas y no de tantas malas noticias. No te olvides que si querés recibir los audios directamente en tu celular para no depender de otros, lo más fácil es que te bajes una aplicación que se llama Telegram y busques nuestro canal de difusión @algodelevangelio, o también la aplicación Algo del Evangelio para celulares Android. Y si no podés y necesitás ayuda o querés recibirlo por mail, suscribiste en nuestra página www.algodelevangelio.org, o bien escribimos un mail a hola@algodelevangelio.org

Todavía resuena en mi corazón la escena del evangelio de ayer, llena de miradas, de situaciones, de palabras y detalles que nos pueden ayudar mucho a nosotros a ser verdaderos discípulos de Jesús. La Palabra decía que «los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús». ¿Qué oyeron estos dos discípulos para dejar todo así, tan rápido, y empezar a seguir al Salvador? Escucharon que Juan dijo: «Este es el Cordero de Dios». Tal vez a nosotros hoy nos resulta un poco extraña esta expresión, pero para ellos, en ese tiempo, seguramente les evocó algo que llevaban en el corazón de tanto escuchar la Palabra de Dios, de tanto escuchar que el Mesías sería un Cordero sufriente que vendría a entregarse por todos. A ellos les recordó al cordero pascual que año tras año sacrificaban para rememorar la Pascua de su pueblo, la liberación de la esclavitud. Lo siguieron porque algo así esperaban, algo ya tenían en el corazón, y a eso quiero llegar hoy.

Nadie deja todo por algo que no espera. Por eso, a nosotros nos puede ayudar a pensar y preguntarnos: ¿Qué tipo, qué clase de Mesías, de Salvador esperamos? ¿Uno a nuestra medida o un simple cordero, manso y humilde? ¿Este mundo de hoy qué espera? ¿Este mundo de hoy tan secularizado se pregunta por Dios?, ¿tiene necesidad de Dios? Lo lindo sería dejar de lado nuestras expectativas a veces un poco mundanas, de un Jesús hasta diría falso y dejarnos atraer por este humilde servidor que simplemente vino a caminar con nosotros para que nos enamoremos de él, por su mansedumbre y humildad.

Algo del Evangelio de hoy, con esa expresión final que a veces puede resultar un poco enigmática, nos puede ayudar muchísimo. «¡A vino nuevo, odres nuevos!», dice. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué quiere decir con esto Jesús? Digamos que no se puede recibir la novedad del evangelio con una mentalidad vieja o un corazón avejentado, es imposible; todo se romperá tarde o temprano. Lo recibirá por un tiempo, pero finalmente explotará. ¿Cuántos casos hay así en nuestra Iglesia? ¿Cuántos han recibido el mensaje de Dios pero finalmente explotaron, dejándose llevar por otras cosas? Corazón nuevo y mentalidad nueva para un anuncio nuevo y novedoso. ¿Cuántos cristianos, vuelvo a decir, terminan rompiéndose en algún momento de sus vidas, alejándose de Jesús, incluso enojándose con él, por no haber cambiado la mentalidad y corazón, por haber pretendido que Dios finalmente se amolde a sus mentalidades y corazones cuando en realidad debería haber sido al revés? ¿No deberíamos reconocer que a veces lo hemos explicado mal? Creo que cientos de miles han dejado así la Iglesia.

¿Dónde están los millones de cristianos que recibieron el anuncio del evangelio alguna vez y ahora abandonaron la fe? ¿No será que recibieron la novedad más linda, pero con mentalidad y corazón del antiguo testamento, como les pasó a estos fariseos? ¿No será que los anunciadores (sacerdotes, catequistas, comunidades religiosas, colegios, familias) anunciamos por muchas décadas una novedad avinagrada, no centrada en Cristo, en su persona, en el cordero manso y humilde? ¿Cuántos sacerdotes predicamos una novedad, pero al estilo antiguo, con corazón y mentalidad vieja, hablando más de mandatos, de doctrinas, de moral y no tanto de Jesús, de su Corazón, que por supuesto después nos llevará a una doctrina y a una moral? Con esto no quiero caer en la superficialidad y extremo de que la solución está en que hay que ser algo así como «modernista». En realidad, hay que ser modernos, pero no modernistas, para no desvirtuar el mensaje; eso significa «a vino nuevo, odres nuevos».

Jesús fue moderno, en el buen sentido de la Palabra. Los santos fueron modernos. Fueron siempre más allá, supieron cambiar el corazón y la mentalidad para que el mensaje realmente pueda penetrar en los corazones. No fueron «modernistas» como tantos en estos tiempos, en donde ese estilo parece estar de moda, pero que en definitiva no saben distinguir y entonces terminan «aguando» el mensaje del evangelio, haciendo un evangelio color beige –ni un color ni otro–, para ser aceptados por los demás, para un supuesto «éxito» evangelizador que a larga termina reventando también los «odres», los corazones; termina no sirviendo para nada, porque en realidad no logran que los demás se enamoren realmente de Jesús. La gran verdad es que el verdadero discípulo de Cristo es el que se enamora con todo el corazón de una persona y que, pase lo que pase, nada ni nadie lo aleja, a no ser que él lo quiera.