«Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.»
Palabra del Señor
Comentario
Las pruebas, lo que llamamos comúnmente «tentaciones», tocan las fibras más profundas de nuestro corazón, aunque la mayoría de las veces ni nos damos cuenta, o podríamos decir que depende del grado de intensidad con que nos «atacan», somos más o menos conscientes; o también, dicho de otra manera, depende de la fortaleza que tengamos, de hasta cuánto estamos dispuestos a soportar. Generalmente o popularmente se relaciona la tentación como una invitación a hacer siempre algo malo directamente, y en cierto sentido es verdad, sin embargo, no hay que olvidar que muchas tentaciones o pruebas, como se dice, son «bajo apariencia de bien», tomado de san Pablo, que literalmente lo dice: «Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz». Esto quiere decir, que, por un lado, son más difíciles de detectar y, por otro, como consecuencia, somos más propensos a caer. El demonio se mete en esos «recovecos» del alma, de nuestro corazón, en donde dudamos, en donde somos frágiles, en esos momentos en donde estamos sufriendo, cuando, como dijimos, somos más vulnerables, justamente para hacernos equivocar el rumbo. Cuanto más cerca estamos de la Luz, de la Vida, del Camino, que es Jesús, más sutiles son las propuestas del demonio, y es por eso que podemos encontrar personas muy cercanas a Jesús pero que pueden caer profundamente, como vos y como yo. Nadie está exento. «Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!», dice también san Pablo. Fiémonos siempre de Jesús, de sus palabras y de su fuerza para estar atentos y no caer en la gran tentación de sentirnos solos, y tampoco en las tentaciones de cada día que nos hacen ser infieles a su amor.
Te aseguro que, si no escuchás o intentás comprender bien las palabras de Jesús de Algo del Evangelio de hoy, lo que significa ser hijo de Dios, difícilmente disfrutarás de lo lindo que es ser cristiano. Porque en definitiva ser cristiano es haber descubierto, gracias al Hijo que es Jesús, que nuestra mayor dignidad, nuestra mayor alegría es la de ser hijos de Dios, hijos libres, que ya no viven como esclavos, que ya no le tienen miedo al Padre, sino todo lo contrario, descubren que a Dios se le puede llamar Padre, como el mismo Jesús nos enseñó.
Te aseguro que la frase más importante del Evangelio de hoy es esta: «Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos». Es una expresión que es parte del Sermón de la Montaña, que es el corazón del Evangelio de Mateo y podríamos decir también el corazón de todo el mensaje de Jesús. Si queremos conocer el corazón de Cristo, si queremos conocer lo que piensa, siente y quiere para nosotros, te aconsejo leer siempre los capítulos cinco al siete de Mateo. Te aseguro que, si por medio de las palabras de él vas conociendo el corazón del Hijo de Dios que quiere enseñarnos a ser hijos, de a poco, como la lluvia empapa la tierra y no vuelve al cielo sin dar fruto, de la misma manera la Palabra de Dios irá dando frutos de libertad en tu corazón y en los corazones de aquellos que la reciben con amor.
Lo demás de las palabras de hoy, te dejo para que lo pienses también por tu lado, o sea, el alcance que en realidad tiene el quinto mandamiento de «no matar», el sentido más profundo que le quiere dar Jesús. En resumen, él nos está diciendo que matar no es solo una cuestión física, material, sino que el mandamiento también abarca lo espiritual, desde nosotros y hacia los otros.
Pero volvamos a la frase central, ¿qué significa? Trataré de traducirla a un lenguaje sencillo, accesible a nosotros. Podríamos traducirla imaginando que Jesús nos dice lo mismo de muchas maneras distintas: Les aseguro que, si ustedes piensan que ser cristianos, ser seguidores míos es cumplir una regla y con eso quedarse tranquilos, no disfrutarán del amor que vine a traer al mundo.
Les aseguro que, si ustedes viven conformándose únicamente con no hacerle mal a nadie y no ven más allá, y no piensan en cómo hacer el bien a los demás, se estarán perdiendo lo mejor del Reino de Dios. Les aseguro que el Reino de Dios no es solamente el momento en el que llegaremos cuando partamos de este mundo, sino que es también la relación de amor que puede darse desde ahora entre Dios Padre, su Hijo Jesús y todos nosotros, y por eso cuando nos olvidamos de esto, nos estamos perdiendo una parte. Les aseguro que el fariseísmo, el vivir la fe como un simple cumplir, como un querer solo vivir para nosotros, es algo mucho más común de lo que ustedes creen y por eso vengo a enseñarles la verdadera libertad; vengo a enseñarles que, si no «dan un salto», se van a perder lo mejor. Les aseguro que, si creen que la santidad, la justicia, es algo que van construyendo ustedes mismos al ritmo de su propio esfuerzo, jamás disfrutarán la alegría de ser salvados, de recibir desde lo alto la fuerza para no solo cumplir los mandamientos así nomás, a secas, sino que además ir mucho más allá, la alegría de no calcular, la alegría de amar, no por obligación sino con libertad.
Y para terminar, les aseguro que esto hay que pedirlo. Hay que pedir esta gracia si estamos estancados en una fe que ya está casi muerta, sin fuerzas, una fe que se quedó sin respiración porque no comprendió lo que significa ser cristiano, porque nos enseñaron mal o porque nunca lo comprendimos. Les aseguro que, si lo pedimos, el Padre nos lo dará. Acordémonos que tenemos que aprender a pedir siempre lo mejor.