«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.”
Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, ¿y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, ¿y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”
Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.”
Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron.”
Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?”
Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.”
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»
Palabra del Señor
Comentario
Empezamos esta nueva semana de Cuaresma siguiendo el camino que nos propone la liturgia, la Iglesia para ir escuchando lo que Dios nos enseña por medio de su Palabra. La Cuaresma –no te olvides, no nos olvidemos– es un tiempo privilegiado para dejar que nos eduque el corazón su Palabra, para aprender a centralizarnos en lo esencial de nuestra fe. Es un camino de purificación de tantas cosas que se nos van pegando y hacen que a veces nos olvidemos de lo esencial. Los evangelios de la Cuaresma ya no siguen ordenadamente a un evangelista, como veníamos escuchando anteriormente a Marcos, sino que se van alternando, están elegidos especialmente para ayudarnos a llegar a la Pascua listos y preparados para resucitar también con Cristo.
Recordemos lo de ayer: «No vivimos solamente de pan», de pan material; no vivimos de las cosas materiales que nos rodean únicamente. No nos engañemos, no nos dejemos tentar por el «pan» de este mundo que perece, que se pudre y muchas veces nos deja vacíos. Te invito hacer un ejercicio si podés: pregúntale a tu hijo o a alguien que quieras mucho qué necesitan de vos. Hacé la prueba. Mirá al que tenés ahora a tu lado, a tu hijo, a tu hija, a tu marido, a tu mujer, a tu amigo, pregúntale: ¿Qué necesitás de mí? ¿Qué es lo que realmente necesitás de mí? Me imagino que te estarán diciendo: «Te necesito a vos», «necesito tu presencia, tu tiempo». No vivimos, por eso, solamente del pan de este mundo, de lo material, sino que vivimos del «amor» que sale del corazón y de la boca de Dios, porque sus palabras dan amor, son amor, vivimos del «amor» que sale del corazón de los otros, con sus gestos, con sus palabras. ¿Cuándo nos vamos a convencer de esta gran verdad? No vivimos solamente de pan, vivimos de algo mucho más maravilloso y duradero, del amor recibido y entregado.
Hoy sencillamente pensé en esto, desde Algo del Evangelio: ¿Exige mucha explicación este texto? Por supuesto que se pueden decir muchísimas cosas, pero… ¿nos queda alguna duda de lo que es realmente esencial en nuestra fe? Ante la duda que muchas veces nos puede surgir, a vos y a mí, sobre qué debemos hacer, cuál es la voluntad de Dios, sobre qué es lo más importante en nuestra vida, Jesús nos responde con una imagen muy simple y al mismo tiempo seria y fuerte, la imagen del juicio final, y no es para que tengamos miedo. Lo que nos quiere enseñar es que lo que define nuestro presente, lo que hace que nuestro presente tenga valor, lo que es esencial en el hoy es por lo cual seremos juzgados. Es por lo que seremos juzgados lo que realmente le importa a Dios, a nuestro Padre. Al ver lo que Dios juzgará, eso nos ayuda a detectar qué es lo que él quiere que hagamos hoy concretamente. Seremos juzgados nada más ni nada menos que por el amor y por el amor especialmente a los más necesitados. Será por el amor a los hambrientos y sedientos, a los que no tienen que vestir, a los enfermos o presos. Esto no se puede barnizar ni dibujar, ni decir que no es tan así. Es la palabra de Dios para todos nosotros.
Cada vez que amamos a un pequeño de nuestra sociedad, de nuestra familia, en nuestras cercanías, cada vez que amamos a un desprotegido, a un despreciado, a un desechado de este mundo, a un pecador olvidado, a un despojado de todo lo material, a un enfermo, a un desgraciado que no es amado por nadie, a alguien que tiene mucho pero en el fondo tiene un vacío en el corazón; cada vez que lo hacemos sin buscar ser vistos, sin buscar ser recompensados, sin buscar calmar nuestra conciencia, sin desear ser aplaudidos, cada vez que lo hacemos es al mismo Jesús a quien amamos, es al mismo Dios a quien nos entregamos.
Dice el apóstol Santiago: «La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo».
Estamos religados a Dios Padre, eso quiere decir «religión», estar ligados, unidos, no solo si rezamos y vivimos los sacramentos, sino si comprendimos que nuestro Padre ama especialmente a los más desprotegidos y él quiere que aprendamos a amarlo a él en ellos.
Ojalá que el Evangelio de hoy nos ayude a tomar conciencia de qué es lo más importante y esencial de nuestra fe y no perdernos en cosas que nos hacen desviar del centro de nuestro corazón.