«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.”
Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, ¿y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, ¿y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”
Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.”
Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron.”
Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?”
Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.”
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»
Palabra del Señor
Comentario
Buen día, buen lunes. Eso es lo que te deseo, eso es lo que te deseamos todos cada día, que tengamos un buen día, especialmente un lunes cuando tenemos toda la semana por delante, pero te pregunto y me pregunto: ¿qué es tener un buen día? ¿Cuándo consideramos que tuvimos un buen día? ¿Cuando nos salió todo bien? ¿Cuando nos sale todo lo que planeamos? ¿Te preguntaste esto alguna vez? Casi inevitablemente nuestra valoración del día tiene que ver con eso, con el hecho de considerar si las cosas nos salieron bien o no según nuestros criterios, si nos pasó o no algo malo, algo que nos disguste, que nos caiga mal, que nos perturbe. Es lógico, pero qué hacemos entonces cuando no nos salieron las cosas como pensábamos, qué hacemos cuando nos tocan pruebas y tentaciones, qué decimos cuando nos toca vivir un desierto, como le pasó a Jesús en el Evangelio de ayer. ¿A quién le sale decirse a sí mismo: «¡Qué linda prueba me tocó vivir hoy!, ¡qué linda tentación que tuve que enfrentar!, ¡qué sufrimiento más provechoso que tuve que vivir!»? Parece algo masoquista, ¿no? Pero, en realidad, vivido desde la fe no lo es. Por eso te propongo desmenuzar esta primera semana de Cuaresma, tomando la imagen del desierto de este domingo, el hecho de que Jesús eligió ser llevado al desierto, aceptó ser llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por Satanás. ¡Qué misterio!
El tiempo de Cuaresma es tiempo de volver a sentir que la vida es de alguna manera un paso por el desierto, de volver a experimentar que muchas veces nos tocan vivir dificultades, pruebas, sufrimientos, carencias que nos ponen mal y nos hacen tomar a veces malas decisiones. Cuaresma es tiempo de purificación de tanta inmundicia que nos envuelve, que nos penetra el corazón y a veces nos inmuniza de tanto dolor dando vueltas por ahí y tanto amor que se pierde. No percibimos el dolor que nos rodea a veces, si nos vamos olvidando del amor que nos reclama. El sistema ya preestablecido en este mundo es bastante perverso, es verdad que este mundo es lindo pero tiene mucho de perverso y sin querer nos vamos acoplando a él, nos vamos mimetizando con él y podemos ser cristianos que seguimos a Jesús, pero capaces de olvidar lo más elemental de nuestra fe: el amor al que sufre, al sediento, al hambriento, al enfermo, al preso, al desnudo, al sin techo. Sin darnos cuenta que al fin de cuenta lo único que importará el día en el que nos toque vernos cara a cara con Jesús es si fuimos capaces de salir de nuestro mundito interior, de nuestro mundito familiar, de nuestros corazones que se hacen barrios cerrados, donde no pueden entrar nadie más que los permitidos con una seguridad impuesta.
Este mundo en el que vivimos tiene mucho de perverso. Disculpá mi aparente pesimismo, pero creo que es así. Por supuesto que eso no quita lo bueno. Este mundo «fabrica” pobreza y pobres y después los descarta, no se hace cargo de ellos, se lava las manos, incluso es capaz de decir «Son pobres porque eligieron serlo», y eso es perverso. Es ahí donde debe aflorar un cristiano. Eso nos propone Algo del Evangelio de hoy. Es ahí donde debemos aparecer nosotros para luchar por aliviar el dolor de tantos descartados como productos con vencimiento. Nosotros no podemos transar, dicho de mala manera, con la lógica del utilitarismo, de que solo es útil lo que sirve para algunos. No nos lavamos las manos, estemos donde estemos, todos podemos hacer algo. No esperamos que los de arriba lo hagan, el mundo es así desde que es mundo, su lógica es distinta. Es la lógica de no jugarse y de pensar que vivimos para tener, que con un poco de dinero se solucionará y eso es mentira. Lo que soluciona los problemas de tu vida y de la mía, la vida de tantos es el amor, el amor tuyo y el mío, ahora, no mañana, ahora, sin esperar que los otros solucionen lo que ellos mismos crearon. Al fin y al cabo nos juzgarán por eso, y eso no nos debe dar miedo, sino todo lo contrario, ánimo para ir a lo esencial, para no gastar energías y corazón en donde no vale la pena. Jesús nos está esperando para abrazarnos y guiarnos a su derecha. Así quiere Dios Padre un día encontrarnos a todos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.