«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.»
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.»
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?
Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.»
Palabra del Señor
Comentario
Es lindo pensar y sentir que nuestra fe no está asentada en fábulas o en cuentitos que nos contaron, sino en una realidad, en algo concreto en la historia de hombres y mujeres que conocieron a Jesús, lo amaron y se dedicaron a transmitir sus enseñanzas. Es por eso que festejamos las fiestas de los apóstoles, porque ellos fueron testigos directos de lo que nosotros nos enorgullece hoy contar. ¿Cómo podríamos seguir y hablar de alguien del cuál no sabemos con certeza que existió? ¿Cómo sería posible que la vida de un hombre como Jesús haya transformado y siga transformando la vida de tantas personas, si no fuese una verdad, si no nos hubiese marcado un camino, si no nos diera vida? Sería imposible. Vos y yo, somos la prueba más cierta de que nuestra fe no es una fábula, de que la fe es algo vivo, de que tener fe hace bien, vale la pena.
Podríamos decir que los hombres, vos y yo, en general, siempre queremos más, siempre buscamos más. Y eso está bueno, menos mal que es así, porque si no, nos moriríamos de mediocridad, de rutina en rutina, incluso a veces de depresión, de un sin sentido. Creo que esto nos pasa porque estamos “hechos para más”. Fuimos creados para Dios, por Dios, y la criatura tarde o temprano busca a su Creador, ¿no?, es lógico, o debería serlo. Como la mascota busca a su dueño, como el amado a su amada.
Por otro lado, ese querer más, también se nos vuelve, por decir así, en contra y hace que sin darnos cuenta nunca nos terminemos de conformar plenamente. Es raro, pero nos pasa con lo de cada día y nos pasa con lo más profundo, eso que no terminamos de explorar y conocer, esas cosas de la vida que las “tocamos” en situaciones límites, como grandes consolaciones y alegrías, así también como grandes dolores y desolaciones. Si hace calor porque hace calor, si hace frío porque hace frío, si tenemos esto porque lo tenemos, si no lo tenemos porque no lo tenemos, y en definitiva podemos andar por la vida quejándonos y no agradeciendo tanto don.
Con la fe nos puede pasar lo mismo. A los discípulos les pasó lo mismo sin darse cuenta. Tenían a Jesús en frente, pero pedían más. Algo del Evangelio de hoy, en la fiesta de dos apóstoles Felipe y Santiago nos muestra esto: “Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.»” Jesús les acababa de decir que Él era el Camino, la Verdad y la Vida, todo lo que un hombre podría desear, todo con mayúscula y ellos pretendían algo más. ¿Se puede pedir algo más? No, pero sí. Es lo que no terminamos de comprender muchos cristianos. ¿Necesitamos algo más que a Jesús? No, sin embargo, queremos y pedimos más, y muchas veces… cuanta cosa “maravillosa” nos cuentan, cuanta aparición y manifestación anda rondando por ahí, cuanta novena y cadena milagrosa que nos mandan, sin darnos cuenta podemos llegar a considerarla como un fin y no como un medio para llegar a Él.
Por eso que lindo es hacer nuestra, propia, esta respuesta de Jesús a Felipe: “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? En el ADN de nuestro ser está el deseo de comunicarnos con nuestro Padre Creador, somos hijos, no mascotitas que se apegan al que le da un poco de cariño. Somos hijos libres que tienen que descubrir que es necesario reconocerse amado y re-enviados a amar. ¿Crees esto? ¿Crees que Jesús es el Camino para llegar al Padre que te creó, la Verdad que marca el sentido de tus pasos para llegar a Él, y la Vida que te da vida y te permite respirar hasta que te abraces eternamente con Él? ¿Crees que si hablás con Jesús en realidad también hablás con tu Padre? ¿Crees que al amar a Jesús no necesitás ninguna cosa “maravillosa” que anda por ahí? ¿Crees que en la Eucaristía está ese Jesús que nos dice: “«Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré»? ¿Te das cuenta como entonces la obra de Dios es que creamos esto? ¿Te das cuenta entonces que el verdadero milagro es tener fe, es creer y aceptar con libertad este misterio, que nos impulsa a amar y a vivir la vida con los pies en esta tierra, pero con el corazón en el cielo?
Es bueno siempre aspirar a más, eso nos ayuda a vivir mejor y a superarnos, pero al mismo tiempo, hace bien aprender a conformarse con lo que ya se nos dio y no terminamos de valorar. El cristiano en serio es el que sabe que ya tiene todo, porque Jesús es todo, pero al mismo tiempo, siempre busca más, busca amar más, busca que los demás descubran cuál es el verdadero Camino, cuál es la verdadera Vida y cuál es la gran Verdad.