María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz.»
Palabra del Señor
Comentario
Durante el tiempo de adviento la idea, la meta, el deseo es que nos encaminemos a encontrarnos con un Dios pequeño, un Dios que quiso hacerse hombre, como vos y yo, viviendo todo lo que nosotros vivimos, haciéndose uno de nosotros, para que podamos sentirlo cercano, “uno de los nuestros”. Es lindo, por eso, ir preparándose para dejarse sorprender, para que no sea un año más, para que no nos dé lo mismo. Tenemos que salir del aburrimiento en el que nos metemos a veces sin querer, por debilidad propia, por debilidades ajena, por debilidades también de la propia Iglesia. A veces podemos andar con el corazón aturdido, cansado, harto de tanto ruido, de tanta frustración, de tanto enojo, de tanto “no sé qué”, por eso este tiempo, y este día especialmente puede ser distinto si nos decidimos a que sea así, de la mano de María.
La sorpresa, valga la redundancia, es mejor sorpresa cuando nos da algo mejor de lo que esperábamos, cuando nos conmueve, cuando pasa algo imprevisto, algo inimaginable, justamente, de eso se trata la sorpresa. Y por eso, la sorpresa tiene ese gustito a lindo, porque es grato recibir alegrías inesperadas, y por supuesto es dura cuando se trata de algo que no nos hace bien. Pero, en este diciembre, estamos caminando con esperanza hacia algo lindo, vamos en busca de algo lindo, no estamos para pronosticar problemas y catástrofes, de eso ya se encargan muy bien los noticieros. El cristiano no está para eso, al contrario, el cristiano es el que se deja sorprender y encontrar por Jesús y por eso, anda alegre, o intenta estar, porque encontrarse con Jesús es algo lindo, es cosa linda, es alegría profunda, es convencimiento de un amor verdadero, es esperanza de algo mejor.
Qué lindo es continuar caminando así y dejarse sorprender con esta fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Patrona de toda América, patrona de todo México a quienes saludamos de manera especial en este día. Patrona de tantos lugares, de tantas instituciones, la Guadalupana es una de las advocaciones marianas más amadas en el mundo, más linda, más significativa, de las que más gracias se derramaron a lo largo de la historia, el santuario mariano más visitado del mundo. Son infinitas las gracias que brotaron y brotan desde Ella, de María, hacia todo el mundo, hacia miles y millones de personas que se acercan para encontrar su esperanza, a Jesús.
Y hablando de sorpresas… ¿Hay mejor día y evangelio para enseñarnos lo que significa ser sorprendidos por Jesús?
La aparición de la niña, como la llamaba Juan Diego, es una de las sorpresas más lindas que recibió esta tierra americana allá por 1531. ¿Qué mano humana podría haber pintado una imagen tan linda, tan perfecta, tan llena de simbolismos y hacer que genere lo que genera la tilma de Juan Diego con la imagen de María de Guadalupe? Solo Jesús puede hacer algo así por medio de su Madre. No hay poder humano, no hay obra de arte humana que produzca y genere, lo que genera la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Es imposible. La aparición de María y lo que ella produce en el corazón de tantos fieles, es una prueba continua de las sorpresas de Dios Padre, para con sus hijos en la historia de la humanidad.
Algo del Evangelio de hoy nos muestra también algunas lindas sorpresas, cómo Isabel fue sorprendida por María y por Jesús ese día tan especial. Cuando Jesús nos sorprende nos llena de alegría, saltamos de gozo, como saltó Juan el Bautista en el vientre de Isabel. Es imposible no llenarse de alegría cuando Jesús visita de algún modo nuestro corazón. Qué lindo imaginar ese momento, qué lindo es dejarse sorprender en estos días. Podemos pedir este regalo para la Navidad, pidamos ser sorprendidos por Jesús de alguna manera, que Él se las ingenie para visitarnos, para despertarnos, para convertirnos. Solo una sorpresa de Jesús, a través de María portadora de Él o a través de alguien que se transforme en mensajero de Jesús, o por medio de alguna situación, nos va a sacar de la “modorra” de la fe en la que a veces estamos. Solo eso nos va a sacar una verdadera sonrisa y que dure. Eso es la Navidad. Es la celebración de la visita de Dios al mundo, visita sorprendente que nadie esperaba de ese modo, nadie la imaginó, ni siquiera María.
Por eso podemos preguntarnos, hoy nosotros… ¿Qué regalo estamos esperando? ¿Qué regalo le estamos enseñando a esperar a nuestros hijos? Pensá que tus hijos esperan lo que vos y tu familia les enseña a esperar. Si le enseñás a esperar el regalo de “no sé quién”, no te sorprendas de que espere cosas materiales y a ese “no sé quién”. No hay mucha vuelta en eso, después no podemos echarle la culpa a los otros, a la cultura. Somos nosotros, los adultos, los que les enseñamos a esperar o no lo mejor. Cuando el corazón espera cosas, Jesús casi que no tiene lugar. En cambio, cuando el corazón espera amor, y lo espera de personas concretas, no en personajes ficticios, entonces todo es distinto, porque es ahí cuando Jesús aparece y se deja ver. Que María de Guadalupe nos enseñe a esperar y a dejarnos sorprender por lo mejor, por su Hijo Jesús, como lo hizo Ella hace ya casi 500 años.