Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?» El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías.» «¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?»
Juan dijo: «No.» «¿Eres el Profeta?» «Tampoco», respondió. Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.» Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.»
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor
Comentario
Siempre es bueno volver a recordar QUIÉNES SOMOS. No tener claro lo que somos y para qué estamos, no sólo hace que nosotros perdamos el tiempo, sino que también de algún modo hacemos que los demás lo pierdan. Juan Bautista, como decimos por acá, «la tenía bien clara», sabía para qué estaba y cuál era su misión. No perdió el tiempo ni hizo perder el tiempo a los demás.
Algo del Evangelio de hoy es una gran ayuda para ver cómo Juan tenía bien claro quién era y además que ni siquiera se confundió cuando se confundieron sobre él. En estas dos cosas quería detenerme hoy especialmente a reflexionar: saber ubicarnos y no desubicarnos, aunque los otros se confundan sobre lo que somos. Vamos a profundizar esto.
Saber ubicarnos tiene que ver con saber quiénes somos y cuál es nuestra tarea como cristianos, nuestra misión, y esto obviamente nos sirve para cualquier aspecto de nuestra vida. ¡Qué importante es saber ubicarnos!, o sea, saber que no somos todo, sino una parte del todo; que no sabemos todo, sino algo del todo; saber que no somos la Palabra, sino la voz que la transmite; saber que no somos el que toca el instrumento, sino el instrumento; saber que somos el lápiz y no el que escribe, por utilizar algunas imágenes. El que no sabe bien quién es, vive desubicado en la vida. Juan Bautista, como dijimos, sabía que era la voz que anunciaba algo más grande y mejor, y por eso nunca quiso ser el centro ni dejó que lo hagan el centro los otros, porque esto también puede pasar. El cristiano que sin querer, y a veces queriendo, se hace el centro, la referencia de todo, también en el fondo está desubicado, aunque esté haciendo muy bien las cosas. ¡Es un desubicado!, decimos a veces. Qué insoportable es cuando hay personas que no saben ubicarse. Es muy molesto que las personas se crean más líderes que Jesús o impostan un liderazgo que lo único que hace es arrastrar personas hacia él y no al que viene detrás de él.
Un sacerdote desubicado en el fondo es un sacerdote que no entendió el mensaje ni su misión. Aunque haga mil cosas buenas, aunque salga en televisión, aunque sea aplaudido por todos y tenga millones de seguidores, y no está ubicado, en el fondo lo único que hará es arrastrar personas hacia él. Un consagrado que no sabe ubicarse y arrastra gente hacia él mismo y no a Jesús (aunque obviamente Jesús después se encargará de corregir las cosas), se desubica y se adjudica de algún modo el regalo que recibió. Un laico que no entiende su lugar dentro de la Iglesia y se cree digno para que los demás le desaten sus sandalias en vez de desatarlas él a los demás, no entendió lo lindo que es ser cristiano. Cuando alguien, sacerdote o quien sea, recolecta «demasiados fans» pero al estilo mundano, contándolos; cuando alguien parece tan bueno que hasta los errores se le alaban, es señal de que está un poco desubicado en la vida y se olvidó de mirarlo a Juan el Bautista y a Jesús.
Ahora… falta una segunda parte de la verdad, y parte de la verdad. A veces puede haber alguien que esté muy ubicado, muy en su lugar, muy como Juan Bautista, y sin embargo los que se desubican son los demás. Esto le pasó a Juan también. A pesar de que él sabía bien quién era, lo que tenía que hacer y lo que no, los que se desubican en este caso, los que no saben bien quién es realmente, son los demás que van a preguntarle si es el Mesías. Por eso, a veces, aunque sepamos bien quiénes somos, aunque estemos en donde tenemos que estar, los que nos ven se pueden confundir y esto es lo que nos puede hacer confundir también a nosotros.
La clave, el desafío, tengamos la tarea que tengamos, es que mirando a Jesús sepamos quiénes somos y para qué estamos, sea el lugar que nos toque estar, sea el lugar donde el Señor nos ha pedido trabajar.
Y finalmente, es bueno que no nos desubiquemos también con los demás.
No alabemos antes de tiempo, no veamos Mesías donde no los hay porque solo Jesús es nuestro Salvador; y todos los demás, desde el Papa hasta el más pequeño de los bautizados, solo somos simples servidores, ni siquiera dignos de desatarle la correa de las sandalias a nuestro buen Jesús.