Jesús dijo a sus discípulos:
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Palabra del Señor
Comentario
En Algo del Evangelio de hoy Jesús nos invita a que pensemos dónde tenemos nuestro corazón; porque en definitiva donde esté nuestro corazón estará nuestro tesoro y viceversa. Y el termómetro de nuestro corazón es en donde estamos poniendo nuestras fuerzas, nuestros deseos, metas, logros y proyectos.
Es entendible que nos guste acumular. Te diría que casi naturalmente tendemos a “acumular cosas”, cosas materiales y de todo tipo. Nos encanta, nos da seguridad. Nuestro deseo de controlar el futuro y de asegurarnos un lugar en este mundo nos lleva a que pongamos casi más fuerzas en planificar lo que viene que en disfrutar lo que tenemos. Es increíble, pero a veces vivimos así. Y por eso el hombre es capaz de “gastar” su vida, sus bienes, su corazón, en asegurarse un futuro que no conoce, mientras se pierde la oportunidad de abrazar lo que hoy tiene en sus manos. Padres que se desviven por dejarles algo a sus hijos trabajando de sol a sol y mientras tanto los tienen a su lado y casi ni hablan o ni saben que les pasa. Padres que se desviven para que sus hijos sean “alguien” en este mundo competitivo que exige ciertas cosas, y mientras tanto no se dan cuenta que ellos “ya son alguien”, hijos de Dios. Y así podríamos seguir con miles de ejemplos.
Y por eso Jesús nos dice: ¿qué sentido tiene que acumulen cosas?, casas, autos, ropa, o títulos, fama, “palmadas en la espalda”, aplausos, elogios, prestigio, poder; ¿qué sentido tiene? Si en definitiva todo eso pasa, si en definitiva en este mundo nos pueden robar todo, menos el corazón. Jesús nos quiere llevar a la sensatez. Si en definitiva no sabemos qué será de nosotros mañana. Este mundo consumista nos ha nublado el pensamiento y nos ha atrofiado el corazón, haciéndonos creer miles de mentiras que ya damos por verdad. ¿Qué sentido tiene si en definitiva para un hijo de Dios lo que importa es lo que su Padre ve en lo secreto, es sentirse amado por su Él?
Qué lindo que tengamos la “lámpara” del cuerpo que es ojo; puro, para ver lo que realmente importa en nuestra vida, puro para descubrir en dónde tenemos que poner nuestro tesoro, puro para poder ver que somos hijos de Dios y que en realidad es lo más importante, lo único importante en nuestra vida es que vivamos como hijos y que sintamos la alegría del Padre hacia nosotros porque vivimos y nos comportamos como hijos.
El sermón de la montaña es un pequeño caminito para que descubramos lo esencial de nuestra vida y que no acumulemos cosas que acá en la tierra son pasajeras. Todo es pasajero, lo único que no pasa es que somos hijos y que tenemos que imitar al Hijo del Padre que es Jesús, y que tenemos que llegar a nuestro Padre del cielo para darnos un abrazo que dure toda la eternidad.