El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”» Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.
Palabra del Señor
Comentario
Estamos a la espera, de vigilia, con ansias de que llegue la noche, que aparezca el lucero, el alba, que anuncia la resurrección, para que esta vigilia nos lleve inexorablemente a reconocer a Jesús resucitado en nuestras vidas. Es verdad, ya sabemos que resucitó, pero también es verdad que debemos vivir en la liturgia, en las celebraciones aquello que alguna vez sucedió pero que quiere volver a suceder en cada corazón que escucha con fe. ¿Quién de nosotros no lo necesita? Pero mientras tanto, mientras esperamos, mientras andamos por la vida, ¿quién de nosotros no enfrentó una situación como la de las mujeres yendo al sepulcro? La duda, la increencia, la desesperanza, la desazón, la tristeza, el miedo. Nosotros sabemos y creemos que Jesús resucitó y sin embargo seguimos, a veces, con tristeza y miedo. Por eso Algo del Evangelio de hoy nos ayuda con esta pregunta tan fuerte: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?». Mujeres que habían ido en búsqueda de un cadáver, para rendirle homenaje a su gran Maestro, se sorprenden –por supuesto– y no se animan a levantar la mirada; era algo lógico, no se imaginaban que Dios podía romper con toda la lógica humana. Jesús hizo posible lo que parecía imposible. No será entonces necesario para ellas correr la piedra del sepulcro, el mismo Jesús con la fuerza de su resurrección y de su amor lo había hecho por ellas.
La Vigilia Pascual es una celebración que nos invita a llenarnos de gozo y a dar gracias. Gracias por la creación, gracias por el don de la vida. Gracias porque a pesar de los pecados, de nuestros pecados y de toda la humanidad, Dios hizo grandes obras en la historia del Pueblo de Israel, pero también hizo grandes cosas en nuestra historia; porque fundamentalmente Jesús hizo la obra más grande de amor que podíamos haber imaginado: la resurrección.
El Padre resucito a Jesús, recompensándolo por su entrega y por su amor. Gracias porque creemos en esta gran verdad y podemos disfrutarla. La resurrección –vuelvo a decir– es la obra más grande del Padre en toda la historia de la humanidad, es la mayor manifestación de su amor. Rescatando a su Hijo de la muerte, también nos rescata a todos los hombres de la muerte eterna y de todo lo que en nuestra vida huele a muerte; porque a veces podemos andar así, con muertos en el corazón. Él con su amor infinito, restableció los vínculos que se habían roto por el pecado y el mal en el mundo.
Quien cree en la resurrección, entonces sabe que las piedras que tapan nuestros corazones hechos sepulcros, pueden ser corridas. Quien cree en que Jesús resucitó, ve por todos lados vida –aunque haya bastante muerte–, vida que vivifica y da un nuevo sentido a cada cosa. Quien cree que Jesús está vivo, vive también como resucitado, dando gracias porque todo puede ser vencido: las enemistades, los odios, las debilidades, la muerte, el dolor. Todo puede ser vencido no porque desaparezca, sino porque se enfrenta y se asume sabiendo que en lo profundo de nuestra alma hay un vínculo que jamás podrá romperse, el ser hijos de Dios y haber sido rescatados por el amor de Jesús.
Que esta nueva Vigilia Pascual, que esta nueva celebración de la Resurrección de Cristo nos quite todos los miedos, el miedo a todo lo que no nos deja amar y ser servidores de los demás, el miedo a todo lo que huele a sepulcro en nuestro corazón, a todo lo que huele a muerte, para que Jesús lo restaure y nos dé nueva vida. Si Jesús resucitó, entonces ¿de qué tenemos miedo?