«Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: “Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle”, y desde adentro él le responde: “No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos.”
Yo les aseguro que, aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»
Palabra del Señor
Comentario
Queridos oyentes no se olviden de ayudarnos a difundir la Palabra de Dios. Sin ustedes, sin su ayuda en la difusión, la Palabra no llegaría a tantos corazones. No duden que a la larga va a dar fruto, solo es cuestión de tiempo. Son muchísimas las personas que al principio se resisten un poco, pero después piden escucharla, piden que se la envíen, o incluso cuando el que hace de «mensajero» se demora en el horario, dice: «¿Y… la Palabra de hoy?». Confiemos en que la obra es de Dios, de Dios Padre que sigue sembrando. Te recuerdo que si querés recibirla directamente, para no depender de otros, o querés ser un difusor en tus grupos, podés ingresar a nuestra página www.algodelevangelio.org y, en el mismo inicio de la página, ver los diferentes modos para recibirla, o bien suscribirte para recibirla por mail o también enviarnos un mail a algodelevangelio@gmail.com.
Retomando lo de estos días, podríamos decir que la dureza del corazón no hace otra cosa que alejarnos de la verdad, porque solo se acerca a la Verdad, con mayúscula, aquel que se acerca al amor o, por lo menos, se deja abrazar por él. Las personas duras de corazón son aquellas que no saben amar, no siempre con culpa, pero en el fondo no se abren al amor de otros o son selectivos para aceptar a los que son distintos a él. Somos duros de corazón y a la vez duros de entendimiento, como dice el mismo Jesús en otro pasaje del Evangelio. Las dos cosas se relacionan, porque muchas veces nuestras durezas de corazón tienen que ver con cerrazones de pensamientos, y al revés, durezas o dolores del corazón nos llevan a pensar que las cosas son únicamente como nosotros creemos.
Hoy escuchamos en Algo del Evangelio una linda enseñanza de Jesús para todos nosotros. ¿A qué se refiere con esto de «pedir» y que se nos va a dar; con «buscar» y que vamos a encontrar; y con «llamar» y que se nos abrirá? ¿A qué se refiere? ¿A qué cosas se refiere Jesús? ¿Qué es lo que tenemos que pedir en definitiva, buscar y para qué tenemos que llamar?
Estas tres actitudes que están relacionadas y que nos hacen pararnos frente a nuestro Padre como verdaderos hijos, y no como hijos caprichosos que «pedimos» por pedir, que «buscamos» cualquier cosa, que «llamamos» solo cuando necesitamos, finalmente es el núcleo, la esencia de la cuestión.
La Palabra de hoy creo que nos saca esta duda… Jesús termina diciendo al final: «…cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan». Entonces ¿a qué se refiere Jesús con pedir, buscar y llamar? A pedir el Espíritu Santo; a buscar el Espíritu Santo; a llamar para que se nos dé el Espíritu Santo, su mismo Espíritu. Entonces nos enseña a pedir lo mejor que podemos pedir; acordémonos también de Marta y María, que María elegía lo mejor, no se quedaba con «pequeñeces».
Nosotros tenemos que aprender a pedir lo mejor; está bien que pidamos salud, trabajo y que nos vaya bien en las cosas que hacemos, pero Jesús nos enseña a mucho más: levantemos la cabeza, levantemos el corazón, porque él nos enseña a pedir el Espíritu Santo. Como dice san Pablo: «El Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado».
Eso tenemos que pedir. Cada cristiano, vos y yo somos templo del Espíritu Santo y él vive en nosotros, el Espíritu Santo vive en nosotros, y a veces nos olvidamos de esta gran verdad. Si pedimos lo mejor, vamos a tener lo mejor. Eso nos está enseñando Jesús. Dios no nos puede negar lo mejor; tampoco nos niega lo «otro» si es su voluntad, porque es un Padre providente y nunca nos va a faltar para comer, para vestir, y no nos faltará trabajo si lo buscamos; pero si pedimos lo mejor y tenemos lo mejor, todo lo demás se nos dará por añadidura.
Por eso, hoy volvamos a rezar el Padrenuestro, volvamos a pedir las cosas que Jesús nos enseña a pedir, y pidamos con insistencia, busquemos con insistencia –como ese amigo inoportuno que tanto pidió–; pidamos el Espíritu Santo, pidamos todos el Espíritu de Dios para comprender bien la escena del Evangelio de hoy. El Padre no nos va a negar eso, no se puede negar a darnos lo mejor que él tiene, o sea, él mismo, porque el Espíritu Santo es el mismo Dios que se nos entrega. Dios no nos quiere dar «pequeñeces», «cositas»; se nos quiere dar él mismo, como decía santa Teresa de Jesús. Preguntémonos hoy: ¿A quién buscamos entonces, a los consuelos de Dios o al Dios de los consuelos? Pidamos hoy al Dios de los consuelos, pidamos al Espíritu Santo que es quien nos va a ayudar a estar en paz, con Dios, con nosotros mismos y con los demás.