Se acercaron a Jesús unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: «Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.”
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les dijo: « ¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error.»
Palabra del Señor
Comentario
En el hecho de preparar la mesa para otros u a otro, para que puedan comer, se juegan muchas cosas. Obviamente que la comida en sí es importante, pero, finalmente, lo que se comió o dejó de comer pasará a ser anecdótico, si lo que se hizo, se lo hizo cargado de amor, y el otro supo comprenderlo; en sí, si lo que se vivió en ese momento, estuvo cargado de amor. «¡Qué linda estuvo la juntada, qué bien nos hizo volver a vernos!», decimos a veces. Y en el caso de un lindo desayuno preparado de sorpresa, finalmente decimos: «Gracias, gracias por lo que hiciste». Darle al otro de comer es decirle, en el fondo: «Te quiero, para mí sos importante y por eso me ocupé de esperarte, me preocupé en que todo esté arreglado, en que te sientas bien». Y, por el contrario, es feo cuando el lugar para comer está descuidado, desarreglado, cuando de una manera u otra descubrimos que no se ocuparon mucho en prepararlo.
El amor también está en los detalles, no está meramente en lo exterior, pero se manifiesta también en eso. Jesús tuvo en cuenta los detalles para dejarnos preparada la mesa, la mesa de su palabra y de la Eucaristía. Detalles sencillos, pero detalles al fin, que nos ayudan a comprender cuánto nos ama. Lo mismo podemos hacer nosotros. Estamos a tiempo en esta semana para hacer el intento, para sorprender a alguien también preparándole la mesa y que se sienta amado, querido.
Algo del Evangelio de hoy nos sigue reflejando algunas de las controversias que le tocó vivir a Jesús a lo largo de su vida pública. A él también lo cuestionaron, también le tocó lidiar con diferentes grupos dentro del judaísmo de su tiempo, entre ellos los fariseos, ayer, y hoy, los saduceos. ¿Vos pensás que los cristianos no tenemos que vivir controversias? Si a Jesús lo cuestionaron, ¿por qué crees que a nosotros no nos va a pasar lo mismo? Es lindo escuchar como Jesús, de alguna manera, sale al paso de estos cuestionamientos, de esa fea intención que ellos tenían de querer «hacerle pisar el palito», para acusarlo de algo; pero Jesús la tenía clara, sabía responder. Algo que también debemos aprender nosotros para no entrar en el juego, a veces maquiavélico, de los que nos rechazan. Los saduceos no creían en la resurrección y tampoco pretendían creer; por eso ponen a prueba a Jesús, presentándole este caso que parece difícil y que no era para convencerse o cambiar de opinión, sino que era para acusar a Jesús. Y él responde con esta pregunta, que creo que nos puede ayudar a todos: «¿No será que ustedes están equivocados, por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?».
¿No será que nosotros cuestionamos cosas de Dios, incluso de la Iglesia, porque no comprendemos la Palabra de Dios, porque no comprendemos las Escrituras? ¿No será que a veces nos critican los otros porque no comprenden las Escrituras? ¿No será que a veces no nos abrimos a lo que Dios nos enseña, por medio de la sabiduría de la Iglesia? ¿No será que no nos damos cuenta que los cuestionamientos que nos hacen a los cristianos provienen de que no comprenden ni les interesa a veces comprender la Palabra de Dios? Creo que esta es la clave de hoy, la cuestión más importante, más allá de lo que Jesús afirma sobre la resurrección. Que «Dios es un Dios de vivos, no de muertos». Que Dios nos creó para la vida y nos dio la oportunidad, con su muerte y resurrección, de poder resucitar algún día y vivir eternamente en un «nuevo cielo y una nueva tierra», donde resucitaremos y recuperaremos, de alguna manera, nuestro cuerpo. Y en este estado, ya no habrá «amores exclusivos», ya no habrá «amores posesivos», sino que seremos todos hermanos para siempre. Y por eso, no habrá matrimonios. A eso se refiere Jesús. Esto alguna vez ya lo comentamos cuando hablamos de la resurrección.
Pero lo importante de hoy me parece que es el fondo de la cuestión. La actitud de los saduceos es muchas veces la nuestra ante las cosas de Dios y de muchas cosas que nos rodean, especialmente la actitud también de los que rechazan la fe de la Iglesia, incluso entre iglesias hermanas.
Vamos con nuestros preconceptos pretendiendo que los demás nos respondan lo que queremos escuchar, cuando en realidad deberían ser al revés. No comprendemos a Jesús porque no lo dejamos hablar o porque lo escuchamos con un «filtro» a nuestra medida. No comprendemos la Palabra de Dios y por eso cuestionamos. ¡Cuidado con esa actitud! ¡Cuidado porque es falta de humildad!
Lo que deberíamos hacer en nuestra vida, es precisamente lo que propuse al principio: escuchar la Palabra de Dios, buscar comprenderla dejándonos ayudar por la Iglesia y preguntarle a Dios lo que nos quiere decir. Preguntar lo que significa cada pasaje de la Escritura para aprender cada día de ella con mucha humildad, dejándonos invadir por la sabiduría y la bondad de Dios.
sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.