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VIII Lunes durante el año

Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»

Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»

El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»

Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.»

Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:

«Entonces, ¿quién podrá salvarse?»

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.»

Palabra del Señor

Comentario

Nunca me voy a cansar de decirte que «no nos cansemos». Me lo digo a mí mismo, en especial los lunes y te lo digo a vos una y mil veces: «No te canses, no nos cansemos de escuchar». Un santo español lo decía de un modo muy lindo en una oración que dice así, te la comparto: «Madre, que no nos cansemos». Parece algo imposible pretender que no nos cansemos, cuando es lógico y hasta te diría lindo cansarse por amor, y si es por amor a Dios, mucho mejor todavía –amor a Dios que nos mueve amar a los demás, por supuesto–. Pero creo que la expresión habla de un cansancio distinto, de ese cansancio que no nos deja seguir con una sonrisa, del cansancio que nos «desarticula» y nos quita los deseos, de ese cansancio que en definitiva se olvidó de Jesús; que, dicho sea de paso, también se cansó humanamente. «Madre, que no nos cansemos de creer, de esperar y de amar, que es lo único que nos conduce a la felicidad que mantiene las sonrisas».

Es lindo empezar esta semana escuchando esta escena de Algo del Evangelio, en la que se nos pueden plantear tantas cosas, tantas sensaciones y reacciones diferentes. Muchas preguntas. Al terminar unos días de ejercicios espirituales, una vez me acuerdo, una de las ejercitantes al dar su testimonio dijo algo así: «Llegué llena de dudas, y me voy con más dudas todavía». Parecía un comentario negativo y, al mismo tiempo, gracioso, pero fue muy profundo. Quiere decir que el conocer a Jesús nos quita muchas dudas, pero al mismo tiempo nos llena de más preguntas y más dudas, que vamos esclareciendo en la medida que caminamos con él. Eso nos pasa con la escucha de su Palabra. La Palabra de Dios nunca deja de maravillarnos, nunca debería dejar de maravillarnos, porque cada escena del Evangelio es una fuente inagotable, un alimento perpetuo para todos nosotros y por eso, más allá de lo que dice la Palabra, podemos encontrar miles y miles de recepciones, según el corazón de cada uno de nosotros. La Palabra es una, los corazones miles y las respuestas variadas. Intentemos hoy dar nuestra propia respuesta, según lo que escuchemos y meditemos, también intentemos generar nuestras propias preguntas.

Hoy tengo ganas de que nos llenemos de preguntas, hacer algo así como una lluvia de preguntas –como se dice– al texto, a mí y a cada uno de los que escuchamos estos audios. Alguna pregunta podrá encontrar respuesta, otras no, pero será el comienzo para que algún día sí, por algo se empieza. Muchas veces se dice y se puede escuchar que aquel que se encontró alguna vez con Jesús, en alguna escena del Evangelio e incluso podemos pensarlo hoy, no quedó igual, no queda igual; que aquel que se encontró con él por ser tan irresistible su persona no pudo decir otra cosa que sí, no pudo resistir a su amor. Bueno, es verdad este razonamiento, y es lindo, pero creo que también le falta una parte, le falta una posibilidad, que nunca puede faltar, le falta la respuesta del hombre de hoy, del Evangelio de hoy y de tantos hombres a lo largo de la historia, ¿cuál respuesta? El no, y desde ahí la tristeza y la pena. Sí, lamentablemente existe esa posibilidad.

¿Existe la posibilidad de ver a Jesús cara a cara y terminar yéndose triste, por no animarse a decirle que sí? ¿Existe la posibilidad de haber sido mirado con amor y terminar yéndose apenado? ¿Es posible que vayamos hacia Jesús, que nos arrodillemos frente a él llenos de ansias y de amor y que terminemos yéndonos con las manos vacías, peor de lo que estábamos al llegar? ¿Es posible acercarnos a Dios intentando negociar con él la salvación después de la muerte, pero olvidándonos de la propuesta que él nos hace vivir desde hoy de un modo diferente? ¿Es posible que Jesús nos ofrezca dejar algo para seguirlo, para algo más lindo y pleno, para compartir lo que tenemos con los demás y que nos neguemos, que nos vayamos con la cabeza gacha? ¿Es posible que sigamos sin entender lo que significa ser cristianos, lo que quiere decir seguir a Jesús? ¿Es posible que la riqueza del corazón y material nos impida disfrutar de la propuesta liberadora de un Dios que se despojó de todo para encontrarse con todos? Todo es posible. Pénsalo, rézalo, meditémoslo en nuestras vidas. Pero hoy el Evangelio termina con una posibilidad muy posible, valga la redundancia, mucho más linda.

Para Dios todo es posible. Para Dios es posible destrozar todas las mezquindades que hacen que nos impidan animarnos a lo imposible, a lo que el mundo nos plantea como locura. Para Jesús es posible desarmarte con su mirada y ayudarte a que de una vez por todas descubras que lo mejor es seguirlo a él, amarlo a él, dejando de lado nuestras riquezas que nos impiden disfrutar de lo mejor de la vida, la posibilidad de amar y ser libre. ¿Esto no te quita alguna de tus dudas?