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VI Sábado de Pascua

Jesús dijo a sus discípulos:

«Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.

Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre.»

Palabra del Señor

Comentario

Ya a las puertas de la gran solemnidad que celebramos mañana: la Ascensión del Señor a los cielos, con la cual celebraremos el triunfo definitivo de Jesús, el triunfo que también nos incluye a nosotros, porque también, de alguna manera, nos ha llevado al cielo junto con él; escuchamos este lindo Evangelio para terminar la semana: «Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se los concederá en mi Nombre».

Jesús es nuestro abogado ante el Padre. Jesús habiendo venido al mundo para estar con nosotros, habiéndonos amado hasta el extremo, habiéndonos abierto su corazón para que conozcamos la intimidad de Dios, la comunión profunda de amor infinito y eterno entre Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; no solo nos compartió ese amor y nos lo derramó en nuestros corazones, sino también que nos concede que todo aquello que pidamos en su Nombre, él nos lo dará.

¿Y qué es lo mejor que podemos pedir al Señor en consonancia con lo que venimos meditando en los evangelios de esta semana? Algo del Evangelio de hoy nos da la pista: «Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta». Lo mejor que podemos pedirle al Señor es la alegría de saber que él está presente en nuestras vidas; porque la peor tristeza –esa tristeza de la cual nos hablaba Jesús en esta semana, de la cual Jesús les hablaba a sus discípulos anticipándoles que con su ausencia iban a estar tristes– es la tristeza de no tener a Dios en el corazón, no aceptar su amor. La peor tristeza en nuestra vida, la peor tristeza de los que conoces y ves que andan por la vida como muertos vivos, porque no comprenden para qué viven; o la tristeza de aquellos que parecen tenerlo todo, pero no pueden terminar de encontrar la verdadera felicidad, es la tristeza finalmente de no aceptar el amor de Dios, de no encontrarlo, de buscarlo de mil maneras equivocadas sin poderlo hallar. Es la tristeza del hombre que vive para sí mismo, es la tristeza del hombre que vive volcado hacia afuera, hacia su trabajo, hacia sus proyectos, hacia sus ambiciones –incluso hacia sus egoísmos, sus caprichos–, pero no hacia Dios que se hizo hombre por nosotros, para mostrarnos el camino. Esa es la peor de las tristezas en nuestras vidas. Y esa es la tristeza que a veces vos y yo tenemos y no nos damos cuenta, es como que se aloja en el fondo del corazón, y es porque estamos buscando mal; no estamos teniendo a Jesús como Camino, Verdad y Vida, como eje central de nuestra vida, con un deseo profundo de seguir buscándolo en cada cosa que hacemos.

Por eso, lo mejor que podemos pedir en este sábado es que esa tristeza se convierta en alegría; lo mejor que podemos pedir es que la tristeza se convierta en la certeza de que él está con nosotros, que él nos sostiene y que a pesar de todo él siempre está a nuestro lado. En definitiva: en tener la seguridad de que nuestra fe consiste en creer en un Dios vivo y resucitado, que sigue actuando en la vida de cada uno de nosotros.

«Pedí, pedí y vas a recibir». Pedí lo mejor que puede pedir un cristiano. Pedí no cosas sino el amor de Jesús, poder experimentar su amor, y que ese amor puedas derramarlo también hacia otras personas. Pedí el amor de Jesús para aquellos que viven tristes, para tus hijos, para tus familiares, para los que más querés. Pedí lo mejor que se puede pedir.

Dios quiera que este fin de semana podamos experimentar esa verdadera alegría que proviene de sentir la presencia de un Jesús vivo, que sigue actuando, que nos ama, que nos llena de sus dones, que nos llena de bendiciones, que –como pudimos ver también en esta semana– nos da su amor para que podamos amar, como él ama. Solo dejándonos amar por él, podremos amar como él quiere.

Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.