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XXXIV Lunes durante el año

Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor

Comentario

¿Y si hoy frenamos un poco? ¿Y si hoy intentamos mirar al cielo como quien quiere detener el tiempo? Estés donde estés, intentá acompañarme con este gesto. A todos nos hará bien. Hagamos el esfuerzo de «sacar» la cabeza por la ventana si estamos en casa o viajando, y mirar. Ojalá que en tu tierra no esté nublado, que puedas ver lo que hay detrás de las nubes. Si estás en el campo, disfrutalo. Es más fácil. Si tenés jardín también. Si estás en la ciudad, buscá entre los edificios eso que solo pudo haber hecho Dios. Si estás en una oficina, andá a una ventana, a un pasillo. Si ya estás corriendo como loco por ahí, frená un poco. No tiene sentido correr tanto. Lo que parece que no se puede solucionar, se va a solucionar o encontrará una salida distinta. Lo que parece urgente, no es para tanto. No es tan importante como a veces creemos. Al final de nuestra vida, al final de la historia de la humanidad, la verdad de las cosas va a pasar por otro lado, no tanto por lo que pensamos.

¡Qué maravilla imaginar que llegará un momento en el que Jesús estará frente a todos! ¡Frente a toda la humanidad, toda la historia de la humanidad; cada ser humano! ¡Frente a miles de millones de personas de todas las épocas, de toda raza, lengua, pueblo y nación, para poner cada ovejita, cada cabrito en su lugar! Así decía el evangelio de ayer: «Pondrá unos a su derecha y otros a su izquierda». En realidad, el juicio de Jesús no será un juicio como los nuestros, sino que será un «distinguir» una cosa de la otra. Si fuimos ovejas, iremos con las ovejas; si fuimos cabritos, con los cabritos. Hoy está todo mezclado, al final todo será separado. El final de nuestra historia será una consecuencia de nuestra vida. Eso enseñaba el evangelio de ayer. Jamás dice que Jesús acusará con el dedo marcando todo lo malo que hicimos, sino más bien nos recordará que cuando nos hicimos cargo del sufrimiento ajeno, estábamos amándolo a él, y cuando le esquivamos al sufrimiento de los demás, de los otros, en realidad estuvimos esquivándolo a él. Así nomás, así de fácil, y así de difícil y duro.

A veces los que más sufren son los que más saben amar. ¿Sabías? Es emocionante para mí encontrar personas «golpeadas» por la vida, por tantos dolores, por tantos sufrimientos que uno ni siquiera podría soportar; pero en el fondo están llenas de vida y con una gran capacidad de amar. Porque el sufrimiento les enseñó qué es lo esencial de la vida. Les enseñó que todo lo que les pasó fue por falta de amor en definitiva y que, si ellos ahora no aman, sufrirán mucho más. Y, todo lo contrario, a veces el que no sufrió nunca, el que vivió –como se dice– en una «cunita de oro», el que nunca sintió el dolor propio y ajeno, el que nunca parece tener problemas, difícilmente pueda comprender el dolor de los otros. Es por eso que Jesús sufrió por nosotros, y así reinó. Eligió el camino de la entrega, para poder compadecerse de todos, para que ninguno sienta que Dios la «vino a pasar bien» a la tierra y no se hizo cargo de nuestros sufrimientos.

La viuda pobre de Algo del Evangelio de hoy dio más que nadie. ¡Qué increíble! Increíble la manera de «contar» de Jesús, de hacer matemáticas. Esta mujer dio siendo necesitada. Prefirió no acordarse de su hambre, de su sed, de su desnudez, de su enfermedad, de sus esclavitudes. Quiso ser ovejita y no cabrito. No se miró a sí misma y cuidó lo poco que tenía, sino que confió en que, dando con el corazón, nunca sería abandona por Dios. Esa es la lógica del generoso, esa es la lógica de Dios. Así piensa el que es generoso en serio. Piensa primero en el otro, y no tanto en lo que necesita él mismo. El generoso da sabiendo que nunca será abandonado. Da sabiendo que todo lo que se da se multiplica y que, así como pudo ser generoso él, siempre habrá alguien generoso con él mismo. Esa es la dinámica del amor. Eso hizo nuestro rey por nosotros. Eso es lo que quiere de nosotros.

La más pobre dio más que todos los ricos. Evidentemente Jesús, como dije, no sabe mucho de matemática.

¿Cómo es posible que alguien que dio menos en cantidad sea en realidad la que dio más? Él no sabe mucho, ni le interesa la matemática de este mundo, y por ahí lo que él mide y calcula pasa por otro lado, pasa por el corazón claramente. Me inclino a pensar que Jesús mira lo que a nosotros nos cuesta ver.

Para nuestro buen Jesús dar mucho no es directamente proporcional a dar con el corazón, a dar todo, y dar poco en cantidad puede ser compatible con dar todo. Una cosa extraña para nuestra mentalidad mundana y de este tiempo, que todo lo calcula, todo lo mide y lo cuenta, pensando que la vida pasa por ahí, que la vida del corazón es pura matemática, donde siempre 1+1 es 2. Pero no es así. Menos mal que las cosas de Dios no son así, sino estaríamos todos bastantes complicados. La vida del corazón no es ciencia exacta, es ciencia pero del corazón. Va por otros carriles. Y mientras nosotros queremos encasillar y encajonar todo en cálculos humanos y números, incluso la salvación, Jesús se encarga de «patear el tablero» y enseñarnos un modo nuevo de ver las cosas, de entender la realidad.

Sé que si tenés familia, no podés dar todo lo que tenés. Es entendible, pero no pasa por ahí. Pero sí te animo a que alguna vez vacíes tu billetera cuando alguien te pide; así espontáneamente, sin pensarlo tanto. Porque cuanto más lo pienses, menos lo harás. Probá sacar todo lo que tenés para dar en una limosna. Probá quedarte con la billetera seca, vacía; jamás vas a quedarte sin nada. Te lo aseguro. No me digas que no podés. No me digas que no tenés más. En el banco muchas veces a muchos de nosotros nos queda siempre algo. Hasta seguro que tenemos ahorros. Hasta que no vivamos esa experiencia, no sabremos lo que es dar todo, como Jesús, como la viuda pobre y como tantos pobres de hoy. En realidad… me pregunto quién es más pobre: ¿el que no tiene nada y da todo lo que tiene o el que tiene mucho y da de lo que le sobra?