Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».
Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?»
Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo».
Luego dirá a los de su izquierda: «Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron».
Éstos, a su vez, le preguntarán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?»
Y Él les responderá: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo».
Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna».
Palabra del Señor
Comentario
Otro domingo más que nos regala el Señor para disfrutar de su presencia, de su día, de la familia; para disfrutar de encontrarnos un poco más con nosotros mismos y, por su puesto, con el Señor en la liturgia. Y hoy terminamos el año litúrgico de la Iglesia con esta gran Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, y esta semana que sigue. Pero ya el domingo que viene empezaremos el tiempo de Adviento, el tiempo de preparación para la Navidad, para el nacimiento del Señor. Por eso dispongámonos a escuchar otro día más «la Palabra de Dios, que es viva y eficaz». ¡Qué bien nos hace escuchar al Señor en su Palabra! No dejemos nunca de escuchar.
Les hago una pregunta: ¿Jesucristo es Rey del Universo? Nos podríamos preguntar: ¿Y dónde está su Reinado? ¿Qué pasa que no se hace tan presente como quisiéramos? podríamos preguntarnos de algún modo en esta fiesta de hoy. ¿Dónde está el Reinado de Dios cuando todavía parece que el mal sigue molestando tanto en nuestro interior y también afuera; cuando parece que los poderes de este mundo siguen gobernando y sometiéndolo todo a su juicio, a sus criterios, a su maldad; cuando la guerra está al acecho siempre y al orden del día; cuando el dolor, la injusticia y tantas cosas más nos invaden a nosotros, a nuestras familias, a nuestros países y comunidades? Es bueno que también te animes a preguntártelo. No solo por si te lo preguntan, sino también para que sepas encontrar a Jesús reinando verdaderamente, pero de un modo oculto, y vivir su reino; aun cuando todo ese mal siga existiendo, incluso en nuestros corazones.
La Solemnidad, la fiesta de hoy, podría contemplarse a partir de tres momentos: el pasado, el presente y el futuro. Cristo podríamos decir que comenzó a reinar desde la Cruz y luego resucitando. Cristo sigue reinando hoy «sentado» a la derecha del Padre, como lo expresa la liturgia en el Credo, y finalmente Cristo reinará para siempre con toda su gloria cuando vuelva rodeado de sus ángeles, con todo el poder. ¡Qué lindo imaginar ese momento!
Pero las lecturas de hoy, de Algo del Evangelio, nos hablan más que nada del reinado final: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles y se sentará en su trono glorioso» para juzgarnos con justicia, pero con misericordia. Entonces, ¿qué es lo fundamental de la Palabra de hoy? Los criterios y modos con los cuales Jesús nos evaluará cuando se siente en su trono. No es para «tenerle miedo», como decíamos el domingo pasado con la parábola de los talentos. Al contrario, Jesús es tan bueno, tan misericordioso, que nos da las preguntas y las respuestas del examen antes de tomarlo. ¿Qué profesor hace eso con sus alumnos? ¿Cuáles son esas preguntas?, o la pregunta fundamental: «¿Qué hiciste cuando tuve hambre y sed, cuando estuve desnudo, cuando estuve de paso, cuando estuve enfermo o preso?» ¿Qué hiciste? ¿Qué hicimos?
¿Qué actitud tuvimos ante el dolor ajeno? Es como si nos dijera: «Mirá que ese hambriento o sediento que se te cruza por la calle o ese familiar tuyo, soy yo. Ese familiar que está enfermo y que podrías visitar, soy yo. Mirá que ese que te pide ropa o alojamiento, soy yo. Mirá que estoy especialmente en todos los enfermos y los presos; estoy en los más sufridos. No pases de largo, por favor. No te hagas el distraído o la distraída. No pongas excusas, que no sirven. Cuando venga yo, ya no habrá tiempo».
Ahora podemos hacer lo que nos pide Jesús. Ahora. ¿Cuáles son las respuestas posibles? Solo dos: hacerlo o no hacerlo, hacer fructificar el talento o enterrarlo. Será bien concreto. No nos evaluará por las veces que hablamos del sufrimiento o por si nos lamentamos o no ante el dolor humano, si escribimos libros sobre la pobreza, si nos «llenamos la boca» sobre las cosas que habría que hacer para solucionarlo todo. ¡No!, nada de eso. Nos evaluará solo por si nos hicimos cargo o no del sufrimiento ajeno.
¿Te suena duro? Puede parecerlo, pero es así de sencillo y así de lindo y así de difícil.
Él hizo eso cuando estuvo en la tierra y nos envía a hacer lo mismo para que seamos como Él, para que vivamos con Él por toda la eternidad. Por eso el Reino de Dios, que a veces parece que no está y parece como si Jesús no reinara, en realidad está en la medida en que amamos y vivimos este mandato de Jesús en cosas concretas.
El Reino llegará algún día y será definitivo. Sí, todos deberán mirar a Jesús a los ojos. Todos serán mirados por Él. ¡Qué maravilla! Pero mientras tanto –como decía un santo– «nosotros, los que estamos en una posición desahogada, miremos a los que se ahogan en su posición». Hagamos presente el Reino de Dios con nuestro amor. Dejemos que Jesús nos cautive con su amor, que nos enamore otra vez en este día, para que no pasemos de largo cuando lo veamos sufrir en los otros.