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XXI Lunes del tiempo durante el año

Jesús habló diciendo:

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno del infierno que ustedes!

¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: “Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale”! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: “Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar.” ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?

Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

Palabra del Señor

Comentario

Como cada lunes, como cada día, empezamos de la mejor manera, empezamos “desayunando” con la palabra de Dios. Algo que jamás puede caerte mal, jamás puede dejarte con hambre, porque “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Apagá la radio, apagá el televisor, intentá que no haya más ruidos, que no se escuchen otras cosas que no sea la palabra de Dios. Intenta tener tus diez o quince minutos de “desconexión” por día, que en realidad son de conexión, conexión con nuestro Señor, con nuestro Padre, con el Espíritu Santo, con la Virgencita y los santos que siempre ayudan. Se puede, se puede estar un poco en silencio en el día, no dejes de intentarlo, tiene que ser una especie de “sana obsesión”, que nos hará muy bien.

No se conoce profundamente por saber nomás, por ser enciclopedias caminantes, sino que se conoce verdaderamente por amar. No por saber muchas cosas se conoce de corazón y se llena el alma y se es feliz. En el evangelio de ayer vimos como Pedro conoció a Jesús por “gracia de Dios” y no por lo que decían los demás o por lo que había estudiado. ¿Querés conocer a Jesús? ¿Querés saber realmente quién es? ¿Querés amarlo cada día más? ¿Querés seguirlo? Tenés que pedirlo, tenés que suplicarlo como gracia, tenés que reconocer que viene de lo alto. Sí, podés leer el evangelio todos los días; podés leerte todos los libros del mundo; podés ir a todos los cursos de formación que te inviten; podés tener mucha sabiduría, pero si Dios Padre no te atrae a Jesús, si no es Él el que te toca el corazón por medio del Espíritu Santo para conocer, amar y seguir a Jesús, no alcanza, no es suficiente. Por eso, hoy pidamos todos esto… Que te conozca Jesús, que te conozca interiormente, que te conozca con el corazón y no solo de nombre o por fuera nomás.

Hay algo que queda claro de Algo del Evangelio de hoy. Creo que pocas cosas hacían lamentar y enojar tanto a Jesús como la actitud de los fariseos. Pocas veces en el evangelio Jesús se enojó tanto como ante estas situaciones. Pocas cosas, seguramente también hoy, hacen doler tanto el Corazón de Jesús como el que nosotros repitamos aquellas mismas actitudes. ¿Cuáles? Te preguntarás. Todas aquellas que brotan de la hipocresía, de la cerrazón de corazón, del orgullo que nubla y entorpece nuestro modo de obrar y pensar.

¡Hay tanto de eso en nuestra querida Iglesia! No hay que tener miedo a decirlo, no hay que negarlo. Hipocresía hay en todos lados, eso no se duda, pero la peor hipocresía es la religiosa, la que surge de hombres y mujeres religiosos, como los fariseos de esa época. Tan relacionada quedo la hipocresía a los fariseos, que en el diccionario aparece la palabra “fariseísmo”, casi como sinónimo de hipocresía. El fariseísmo es la actitud hipócrita que podemos tener todos. Podríamos parafrasear las palabras de Jesús a nuestra situación actual, a nuestra Iglesia. Son los famosos “ayes” de Jesús.

¡Ay, de nosotros los cristianos, que por haber recibido el don y el tesoro más grande que se podría desear, nos paseamos por el mundo pensando y sintiendo que nada tenemos que cambiar y que malos son los de “afuera”!

¡Ay, de nosotros los cristianos de hoy, que sin darnos cuenta cerramos la puerta de la Iglesia con nuestras actitudes, con nuestros gestos, con nuestra cerrazón a tantos necesitados que andan queriendo entrar atraídos por el Padre!

¡Ay, de nosotros los cristianos, que profesamos nuestra fe, personal y públicamente dando cátedra de amor y después nos paseamos por el mundo sin amar o amando mal!

¡Ay de nosotros los cristianos que nos golpeamos el pecho dentro de las Iglesias y después somos capaces de vivir vidas paralelas!

Jesús nos libre de la hipocresía y de la incapacidad para verla en nosotros mismos. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Pidamos ver, ver en serio, ver en lo profundo dándonos cuenta que todos seguramente a veces pecamos de fariseos.

Señor, libranos de la ceguera y abrinos los ojos para conocerte y conocernos profundamente, con humildad y verdad.