Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados.»
Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema.»
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: « ¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
El se levantó y se fue a su casa.
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Palabra del Señor
Comentario
Aquel que empieza a amar más a Jesús… aquel que recibe esa invitación y comienza a hacerla carne en su vida, jamás se queda solo, jamás está solo, al contrario, no le alcanza el tiempo para amar a tantos que se cruzan por su vida. El amor familiar, el amor de hijos a padres y de padres a hijos, es uno de los regalos más lindos que puede recibir una persona en la vida, pero al mismo tiempo es limitado, y es solo un reflejo de lo que es el amor de Dios, hacia nosotros y de nosotros hacia Él. Por eso el amor humano se transforma en “trampolín” para amar a Dios Padre, a Jesús, guiados por el Espíritu Santo. Por eso hay que animarse a amar más a Jesús sin miedo, sin temor a quedar en ridículo, sin temor a parecer “fanáticos”, sin respetos humanos de pensar en lo que están pensando los otros, sin miedo a un mundo que no nos respeta, sino al contrario, se nos burla.
Vos que estás escuchando, seguro que tendrás experiencia, o la estarás teniendo, de lo que cambia la vida, la fe. Por ejemplo: Pensá en la cantidad de gente, de corazones que conociste gracias a la Iglesia, gracias a que te entregaste de alguna manera a Jesús. Pensá en los distintos horizontes que viste gracias a la fe tuya y compartida. Rezá y pensá en la cantidad de vivencias que te abrieron el alma gracias a estar en esa parroquia, en ese grupo de oración, en ese movimiento, en ese servicio que te animaste a empezar alguna vez. Pensá en la cantidad de gente que gracias a la palabra de Dios conociste y ayudaste, es una maravilla. Amar más a Jesús nos ensancha el corazón y nos hace amar más y mejor, no te lo olvides nunca.
Algo del Evangelio de hoy nos puede llenar el corazón de certezas y de alegrías. No te asustes por lo que voy a decir, pero la “fe en patota” es mucho más linda y verdadera que la solitaria y muy segura de sí misma. Sé que es una palabra que suena medio fea para esto, pero bien entendida creo que refleja muy bien, lo que pasa cuando la fe se comparte, como se ve en esta escena de hoy. Así dice la palabra: “Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados.»” No dice al ver la fe de “ese hombre”, del paralítico, sino la fe de “esos hombres”. ¡Qué lindo! La fe mueve montañas, pero la fe de a muchos, la fe entre amigos, la fe “en patota” mueve cordilleras enteras. Podríamos preguntarnos a quién se refería Jesús con “esos hombres” ¿A quién se refería? Suponemos que a los que llevaban al paralitico en camilla, que, por otro evangelio, sabemos que eran cuatro y que por la dificultad que tenían para pasar por la multitud que había, lo subieron al techo y de ahí lo bajaron, sí… así como escuchás, increíble.
No se puede entender el milagro de hoy, el perdón y el volver a caminar de este hombre, si no es por los “camilleros” que llevaban al paralitico. No sabemos si eran amigos o conocidos, pero hicieron lo que él no podía hacer, ir hacia Jesús. Camilleros o paralíticos, o ambas cosas al mismo tiempo. Eso somos. O también podríamos ser de los que no “pueden creer” que Jesús perdone los pecados, que en realidad es el verdadero milagro. Ojalá que no seamos de esos. Pero… ¡Qué lindo es ser camillero” ¡Qué lindo que alguien nos lleve en camilla a Jesús! En definitiva, todos se acercaron a Jesús, unos por llevar y otro llevado. Es así. A vos y a mí nos llevaron alguna vez medio paralizados del corazón y otras veces nosotros acercamos a otros que andan sin poder “moverse” en esta vida. La vida es así, es un ida y vuelta como decimos muchas veces. La fe es así, se potencia cuando es de a muchos, se siente más cuando va acompañada. La “fe en patota” está buenísima, porque Jesús al ver la fe de muchos, hace lo que a veces no podemos lograr solos en años. Jesús se conmueve cuando ve que nos ayudamos para sanarnos entre nosotros.
Por eso debemos dejarnos ayudar por otros si no andamos bien, debemos dejar que otros nos lleven a Jesús cuando andamos rengueando o dolidos, cuando andamos tristes o ensimismados, cuando andamos casi tan paralíticos que no queremos ni movernos. Por eso tenemos que ver a quien podemos ayudar hoy para acercarlo a Jesús, para que se anime a “dejarse llevar”. Solo yendo todos a Jesús podremos ser curados y perdonados, o perdonados y curados. La gran curación de nuestra vida es el perdón, porque en realidad es la falta de perdón el que nos enferma y paraliza. Hay miles de cristianos paralíticos, pero que en realidad están paralizados por los pecados que cometieron, o que sufrieron de otros.
Que hoy sea un día para ir en “patota” a Jesús, para conmoverlo, para animarlo a que haga lo que tantos desean y no se dan cuenta. Si no podemos ir hacia Él en “patota”, recemos juntos, de a miles, para que muchos más se dejen perdonar por el Amor Misericordioso de nuestro Buen Jesús.